Dom
17
Jul
2022

Homilía XVI Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2021 - 2022 - (Ciclo C)

Sólo una cosa es necesaria

Pautas para la homilía de hoy


Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

El evangelio de este domingo está entre el buen samaritano (Cristo que acoge en su mesa como buen samaritano, Lc. 10, 2-37) y la encomienda oracional de llamar a Dios Padre de todos (Lc. 11, 1-13).

Si, Cristo, buen samaritano que cura y venda heridas, hará de cada seguidor suyo, nuevos samaritanos, para no caer en la tentación de pasar de largo ante cualquier circunstancia.

Seguir el consejo de los personajes del evangelio, ayudará a quien se sienta discípulo suyo, a que esa gloria de la salvación de la segunda lectura se realice en la vida y acontecer de cada día.

Cada eucaristía ha de ser para el cristiano apertura a la palabra de Dios con la misma actitud de María, y con la misma diligencia que Marta, Abrahán y Sara.

En nuestro tiempo son muchos los que buscan la hospitalidad en lugares distintos a los de su nación o de nacimiento.

Tanto a unos como a otros se les debe tener la consideración necesaria de acogida y solucionar, en la medida de lo posible su situación, partiendo siempre de una hospitalidad primigenia y ayuda posterior técnica, para que puedan vivir dignamente.

El seguidor del evangelio ha de tener actitudes similares a las dos hermanas, de generosidad dentro del contexto del amor a Dios, de servicio y de escucha. De servicio para hacer de la acogida signo de hospitalidad, y de escucha, signo de resolución de los problemas de aquellos que se acerquen.

La hospitalidad, signo en el Oriente Medio del símbolo de la llegada del Reino de Dios, para el seguidor de Cristo, es referencia de trato del prójimo.

Es este pasaje, hilván que une la acción y la contemplación, la ayuda al prójimo, (acción) como hijo de Dios, y la contemplación, visible en el destello divino de Dios en todo ser humano.

En el Antiguo Oriente Medio, la hospitalidad convertía a quien la recibía en aliado colaborador, en verdadero seguidor del Señor Jesús, por la hospitalidad que recibía también lo convertía en colaborador de las primícias de quien lo hospeda.

Si el Padre con su perdón da refugio en su reino de gracia y salvación, cuenta con la colaboración de extenderlo para gloria suya. Es signo de la llegada a la madurez en la vida en Cristo (2ª lect.): “No os olvidéis de mostrar hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles” (Heb 13:2).

Dios está deseoso que sus hijos se hospeden en su tienda para convivir todos unidos para ser símbolo de hogar abierto y acogedor, que facilita el conocimiento del otro y la comprensión de quien es distinto en el pensar, sentir e incluso obrar.

Todo ser necesita la atención del amor, amasada con las actitudes de Marta y María, como lo hicieron con Cristo. Cuando así se actúa, el discípulo siente y vive la paz y la calma interior, y experimenta el valor del amor oblativo, gratuito. Ya los profetas lo habían intuido: “Se salvarán si se convierten y se calman; pues en la confianza y la calma esta su fuerza”, dice Isaías (30,15).

Con frecuencia, la hospitalidad y la generosidad son menospreciadas, o miradas con recelo, en círculos cristianos. Sin embargo, la Biblia muestra el reino de los cielos como un banquete generoso e incluso suculento (Is 25:6–9; Mt 22:2–4).

La hospitalidad fomenta las buenas relaciones, y la hospitalidad al estilo de Abrahán y Sara, ofrece una perspectiva bíblica temprana de que las relaciones y el compartir van juntas, como acogida y comida van de la mano. Estos forasteros se conocieron mejor unos a otros al compartir una comida y un tiempo juntos.

También en nuestro tiempo sigue siendo válido este binomio. Por lo general, cuando las personas comparten mesa y mantel y además disfrutan de tiempo de esparcimiento o entretenimiento, alcanzan a entenderse y apreciarse mejor entrambos. A menudo, las buenas relaciones, laborales y de comunicación efectiva, dan frutos propios la hospitalidad. Comida y comensalidad han de ir de la mano.

En el episodio evangélico, el ejemplo limpio de amistad:[«el amigo fiel es seguro refugio; el que lo encuentra, ha encontrado un tesoro» (Si 6, 14 ss.)], en el que almas gemelas comparten bienes espirituales (María), y por añadidura, materiales (Marta) , supera el mandato del amor al prójimo, porque dicha relación está basada en la confianza. Hoy en día la des-confianza (en mayor grado que la confianza), lleva al mundo a situaciones de tensión socio-políticas.

Si la confianza que se nota por parte de Jesús, en ir Él solo a casa de Marta, María y Lázaro (que tiene el título de «nuestro amigo Lázaro»), la de María, sentada a los pies del Maestro, y la de “queja” de Marta, sirve de ejemplo al cristiano, es ya signo de esa gloria de la 2ª lectura.

Para el cristiano, los ejemplos de confianza de los tres personajes evangélicos (María-Marta-Lázaro) con el que llega dándole posada, es hacer realidad las obras de misericordia; tanto corporales como espirituales (cfr. Mt 25,35 y ss.). En este tiempo de estío, dar un vaso de agua fresca al sediento, al inmigrante o refugiado, que pase por delante de nuestra tienda, será signo de madurez cristiana en la vida en Cristo y manifestación de que en Él reside nuestra esperanza (2ª lect.).

Recordemos las palabras de Cristo: «el que a vosotros os recibe a mí me recibe» y que el descanso estival sirvan de provecho espiritual y material, viendo en el forastero al mismo Cristo Jesús.