Ago
Evangelio del día
“ ¿Quién decís que soy yo? ”
Primera lectura
Lectura del libro de los Números 20, 1-13
En aquellos días, la comunidad entera de los hijos de Israel llegó al desierto de Sin el mes primero, y el pueblo se instaló en Cadés. Allí murió María y allí la enterraron.
Faltó agua a la comunidad y se amotinaron contra Moisés y Aarón. El pueblo protestó contra Moisés, diciendo:
«¡Ojalá hubiéramos muerto como nuestros hermanos, delante del Señor! ¿Por qué has traído a la comunidad del Señor a este desierto, para que muramos en él, nosotros y nuestras bestias? ¿Por qué nos has sacado de Egipto para traernos a este sitio horrible, que no tiene grano ni higueras ni viñas ni granados ni agua para beber?».
Moisés y Aarón se apartaron de la comunidad y se dirigieron a la entrada de la Tienda del Encuentro, y se postraron rostro en tierra delante de ella. La gloria del Señor se les apareció, y el Señor dijo a Moisés:
«Coge la vara y reunid la asamblea, tú y tu hermano Aarón, y habladle a la roca en presencia de ellos y ella dará agua. Luego saca agua de la roca y dales de beber a ellos y a sus bestias».
Moisés retiró la vara de la presencia del Señor, como se lo mandaba. Moisés y Aarón reunieron la asamblea delante de la roca; Moises les dijo:
«Escuchad, rebeldes: ¿Creéis que podemos sacaros agua de esta roca?».
Moisés alzó la mano y golpeó la roca con la vara dos veces, y brotó agua tan abundante que bebió toda la comunidad y las bestias.
El Señor dijo a Moisés y a Aarón:
«Por no haberme creído, por no haber reconocido mi santidad en presencia de los hijos de Israel, no haréis entrar a esta comunidad en la tierra que les he dado».
(Esta es Fuente de Meribá, donde los hijos de Israel disputaron con el Señor, y él les mostró su santidad).
Salmo de hoy
Salmo 94, 1-2. 6-7. 8-9 R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón.»
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R/.
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía. R/.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras». R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 16, 13-23
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?».
Ellos contestaron:
«Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».
Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».
Jesús le respondió:
«¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en los cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en los cielos»
Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.
Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo:
«¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte».
Jesús se volvió y dijo a Pedro:
«¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres para mí piedra de tropiezo, porque tú piensas como los hombres, no como Dios».
Evangelio de hoy en vídeo
Reflexión del Evangelio de hoy
¿Por qué nos has sacado de Egipto?
El relato del libro de los Números sitúa a la comunidad de los israelitas en el desierto de Sin y su asentamiento en Cades (que significa “Santidad”). Lo primero que menciona el texto, es la noticia sobre la muerte y sepultura de María. La hermana de Moisés y Aarón había tenido un gran protagonismo en la salvación de Moisés niño (Ex 2,1-10), y había dado voz a la alegría del pueblo con su canto tras el paso del Mar Rojo (Ex 15,20- 22). También se había mencionado una murmuración suya contra Moisés por la mujer cusita que había tomado por esposa (Ex 12,1- 15). María era uno de los protagonistas más destacados de la generación de israelitas que había salido de Egipto. Ahora, cuando comienza a narrarse el declive y desaparición de esa generación, María es la primera de la que se señala que murió y fue sepultada antes de llegar a la Tierra Prometida.
A continuación, las quejas de los israelitas por la falta de agua vuelven a surgir, esto dará lugar a la manifestación el poder de Dios, que sacia en abundancia la sed del pueblo. A pesar, de que el pueblo tenía la experiencia de su larga estancia en el desierto donde habían podido experimentar los cuidados del Señor, que no los había abandonado a su suerte, sino que les iba proveyendo de lo indispensable para paliar sus necesidades, las murmuraciones no cesaban, sino que se repetían. ¿Por qué nos has sacado de Egipto?
La reacción de Moisés es semejante a lo que había hecho en las situaciones anteriores, acudir a la Tienda del Encuentro y presentarse ante el Señor, para que remedie la necesidad. Pero ahora, a diferencia del Éxodo, se sigue también un castigo, ya que para quienes han presenciado y se han beneficiado de tantas maravillas que el Señor ha hecho, la murmuración reiterada es intolerable. Moisés y Aarón recibirán la “sentencia” de Dios por su desconfianza: “Por no haber confiado en mí y reconocido mi santidad ante los israelitas, os aseguro que no guiareis a esta asamblea hasta la tierra que les he dado” (20.12). ¿Seguimos confiando en el Señor en medio de las dificultades?
Tú eres Pedro
La confesión de fe de Pedro cerca de Cesarea de Filipo, está narrada en los tres evangelios sinópticos, aunque únicamente Mateo añade a continuación su primado. Jesús antes de iniciar el camino hacia Jerusalén, pregunta acerca de su identidad. El Maestro quiere que sus discípulos tengan las ideas claras sobre quién es El y cuál es su misión.
Después de su actuación reveladora, el pueblo sólo ve en él un personaje importante, semejante a los profetas: Juan Bautista (esto cree Herodes Antipas); Elías, el profeta que tenía que venir como precursor (Ml 3,23); Jeremías, el que luchó para que el pueblo fuese fiel a los planes de Dios, sin confiar en alianzas humanas; o algún profeta importante.
A diferencia del pueblo, Simón, portavoz de los discípulos, reconoce a Jesús como Mesías, Hijo de Dios vivo. A diferencia de Marcos, Jesús felicita a Pedro con una bienaventuranza que le proclama dichoso no tanto por lo que ha dicho sino porque lo que ha dicho tiene origen en Dios: ¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, Porque eso no te lo ha revelado la carne ni la sangre, ¡sino mi Padre del cielo! (v. 17). La afirmación de quién es Jesús, no es fruto de la naturaleza humana, “carne y sangre”, sino de la revelación del Padre que está en los cielos.
Jesús muestra así la validez de la declaración de Simón, a quien anuncia a continuación, el papel que tendrá que asumir dentro de “su Iglesia”. Tras la felicitación Jesús le hace tres promesas. Las dos primeras se mueven dentro del ámbito de la edificación: jugando con el nombre se le dice que sobre esta Kefa “piedra” Jesús edificará su iglesia (v. 18). Es decir, la iglesia se funda sobre la fe de aquellos que, como Pedro, creen en Jesús y le confiesan como Hijo de Dios.
Sobre la expresión: y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella (v. 18) nos lleva a pensar que la muerte, la infidelidad y todos aquellos elementos adversos no prevalecerán sobre la fe. La última promesa centrada en las “llaves” queda explicitada por el binomio atar-desatar, que aparece en la literatura rabínica con el sentido de prohibir-permitir alguna cuestión en el ejercicio de interpretación de la ley. Jesús termina estas palabras mandando callar, puesto que ser Mesías no es tanto un título que hay que divulgar cuanto una misión que hay que realizar.
La frase “desde entonces comenzó” marca el comienzo de un nuevo período, en el que Jesús se dedica a instruir a sus discípulos sobre el sentido que tiene su mesianismo, que acaban de reconocer, y sobre el que les ha impuesto secreto: es un mesianismo que se realiza muriendo y resucitando, de acuerdo con el plan de Dios, que él acepta.
Ante esta declaración, Pedro reacciona, y lo hace de una manera distinta al relato anterior, ya que intenta disuadir a Jesús de tal idea. La reacción de Jesús a simple vista resulta dura cuando se dirige al él: ¡quítate de mí vista, Satanás! Pedro debe seguir reconociendo su condición de discípulo y entender que los pensamientos de Dios y su modo de proceder no son como los de los hombres, el Señor actúa con criterios nuevos y diferentes. ¿Me abro a ir más allá de la lógica humana para descubrir la revelación de Dios en mí?