Ago
Evangelio del día
“ El Señor está contigo ”
Primera lectura
Lectura del libro de los Jueces 6,11-24a
En aquellos días, vino el ángel del Señor y se sentó bajo el terebinto que hay en Ofrá, perteneciente a Joás, de los de Abiezer. Su hijo Gedeón estaba desgranando el trigo en el lagar, para esconderlo de los madianitas.
Se le apareció el ángel del Señor y le dijo:
«El Señor está contigo, valiente guerrero».
Gedeón respondió:
«Perdón, mi señor; si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos ha sucedido todo esto? ¿Dónde están todos los prodigios que nos han narrado nuestros padres, diciendo: el Señor nos hizo subir de Egipto? En cambio ahora, el Señor nos ha abandonado y nos ha entregado en manos de Madián».
El Señor se volvió hacia él y le dijo:
«Ve con esa fuerza tuya y salva a Israel de las manos de Madián.. Yo te envío».
Gedeón replicó:
«Perdón, mi Señor ¿con qué voy a salvar a Israel? Mi clan es el más pobre de Manasés y yo soy el menor de la casa de mi padre».
El Señor le dijo:
«Yo estaré contigo y derrotarás a Madián como a un solo hombre».
Gedeón insistió:
«Si he hallado gracia a tus ojos, dame una señal de que eres tú el que estás hablando conmigo. Te ruego que no te retires de aquí hasta que vuelva a tu lado, traiga mi ofrenda y la deposite ante ti».
El Señor respondió:
«Permaneceré sentado hasta que vuelvas».
Gedeón marchó a preparar un cabrito y panes ácimos con unos cuarenta y cinco kilos de harina. Puso la carne en un cestillo, echó la salsa en una olla; lo llevó bajo la encina y lo presentó.
El ángel de Dios le dijo entonces:
«Coge la carne y los panes ácimos, deposítalos sobre aquella peña, y vierte la salsa».
Así lo hizo. El ángel del Señor alargó la punta del bastón que tenía en la mano, tocó la carne y los panes ácimos, y subió un fuego de la peña que consumió la carne y los panes ácimos. Después el ángel del Señor desapareció de sus ojos.
Cuando Gedeón reconoció que se trataba del ángel del Señor, dijo:
«¡Ay, Señor mío, Señor, que he visto cara a cara al ángel del Señor!».
El Señor respondió:
«La paz contigo, no temas, no vas a morir».
Gedeón erigió allí un altar al Señor y lo llamó « el Señor paz».
Salmo de hoy
Salmo 84,9.11-12.13-14 R/. Dios anuncia la paz a su pueblo
Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos
y a los que se convierten de corazón». R/.
La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. R/.
El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
y sus pasos señalarán el camino. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 19, 23-30.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«En verdad os digo que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Lo repito: más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de los cielos».
Al oírlo, los discípulos dijeron espantados:
«Entonces, ¿quién puede salvarse?».
Jesús se les quedó mirando y les dijo:
«Es imposible para los hombres, pero Dios lo puede todo».
Entonces dijo Pedro a Jesús:
«Ya ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?».
Jesús les dijo:
«En verdad os digo: cuando llegue la renovación y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.
Todo el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.
Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos primeros».
Evangelio de hoy en vídeo
Reflexión del Evangelio de hoy
Ve y salva a Israel de las manos de Madián. Yo te envío
El pasaje del libro de los jueces que hoy leemos en la liturgia de la eucaristía nos habla de la confianza: de la que Dios tiene en nosotros. El Señor sale al encuentro de Gedeón para prometerle que pese a las derrotas contra los madianitas, las fuerzas de Israel vencerán y la promesa de la Tierra que Dios hizo a Moisés se cumplirá... si Gedeón e Israel creen, si Gedeón e Israel salen al combate.
Las promesas de Dios, la de una vida en plenitud para el ser humano, la de la salvación y el triunfo de la vida sobre la muerte, el mal y el pecado, no se alcanzan sin el concurso del hombre. No es Dios un taumaturgo mágico que hace chas y saca un conejo de una chistera. Salvos sean los milagros y la posibilidad de que se den, el Señor no salva al ser humano sin su colaboración, no le alcanza sus promesas sin el libre intervenir de las personas, no impone su amor ni sus mandatos, sino que invita al hombre a caminar con Él, confiando en Él, pidiéndole que se esfuerce y realmente quiera lo que Dios quiere.
El ser humano, sin embargo, y no sin razón, duda. Duda no de querer lo que Dios quiera, sino de tener las fuerzas para alcanzarlo, por eso necesita Gedeón un “plus” de confianza. En el pensamiento mítico de Israel, le pide una señal de que ese Ángel es el mismo Dios, y así se lo hace saber. Así Gedeón emprenderá su batalla. Así Gedeón sabrá que la promesa de Dios se cumplirá con más o menos fuerzas de su parte, mientras las ponga todas en juego.
Dios lo puede todo
Algo así es lo que en el evangelio también se nos narra. En el pensamiento de Israel, y muchas veces en el nuestro, se ha pensado que el hombre rico estaba bendecido por Dios, que las riquezas humanas eran una forma en la que Dios mostraba el cuidado por algunos. Por eso es tan rupturista el mensaje de Jesús en su contexto: los ricos no entrarán en el reino de los Cielos por su riqueza, no es lo que vemos los seres humanos lo que mira Dios.
¿Quién puede entonces salvarse?, preguntan horrorizados los discípulos, ¿ni siquiera nosotros que lo hemos dejado todo por ti? Jesús responde tratando no de generar miedo o inquietud, sino precisamente trasladando una profunda confianza: Dios todo lo puede, y aquel que se esfuerza en seguirle, que hace por caminar tras sus pasos, se salvará.
Como la prueba que le da Dios a Gedeón, Jesús también trata de darnos un plus de confianza cuando dudamos de nuestras propias capacidades para hacer vida del evangelio, cuando ante nuestros ojos se muestran nuestras debilidades, nuestros pecados, nuestras incapacidades, el Señor nos recuerda: conmigo se puede, porque yo puedo.
¿Cuándo he sabido, pensado, sentido, que con Dios si se puede? ¿Me dejo vencer por mi propia duda y debilidad y me olvido de confiar en Dios? ¿Me ha dado alguna vez en mi vida Dios pruebas de que con Él se puede vivir el evangelio?