Sep
Evangelio del día
“ Estaba sólidamente construida ”
Primera lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo 1,15-17
Querido hermano:
Es palabra digna de crédito y merecedora de total aceptación que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero; pero por esto precisamente se compadeció de mí: para que yo fuese el primero en el que Cristo Jesús toda mostrase toda su paciencia y para que me convirtiera en un modelo de los que han de creer en él y tener vida eterna.
Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo de hoy
Salmo 112, 1-2. 3-4. 5a y 6-7 R/. Bendito sea el nombre del Señor por siempre.
Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre. R/.
De la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos. R/.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?
Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 43-49
En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos:
«No hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.
El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa del corazón lo habla la boca.
¿Por qué me llamáis “Señor, Señor”, y no hacéis lo que digo?
Todo el que se viene a mí, escucha mis palabras y las pone en práctica, os voy a decir a quién se parece: se parece a uno que edificó una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo derribarla, porque estaba sólidamente construida.
El que escucha y no pone por obra se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río, y en seguida se derrumbó desplomándose, y fue grande la ruina de aquella casa».
Evangelio de hoy en vídeo
Reflexión del Evangelio de hoy
"Y yo soy el primero"
«Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero». Cada uno de nosotros puede aplicarse esta frase. El Apóstol no la pronuncia con pena o vergüenza sino con gozo. La perícopa termina con una alabanza jubilosa. Él se siente objeto de compasión y paciencia. Se siente agraciado con la fe, resucitado. Se reconoce pecador, pero al mismo tiempo, proclama la victoria del amor de Dios sobre su pecado.
A nosotros, ¡cuántas veces nos cuesta reconocer nuestras faltas y pecados! Consciente o inconscientemente cerramos los ojos ante ellos, nos justificamos o buscamos culpables fuera. Y, sin embargo, éste es un paso liberador que nos sitúa en la verdad y nos abre a la misericordia de Dios que espera, ansiosa, a la puerta. Permite la conversión del corazón, la obra de Dios en nosotros: una vida nueva, por gracia. En esto conocemos que somos amados y nos transformamos en testigos fidedignos del poder y de la tierna fidelidad del Señor, como san Pablo. Y todo nuestro ser canta agradecido con el Salmista: «¡Bendito sea el Señor por siempre! ¿Quién como Él, que levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre?».
Una casa sólidamente construida
En el Evangelio, el Señor nos hace una llamada a la autenticidad, a cultivar un corazón bueno y a derramar desde ahí la bondad a nuestro alrededor. Para ello nos invita a guardar su Palabra, a recibirla como tierra buena que acoge la semilla y da fruto, perseverando. Así seremos hombres y mujeres de una pieza, llenos de la alegría, la paz y la fuerza del Señor. Vendrán dificultades, pero nosotros permaneceremos inamovibles.
Cimentados en Cristo, realizando la verdad en el amor, haremos crecer todas las cosas hacia Él (cf. Ef 4, 15). Seremos una casa bien construida, morada de Dios, cobijo para los demás. Porque, de esa manera, sabremos bien de dónde venimos y a dónde vamos, y en nuestro caminar hacia la meta iremos sembrando el amor. Pasaremos haciendo el bien, como nuestro Maestro.
Que, a través de estas lecturas, el Espíritu Santo despierte en nosotros el anhelo apremiante de vivir plenamente lo que somos: discípulos de Cristo, hijos de Dios, criaturas nuevas, redimidas, cimentadas en la misericordia, colmadas del amor de Dios.