Santo Domingo de Guzmán, testigo de pobreza evangélica en «Dilexi te»
El papa León XIV presenta al fundador de la Orden de Predicadores como modelo de predicación pobre, itinerante y cercana a los pobres en su primera exhortación apostólica
En su primera exhortación apostólica, Dilexi te, dedicada al amor hacia los pobres, el papa León XIV recorre la historia de la Iglesia para mostrar cómo el cuidado de los últimos forma parte esencial de la tradición cristiana. En ese itinerario, junto a santos como Francisco de Asís o Clara, aparece de manera destacada santo Domingo de Guzmán, presentado como un testigo privilegiado de la pobreza evangélica y de la predicación al servicio de los más débiles.
El texto sitúa a santo Domingo en el contexto del nacimiento de las órdenes mendicantes en el siglo XIII. Frente al crecimiento de las ciudades, la acumulación de riqueza y las nuevas formas de exclusión, estas órdenes —franciscanos, dominicos, agustinos y carmelitas— asumieron una vida itinerante y pobre, sin propiedades personales ni comunitarias, para anunciar el Evangelio en medio del pueblo. No se trataba sólo de servir a los pobres, sino de «hacerse pobres con ellos», viviendo entre los marginados como hermanos y aprendiendo de ellos.

Dentro de este movimiento, León XIV detiene la mirada en santo Domingo de Guzmán, «con otro carisma, pero con la misma radicalidad» que san Francisco. El papa subraya que Domingo deseaba anunciar la Verdad con la autoridad que nace de una vida pobre y coherente. La pobreza no aparece como un elemento decorativo, sino como condición de credibilidad de la predicación: la Palabra proclamada debía ir acompañada por el testimonio de una existencia sencilla, despojada y disponible.
La exhortación recuerda que los frailes dominicos, libres del peso de los bienes materiales, podían dedicarse mejor a su obra principal, «es decir, a la predicación». Desde sus orígenes, la Orden de Predicadores se dirigió especialmente a las ciudades y universidades, para enseñar la verdad de Dios en diálogo con la cultura. Al depender de la acogida de los demás, los frailes mostraban que la fe no se impone, sino que se ofrece; y, al vivir entre los pobres, aprendían el Evangelio «desde abajo», como discípulos del Cristo humillado que se hace cercano a los últimos.
No es casual que León XIV cite, en una nota, la colección de textos de los primeros dominicos preparada por el historiador y teólogo Simon Tugwell OP. De este modo, el papa enlaza la tradición de la Orden con la reflexión contemporánea y reconoce en ella un carisma especialmente apto para pensar la relación entre verdad, pobreza y predicación. La figura de santo Domingo aparece así no sólo como recuerdo histórico, sino como inspiración para el presente de la Iglesia.

La presencia de Dilexi te en el magisterio reciente sobre los pobres supone también una interpelación particular para la Familia Dominicana. Si la Iglesia está llamada a ser «una Iglesia pobre y para los pobres», el ejemplo de Domingo invita a renovar una vida de sencillez, estudio y predicación en medio de las heridas del mundo: barrios periféricos, universidades, redes sociales, espacios de sufrimiento y de búsqueda de sentido. La pobreza escogida, vivida comunitariamente, quiere ser signo de libertad frente a la lógica del consumo y disponibilidad para escuchar el clamor de quienes son descartados.
En continuidad con el deseo del papa Francisco y con la tradición de la Orden de Predicadores, León XIV propone a santo Domingo de Guzmán como uno de los rostros concretos en los que la Iglesia puede contemplar cómo el amor de Cristo hacia los pobres se hace predicación, estudio y fraternidad compartida. Dilexi te recuerda así que la verdad del Evangelio sólo se anuncia con credibilidad cuando se proclama desde una vida humilde, itinerante y cercana a los pequeños, como quiso el fundador calerogano.