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Nuestra Señora del Rosario ante los sufrimientos contemporáneos

7 de octubre de 2025

El papa León XIV invita a rezar el Rosario por la paz durante el mes de octubre, recordando la tradición dominica de Nuestra Señora del Rosario como camino de contemplación, esperanza y compromiso ante los sufrimientos del mundo

En un mundo marcado por las guerras, las injusticias, las pandemias y las crisis ecológicas, Nuestra Señora del Rosario sigue siendo signo de esperanza y consuelo para la Iglesia. Su presencia materna recuerda que la fe no se vive desde la evasión, sino desde la confianza activa en medio del dolor. El Rosario que ella entrega a los fieles no es un objeto mágico, sino una escuela de contemplación que enseña a mantener la mirada en Cristo, a cuidar la interioridad y a traducir la oración en gestos concretos de amor y servicio.

Esta devoción, nacida del corazón de la tradición de la Orden de Predicadores, fue confiada —según la tradición— por la misma Virgen a santo Domingo de Guzmán, para fortalecer la predicación y sostener la fe del pueblo cristiano. Desde entonces, el Rosario ha sido un camino sencillo y profundo para contemplar los misterios del Evangelio con los ojos de María, aprender de su paciencia y responder a los desafíos del mundo con esperanza y acción.

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En esta línea se inscribe la reciente llamada del papa León XIV, quien durante la audiencia general del 24 de septiembre invitó a todos los cristianos a rezar el Rosario diariamente durante el mes de octubre, tradicionalmente dedicado a esta devoción mariana, como súplica unánime por la paz. El Pontífice anunció también una jornada especial de oración el sábado 11 de octubre a las 18:00 horas en la Plaza de San Pedro, en el marco del Jubileo de la Espiritualidad Mariana.

La fecha elegida tiene un profundo valor simbólico: coincide con la memoria litúrgica de san Juan XXIII, autor de la encíclica Pacem in terris y recordado por su impulso de reconciliación en tiempos de conflicto, así como con el aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, el 11 de octubre de 1962, aquel día luminoso que el papa Roncalli describió como “un gran día de paz”.

La Virgen del Rosario, madre que acompaña y discípula que contempla, nos enseña a orar con perseverancia y esperanza. Su Rosario, de raíces dominicas, sigue siendo hoy una oración de resistencia y comunión, una cadena que une corazones dispersos y pueblos heridos. Cada cuenta es una palabra de confianza que vence la desesperanza, un latido de paz en medio del ruido del mundo.

Que Nuestra Señora del Rosario nos ayude a sostener la fe, a mirar el dolor sin miedo y a convertir la oración en compromiso por la paz, como ella enseñó a santo Domingo: contemplar para anunciar, orar para transformar.