Frailes de la Reconciliación: los dominicos penitenciarios en Santa María la Mayor (Roma)
Una misión silenciosa de predicación y misericordia
En el corazón de Roma, en una de las basílicas más emblemáticas del catolicismo, una comunidad de frailes dominicos lleva adelante una misión silenciosa y profunda: el ministerio de la reconciliación. Desde hace siglos, los dominicos penitenciarios de Santa María la Mayor acompañan a miles de peregrinos en el sacramento de la confesión, ofreciendo consuelo, escucha y orientación espiritual. Fr. Carlos Ávila O.P., fraile dominico de la Provincia de Hispania, comparte su experiencia personal tras colaborar durante un mes en este servicio, donde la predicación se hace sin palabras, pero no sin fuerza.
Estos días tengo la gracia de formar parte de un servicio muy especial: colaboro por un mes con los frailes dominicos penitenciarios en la Basílica Papal de Santa María la Mayor, en Roma. Un lugar de belleza inigualable, pero, sobre todo, un espacio sagrado donde la misericordia de Dios se derrama cada día a través del sacramento de la reconciliación.
En este ministerio discreto pero esencial, los frailes predicamos sin púlpito, sin micrófono, sin cámaras, pero con el corazón abierto al dolor, la esperanza y la sed de Dios que traen quienes se acercan a confesarse.
Una historia que viene de lejos
La presencia de los dominicos como penitenciarios en Santa María la Mayor se remonta al siglo XVI. Desde entonces, y de manera ininterrumpida, frailes de la Orden de Predicadores sirven como confesores en esta importante basílica romana, una de las cuatro basílicas mayores y una de las más visitadas por peregrinos de todo el mundo.
Hoy, la comunidad está formada por frailes de distintas partes del mundo, entre ellos dos hermanos de la Provincia de Hispania (Fray Pedro Fernández y Fray Miguel Itza), testimonio de cómo la fraternidad dominicana es también católica, universal, abierta a los pueblos y lenguas. Aquí se confiesa en italiano, español, francés, inglés, portugués, polaco, alemán, ruso, ucraniano, etc. Y hasta en silencio cuando hace falta, porque el lenguaje de la misericordia es universal.
El ministerio de la reconciliación: una predicación callada
Predicar no es solo hablar. Los dominicos lo sabemos bien. Predicar es hacer presente la Palabra encarnada de Dios, también en los gestos, en la acogida, en la escucha. En Santa María la Mayor, la predicación se hace sacramento, y el confesionario se convierte en ese lugar donde el alma encuentra alivio, orientación y gracia.
Los frailes dominicos penitenciarios ofrecen este servicio día tras día, hora tras hora, acompañando las lágrimas, las luchas, las heridas y también los pasos hacia la conversión, la paz, el reencuentro con Dios. Es una predicación de misericordia, de esperanza, de verdad.
Un Jubileo de reconciliación
En este tiempo marcado por jubileos y peregrinaciones, el papel del ministerio de la reconciliación cobra una fuerza renovada. Quien peregrina busca algo más que turismo: busca sentido, perdón, claridad, una nueva oportunidad. Y los dominicos estamos ahí, como siempre, para ayudar a mirar la vida desde la fe, para tender la mano en nombre de la Iglesia.
La afluencia es constante y muy variada: desde jóvenes en búsqueda hasta adultos que vuelven después de muchos años. En la cola para confesarse se oyen idiomas de todos los continentes. Pero detrás de cada idioma, hay una historia concreta y un corazón abierto.
Una misión que es de todos
Este servicio no es solo de los frailes que viven allí. Es una misión compartida de toda la Orden. Colaborar, aunque sea un mes, es una forma de participar de esta predicación tan especial, de vivir la fraternidad y de compartir la vida dominicana en un lugar donde la tradición y la actualidad se abrazan.
Predicar es también confesar. Y confesar es una forma muy concreta de amar. La Iglesia sigue necesitando confesores, hombres de Dios que escuchen, acompañen, y hagan visible ese rostro de misericordia que Jesús vino a revelarnos.
La confesión es el abrazo del Padre que te devuelve la dignidad. Ojalá que muchos frailes jóvenes y no tan jóvenes se animen también a colaborar en esta misión. Porque predicar hoy es también saber estar ahí, en silencio, para reconciliar el mundo con Dios.