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Una orden con mucho arte, mucho pasado, mucho presente y mucho futuro

Crónica no oficial del 21 de julio del Capítulo de Vietnam

  Esta mañana de domingo hemos rezado laudes a las 6:30, media hora antes de lo habitual, porque a las siete y media nos esperaban cuatro autobuses para trasladarnos al convento de Santa Catalina, de la congregación, de derecho diocesano, de hermanas dominicas del mismo nombre, que tiene 452 hermanas. Allí está la curia generalicia, el noviciado y el postulantado.

  El viaje ha durado poco más de una hora. Desde el autobús me he dado cuenta de que prácticamente todos los márgenes de la carretera contienen edificaciones. He visto algunas iglesias, muchos bares y mucho comercio. En la carretera había un hormiguero de motocicletas, además de muchos coches (casi todos de marcas japonesas). A la vuelta me he fijado que, en bastantes balcones de las casas, había imágenes del Sagrado Corazón y de la Virgen María. En este país hay mucha gente.

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  Al llegar a la casa de las hermanas nos ha recibido la Familia Dominicana: creo que había casi 300 hermanas dominicas y más de cien laicos. La recepción ha contado con una banda de tambores: un grupo de jóvenes y de niños, dirigidos por un joven y un niño. Tocaban fuerte, pero era agradable. Enseguida hemos entrado en el salón de actos o auditórium del convento. Allí nos esperaba un espectáculo impresionante. No sé si lo sabré describir, pero les invito a que contemplen el vídeo que espero que cuelguen con esta crónica.

  Ha sido un espectáculo de ballet vietnamita-dominicano, con más de 200 artistas y bailarines, que aparte de deleitar, me ha parecido reflejar un alto nivel de cultura y religiosidad. El baile ha estado acompañado de luz, música e imágenes. El espectáculo se titulaba: “un mundo, una familia, una misión”. Ha tenido dos partes: un recorrido por la cultura vietnamita a través de los siglos; y un recorrido por los pasos de la Orden en Vietnam. La imagen de los campos de arroz, los bumbúes, el sombrero cónico de las mujeres, todo ello aparecía en un baile, con unos bailarines elegantemente vestidos de color blanco, con ribetes verdes; y unas bailarinas vestidas de blanco y rosa, también con adornos verdes. Bueno, la bailarina principal iba toda de amarillo.

  Mientras contemplábamos el espectáculo unas muchachas sonrientes nos ofrecían agua fresca y toallitas refrescantes. Lo mejor estaba por llegar. Y lo mejor ha sido el recorrido por la historia de la Orden en Vietnam. Todo a base de simbolismo y de ballet. Se adivinaba el sacrificio de los primeros mártires dominicos que llegaron a Vietnam. Tras su martirio, aparece la figura de Domingo, con una antorcha, que los levanta. La sangre de los mártires españoles se convierte en semilla de nuevos frailes, hermanas dominicas y cristianos.

  Un momento particularmente emotivo, ha sido cuando esos nuevos frailes llegan a una aldea, la gente les rodea para escucharles, una familia les acoge, y el más joven de la familia decide dejar a la familia y marchar con los frailes. La escena siguiente: los frailes le entregan el hábito. Ya no hay sólo españoles. La semilla ha dado fruto. Ahora los frailes empiezan a ser vietnamitas. De pronto aparece el recuerdo que ha posibilitado este crecimiento: en la pantalla hay fotografías y nombres, como Valentín de Berriochoa y Jacinto Castañeda.

  Otro momento emotivo ha sido cuando el ballet simbolizaba a los frailes enseñando y a las hermanas acompañando a los niños y a la gente. De pronto, dos hermanas y un fraile levantan a una muchacha caída y le ayudan a caminar. Había distintos grupos de ballet, que aparecían oportunamente. En la última escena aparecen todos los artistas juntos. Un cantante, acompañado de dos frailes y dos hermanas, canta una melódica canción. Al final todos, que no cabían en el escenario y algunos han tenido que bajar de él, con cañas de bambú, libros, sombreros, cruces, antorchas, velas, abanicos, han cantado el himno del jubileo “Laudare, Benedicere et Praedicare”.

La Orden tiene mucho arte

  Las bailarinas han dejado el escenario y han entregado a cada capitular uno de los abanicos de su espectáculo. Casi todos estos 200 artistas era jóvenes dominicas y dominicos en formación. En este momento he pensado: La Orden tiene mucho arte. Pero tanto arte es signo de una Orden con mucho pasado, mucho presente y mucho futuro.

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  La eucaristía también ha tenido como canto de entrada el himno del jubileo. Ha estado presidida por el obispo dominico vietnamita, fray Paul Nguyen Thái Hop que, por cierto, durante el canto final del solista se ha levantado para entregarle una rosa, que ha arrancado de un ramo del escenario, entre los aplausos del público. Ha tenido como concelebrantes principales a fray Gérard Timoner y a fray Bruno Cadoré. Este Obispo estuvo 14 años de misionero en Perú y habla perfectamente castellano. Su homilía ha terminado con unas preguntas: ¿qué es lo más necesario para cada uno de nosotros y para toda la Familia Dominicana?, ¿cuál es la misión de la Verdad de la Familia Dominicana en este país?, ¿cuál es la contribución más concreta de la Familia Dominicana vietnamita a la Orden en el mundo?

Fr. Martín Gelabert, O.P.