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Estudio y amor a la verdad

30 de marzo de 2017

Estudio y amor a la verdad

Homilía pronunciada en la Basílica de Sto. Domingo de Bolonia, el 27 de Mayo de 1980, sobre los textos: 2 Tim. 4, 1-8; Ps. Resp. 95; Mat. 5, 13-19.

Estas dos páginas bíblicas, de San Pablo y de San Mateo, nos introducen en un clima de gravedad, de urgencia apostólica y también de confianza para celebrar, esta tarde, la memoria de Nuestro Padre Santo Domingo y la actualidad de su carisma en el mundo.

En el marco de los «Martes de Santo Domingo», organizadores, participantes, amigos del Centro, queréis dar gracias al Señor por estos diez años de acción común. Queréis descubrir también juntos, una vez más, esta fisonomía de Domingo hombre auténticamente apostólico, e interrogaros sobre vuestra misión. ¿Cómo vivir el hoy del Evangelio en el hoy de la cultura, estimulados por el carisma dominicano?

1. Hermano Domingo, un hombre ardiente en el estudio y apasionado por la verdad

La figura de Santo Domingo seduce por su delicadeza, su celo apostólico, su dulce y exigente firmeza religiosa, su audacia y su genio institucional. Más raramente, seguimos la huella de su fisonomía y de su vigor intelectual. ¿Por qué?

La gloria de nuestro hermano Tomás de Aquino, ¿habría perjudicado, en este punto, la de nuestro Padre Domingo? No lo creo. En el hermano Domingo es todo tan armonioso y discreto que las más grandes cualidades, las intuiciones más geniales pueden parecer «lo más natural».

¡No nos engañemos! En Santo Domingo, el papel del estudio, la búsqueda apasionada de la verdad, el cuidado de «dar cuenta de su fe» tuvieron un lugar primordial y central.

En Palencia, Domingo fue un estudiante aplicado y hasta austero. Trabajando con ardor, apenas terminó las ciencias profanas, se dedica con pasión a los estudios sagrados. Joven profesor, comenta la Palabra de Dios al pueblo cristiano y enseña también la teología.

Otros acontecimientos que marcan su vida tienen, al mismo tiempo, valor ejemplar para nosotros.

Para él, «compasión», «misericordia» y «ciencia» están unidas. El episodio del hambre, en el curso de la cual vende sus libros, ilustra hasta el extremo lo que debería ser una máxima para sus hijos: « ¡Ay de la ciencia que no lleve al amor! ».

El encuentro con el huésped hereje de Toulouse es un episodio importante para el hermano Domingo y para nosotros: un cambio en su vida que le revela a sí mismo. En cierta manera, sin la ciencia de Domingo, sin su poder de convicción, sin su ímpetu apostólico, que se acerca al de un San Pablo, el hecho «no se habría convertido en un beneficio para el Evangelio». Sin aquella tarde, amigos míos, no estaríamos aquí.

Finalmente, no pensemos que las célebres «disputas» con los albigenses del sur de Francia y los encuentros con los valdenses y los cátaros de Lombardía fueron fáciles. Tampoco, actualmente, es fácil una conferencia, una mesa redonda, un diálogo ecuménico riguroso o incluso una entrevista en la televisión y en la radio.

2. Perfil dominicano del estudio y de la preocupación cultural

En todos estos acontecimientos, estos hechos, no se trata solamente de gracia o de éxito individuales. Santo Domingo traduce en orientaciones fundamentales, institucionales, para su Orden y para todos los que le invocan, estas realidades que el Señor le otorgó vivir y experimentar en su historia personal.

« ¡Conservar a la sal su sabor! », «no disimular la luz», sino que «todo sirva a la gloria del Padre que está en los cielos! ». ¿No es también el programa de la Orden y de todos vosotros reunidos aquí?

De investigación individual, de «lectio divina», en la calma de los claustros, el estudio se hace con el Maestro Domingo, valor religioso estructural para su Orden y para cada uno de nosotros. Orientado a la salvación de las almas, el esfuerzo intelectual da su cualidad doctrinal a la misión, al tiempo que mantiene a un alto nivel espiritual el trabajo apostólico.

Las repercusiones de estas intuiciones son inmensas. Nacido en una época de profundas conmociones culturales, la Orden de los Predicadores tiene un carisma para estar presente en las distintas mutaciones que el mundo puede conocer.

El estudio, la investigación de la verdad están más ligados de lo que habitualmente pensamos a un estilo de vida e, incluso, a una «praxis». Para nosotros, Hermanos Predicadores, miembros de la familia dominicana, hay un pacto entre el estudio y la pobreza, el estudio y la fraternidad, el estudio y las «esperanzas y las angustias de este mundo». ¿No es en esta línea donde hay que saber leer y comprender las orientaciones de nuestros últimos Capítulos generales para la «Justicia y la Paz»?

Por otra parte, tenemos que ser «mendigos de la Palabra de Dios», no sólo en un estudio serio de la Biblia y en oración incesantes, sino también en nuestro encuentro con los hombres. La fe cristiana debe encarnarse. Debe mantener un diálogo con las culturas. No solamente tenemos que hablar «a los» hombres, sino también «con» ellos y recibir de ellos.

Me gustaría añadir que el pacto existe también entre la búsqueda de la verdad y una cierta «itinerancia»: la del predicador que acepta sacrificar «ministerios fáciles» para responder a llamadas más urgentes, más cruciales -como la del cristiano-, en la escuela de Santo Domingo, constantemente abierto a la miseria material y espiritual de los hombres. En nuestra solidaridad humana, y en nombre del Evangelio integral, ¿somos los cristianos suficientemente conscientes de la necesidad de descubrir estos espacios nuevos donde se juega el futuro del mundo: ambientes descristianizados, universos culturales nuevos e incluso marginales, campo de la justicia social, sector de los medios de comunicación social y su integración en la predicación de la Palabra de Dios? (cf. Q. C., n. 15). A este fin, ¿«aceptaremos poner en entredicho nuestras frágiles y a veces rápidas síntesis? ¿Seguimos teniendo una voluntad real de búsqueda de la Verdad en el hoy de la historia de los hombres?

3. Conscientes de la urgencia de la llamada...

Queridos amigos, asiduos como sois del «Centro San Domenico», donde suelen debatirse todas estas cuestiones, mis palabras habrán parecido «ordinarias». En septiembre último, ¿no se celebró aquí una asamblea sobre el tema «Evangelizzazione e culture oggi in Italia»? ¿No evocaban las conclusiones: «En el caos de la cultura la "brújula" cristiana»?

Pese a todo, bueno es que reavivemos estas interrogaciones. San Pablo, en su carta a Timoteo, admirable de emoción y de gravedad, nos invita a proseguir sin desfallecimiento la misión. Y Cristo evoca la radicalidad necesaria a toda vida que quiera dar testimonio del Padre.

Fidelidad al descubrimiento y al anuncio de la Palabra de Dios, mantenimiento de nuestras vidas en el camino recto del Evangelio; que Santo Domingo, «Lumen Ecclesiae», bañe nuestros corazones con su ardor apostólico y nos conduzca, por estos caminos, al encuentro de Cristo en un servicio cada vez más real de nuestros hermanos.

 

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