dominicosEl Espíritu Santo, animador de todas las obras de la Iglesia
Reflexión sobre el Espíritu Santo y su acción en la Iglesia, tomando cinco párrafos del libro "Los dones del Espíritu Santo" escrito por el maestro en Teología M.M. Philipon y publicado en 1966 en Barcelona.
La constitución “Lumen gentium”, del concilio Vaticano II, sobre el “misterio de la Iglesia”, contiene en su número 4 estas palabras que nos servirán de introducción:
“Cuando estuvo consumada en la tierra la obra que Dios Padre había encomendado realizar a su Hijo, fue enviado el Espíritu Santo el día de Pentecostés a fin de santificar indefinidamente a su Iglesia y para que de este modo los fieles tuvieran acceso al Padre por medio de Cristo en su mismo Espíritu.
Este es el Espíritu de vida o la fuente que salta hasta la vida eterna.
Y por este Espíritu el Padre vivifica a los hombres..., hasta que resuciten sus cuerpos mortales en Cristo.
Ese Espíritu habita en la Iglesia y en el corazón de los fieles como en un templo... y guía a la Iglesia a toda la verdad, y la unifica en comunión y ministerio...”
Asumamos con fe viva esa síntesis doctrinal del Concilio sobre la actuación del Espíritu Santo, y hagamos en cinco breves reflexiones un pequeño comentario que facilite su comprensión o al menos ofrezca puntos de meditación.
Tomaremos como base para las lecturas cinco párrafos del libro “Los dones del Espíritu Santo” escrito por el maestro en teología M.M. Philipon, O.P. y publicado en castellano por la editorial Balmes, en Barcelona, el año 1966.
Todos vivimos bajo la acción del Espíritu
En esta primera reflexión, hecha desde la fe, desde la creencia sincera en Dios que es Padre, Hijo y Espíritu, se muestra que tanto las acciones de la vida íntima en Dios como de la vida espiritual del hombre están presididas y animadas por la fuerza unitiva y estimuladora del Espíritu Santo; y que esto acontece, para los creyentes, en cualquier momento, lugar o cultura. El Espíritu de Dios lo invade todo.