La Virgen de Mayo

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La Virgen de Mayo

Una oración a la Virgen María, Madre de Dios y Madre de la Iglesia.


Santa María, Madre de Dios y Madre de la Iglesia .

Te puedo saludar con  títulos grandes:

Madre de Dios, Virgen perpetua, Nueva Eva, Reina del cielo...

Pero puedo recordarte como sencilla esposa de José,

vecina sin relieve, oyente de la Palabra,

anónima en la primera comunidad cristiana...

 

Lo mejor que hay en ti no es para ti sola, es para todos,

 y tú eres modelo en la fe, y madre en el orden de la gracia.

 

Experimentaste la misericordia del Padre,

 la influencia del Espíritu, la carne del Verbo, el Hijo de Dios, tu Hijo,

 fuiste dichosa, más que ningún mortal, pero dichosa por creer.

 

Con las generaciones que te llaman dichosa, te invocamos:

 Preside nuestra vida desde el altar donde reinas sufriendo,

          desde nuestros corazones donde ejerces de Madre.

 Tú que fuiste novia y desposada, protege a los jóvenes.

 Tú que fuiste Madre y Virgen, protege los hogares y las vocaciones.

 Tú que fuiste Inmaculada, protege nuestra salud y nuestra ética.

 Asunta al cielo en cuerpo y alma, ruega a Dios por nuestra madurez.

 Tú que cantaste el orden de Dios en el Magnificat,

          enséñanos a valorar a los pobres,

 a estar en medio del mundo y del mal, en estado de canto.

 Tú que tuviste que huir a Egipto, ayuda a los emigrantes.

 Tú que engendraste al Salvador del mundo y Redentor de todos,

          edúcanos en la superación de razas y colores,

          de patrias y culturas, de sexos y religiones,

          de filosofías y políticas...

 enséñanos a acoger al Espíritu y concebir la Palabra,

a ver en los sacramentos de la iglesia la vida que comenzó en tu vientre,

a ser, en la comunidad, perfectos como el Padre, pero sencillos,

a ser profundos como imágenes de Dios que somos, pero humildes,

a guardar estas cosas meditándolas en el corazón,

a vencer el mal con el bien y llegar a compartir tus alegrías,

 

Tú que afrontaste conflictos con la sola técnica de la palabra,

 enséñanos a ser racionales y dulces, ingeniosos y celebrativos,

 pacíficos creativos y pacificadores...

 

Ayúdanos a convivir en paz en el único mundo que hay,

 

Un mundo tan grande, tan rico, tan hermoso... Oh Virgen gloriosa y bendita.

Madre de Dios y Madre de la iglesia,

bendita en tus misterios y tus glorias,

y bendita en tu poder intercesor sobre los hombres.

 

Dichosa te han sentido los cristianos,

y así te aclamaron los Concilios,

con poemas te veneran las liturgias,

entre milagros te ven los pecadores y los pobres...

 

Con esquema de rosas te predicó Santo Domingo,

en ese ramo fresco del Rosario.

Y hoy en esta primavera de mayo y de jardines,

te aclamamos, rendidos...

 

Madre de Dios, enséñanos a Dios, tú que le diste nuestra figura,

enséñanos la iglesia, tú que fuiste su primera verdad,

enséñanos la dignidad del ser humano, tú, Inmaculada,

la dignidad del hombre hecho a tu imagen,

la del varón, tú que engendraste al Nuevo Adán, el primogénito,

la dignidad de la mujer, tú Nueva Eva, respetada y querida por José,

 

Enséñanos cómo tratar al emigrante, tú que huiste a Egipto,

cómo ser dignos y ser pobres,

tú que cantaste la suerte del pobre en el Magnificat,

cómo querer al enfermo y al anciano,

cómo esperar la muerte y cómo tratar los miedos y terrores,

cómo preparar el destino de mi alma y de mi cuerpo,

tú que tienes cuerpo y alma en estado glorioso...

 

En este mayo pujante de vida y de promesas,

tú, belleza incorruptible, flor de flores,

enséñanos a ser de Dios para ser nuestros,

a creer, amar, esperar, para ser enteramente humanos,

a ser cristianos, comunitaria, eclesialmente,

a ser ciudadanos despiertos, serviciales...

Y en este mundo que es único y de todos,

enséñanos la paz, don de Dios, cosecha de evangelio,

lección de ángeles, herencia de hijos, triunfo de hermanos,

¡Oh Virgen gloriosa y bendita!

Miguel Iribertegui Eraso, O.P.