El silencio de la noche

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El silencio de la noche

El silencio nos abre a grandes interrogantes y si se trata del silencio de la noche, nada mejor que aquel grito del Profeta: “centinela: ¿qué hay de la noche?”

El silencio de la noche es una vela nocturna que pone al vigía en actitud de expectación. ¿Qué podría decirnos el hombre del silencio de la noche?, ¿qué ve?, ¿qué intuye?, ¿qué barrunta?, ¿qué atisba?, estos interrogantes, sinónimos de una misma realidad, podrían ser respondidos con un Himno litúrgico vespertino: “Vi los cielos nuevos y la tierra nueva. Cristo entre los vivos y la muerte muerta”. Esto es lo que en su capacidad óptica interna, ve el hombre del silencio nocturno: el Dios de la Vida.

La noche por sí sola, se nos presta apta como espacio para el silencio. Pero no se trata sólo de ver en la noche como esa capacidad del silencio por sus connotaciones en el tiempo y en el espacio; para los orantes nocturnos, la noche es como la salida del sol, porque descubren a cara descubierta el Rostro del Señor. Para el orante la noche es la máxima claridad,el resplandor de la luz meridiana; es la realidad del grito del salmista: “tu luz Señor, nos hace ver la luz”.

En la noche parece como si el tiempo se quedara en suspenso. La noche es como la inmovilidad del tiempo, la proximidad de la eternidad. En la noche la tierra queda en el descanso del sueño, el firmamento nos atrae y miramos los astros que brillan: “lucen alegres en honor de quien los hizo”(Bar 3,34-35). La noche es el momento mas propicio para cantar con el salmista: “el cielo proclama la obra de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos”(Sal 18,1). Todo parece ser protegido en la noche.

En la noche, todo parece recién estrenado: la luna, las estrellas... todo como recién salido de las manos del Creador. Carlos de Foucauld en el Sahara bendecía sus insomnios porque le permitían estar en la contemplación de Dios y su obra creadora.

El silencio es una pura y limpia atención a Aquel que nos habita, por eso el silencio es la mejor forma de hospitalidad para acoger al “amigo intimo del alma”que llega a Betania con la necesidad de que alguien le preste atención desde la ausencia total de palabras , en un clima de pura llama de atención amorosa .

Hablar del silencio y del silencio de la noche en un mundo en que las horas de la nocturnidad se nos brindan para estar en conexión con tantas cosas desde las nuevas tecnologías, parece un absurdo, pero las horas del orante la noche y del silencio de los grandes orantes de la historia están ahí. Las nuevas formas tecnológicas nos abren ventanas de comunicación y contactos insospechados. Nunca como hoy el hombre se siente realizado en sus anhelos de comunicación.Pero vamos a hacer un recorrido desde las grandes figuras bíblicas hasta los hombres y mujeres orantes de nuestros días que hicieron de la nocturnidad los tiempos más fuertes para el encuentro con Dios y para trabar las grandes batallas de su cercanía a El.

Algunos orantes bíblicos

Amparado en la noche Dios habla con Abrahán y le promete una posteridad de la que nacerá el hijo de la promesa. Conocemos el episodio del sacrificio que Dios le pide al sacrificar ese hijo. Cuando Abrahán toma decisiones sobrecogedoras en su vida, siempre lo hace al despuntar un nuevo día, lo que indica que tales resoluciones han sido primero decididas a la luz de la nocturnidad orante del padre de nuestra fe.Por ejemplo, cuando despide a Agar la esclava y a su hijo Ismael por indicación de Sara, el Libro Sagrado apunta que Abrahán se levantó muy de mañana, tomó pan y un odre de agua y se lo dio a Agar; puso el niño sobre sus hombros y la despidió”(Gn 20,14). Todo acontecer en la fe, se hace en la noche oscura interna de los orantes. Decía Platón: “Cuando es hermoso creer en la luz es de noche”. Pero lo que acontece en oscuridad dentro del alma, acaba siempre siendo claridad; lo cantó también el salmista: “la noche es clara como el día”. Y Juan de la Cruz se hará reiterativo en el canto de la “Fonte”: “que bien se yo la fonte que mana y corre aunque es de noche”

Jacob obtiene la bendición de Dios al despuntar la aurora, pero la lucha se entabló en la noche: “Jacob salió de Berseba y fue a Jarán . Llegando a cierto lugar, se dispuso a hacer noche allí porque se había puesto el sol...”Todos conocemos el suceso que nos relata el texto sagrado. La lucha con Dios también la lleva Jacob a cabo en la noche: “Y habiéndose quedado Jacob solo, estuvo luchando alguien con él hasta rayar el alba”(Gn 32,25).

La liberación de Egipto se lleva a cabo en la noche, una noche que quiso Dios que se conmemorara por siempre. (Ex 12,42).

Y pegando un salto de siglos en la historia del tiempo, llegamos a la “plenitud de los tiempos”para llegar al acontecimiento cumbre de la historia salvadora de Dios: “Cuando un sosegado silencio todo lo envolvía y la noche se encontraba en la mitad de su carrera, tu Palabra omnipotente, cual implacable guerrero, saltó del cielo desde el trono real”(Sap 18,14-15). Y la Palabra se hizo carne en el silencio de la noche. El texto lucano expresa en detalles la experiencia de unos hombres que de pastores pasan a ser adoradores nocturnos del Hijo de Dios: “Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió con su luz...”(Lc 2,8-10).Siempre Dios es luz en medio de la más oscura noche y en su luz envuelve la noche de la fe de los hombres.

Pablo también se pone en la lista de los grandes orantes bíblicos, basta recordar aquel hecho milagroso de la liberación de los misioneros que se lleva a cabo mientras él y Silas: “Oraban hacia la media noche cantando Himnos a Dios”. El texto sagrado dice: “los presos escuchaban a Pablo y Silas que cantaban himnos a Dios. De repente se produjo un terremoto tan fuerte que los mismos cimientos de la cárcel se conmovieron: Al momento quedaron abiertas todas las puertas y se soltaron las cadenas de todos”(Hch 16,25-26)

La noche del orante puede ser una luminaria en la en la oscuridad de los hombres . Y siempre que somos capaces de hacer silencio dentro de nosotros mismos, convertimos la temporalidad diurna, en nocturnidad luminosa.

Queremos hablar del silencio desde su dimensión espiritual. Para una referencia del silencio desde la metafísica, la axiología del silencio, etc, recomendamos el libro de Patricio García Barriuso, titulado “EL SILENCIO”(Análisis y estructura). Nosotras hablamos del silencio desde la experiencia de unas vidas gastadas en el cultivo de la interioridad de hombres y mujeres que fueron capaces de llevar a cabo toda una tarea labrada en el silencio y que han marcado fuertemente la historia .

No es fácil hablar del silencio, este presentimiento lo tenía allá por el siglo XII Adán de Perseigne, quien nos advertía de esta dificultad. Si esto ocurría en una época en que el diálogo, la comunicación , se reducía a un entorno social de un grupo reducido de personas: ¿qué dificultades no encontraremos en los comienzos del siglo XXI, en que los hombres y mujeres parece hemos enfermado de tanto hablar?.

No se puede expresar lo inexpresable. Patricio García afirma: “Las cosas del espíritu no son opuestas a la razón, sino sencillamente, que la supera o la trasciende. Las cosas del espíritu pueden ser “tocadas”por la razón, algo dice de ellas el entendimiento, diciendo que no se pueden decir”. En definitiva, que ante lo inefable, hay que callarse.

Dicen que es más fácil permanecer ociosos que escribir o hablar sobre el silencio. Los místicos se encontraron con esta dificultad y se enfrentaron con ella para decirnos siquiera algo. Por eso es obligado siempre que se habla de Dios, de su experiencia, recurrir a estos “amigos íntimos de El “que son los místicos. Escuchemos algunas expresiones del místico de la Turingia sajona, el Maestro Eckhart : “Si Cristo te habla al alma, has de quedar solitaria y en silencio, si quieres escuchar a Cristo, has de saber callar”. “Ninguna unión es mayor que la que se da entre las tres divinas Personas que son un solo Dios. Después de ella, ninguna unión es más grande que la que se da entre Dios y el alma. “Cuando Dios mira a la criatura, le da con ello el ser; cuando la criatura mira a Dios, recibe con ello su ser”. Si sucediera que un alma recibiese un beso de la Divinidad, se encontraría llena de perfección y de dicha, abrazada en unidad”.

Los místicos rompieron el silencio en el que se desenvolvía su existencia para decirnos algo de lo que ellos intuían de Dios, que no fue poco.

Pese a todo, el silencio sigue teniendo hoy un fuerte atractivo; alos jóvenes les atrae irresistiblemente y encuentran que el silencio les realiza, necesitan el sosiego interior que les ofrece el silencio como forma plena de realización personal; a pesar de que las nuevas generaciones también se muevan en la órbita de los valores del diálogo, de la amistad, buscan y valoran esos espacios que solo el silencio les ofrece para intimar con el Amigo íntimo Jesucristo; es tal vez aquello que diría Tomas de Aquino: “Creature omnes tendunt assimilari Deo”, dicho de otra manera: “Hay en toda la creación una nostalgia del Creador”. Si pues toda la creación vive en nostalgia de Dios, ¿cual será la nostalgia del corazón del hombre?. El hombre espiritual vive la mordedura de la nostalgia de Dios en su existencia, la nostalgia de Dios es un “dardo”de fuego que traspasa el corazón del orante .

El silencio de la noche en perspectiva dominicana

Santo Domingo de Guzmán forma parte también de esta lista de los grandes orantes nocturnos. La vida de este gran orante se parte en dos, se fracciona por así decir para dedicar el día a los hombres y la noche a Dios. Desde esta perspectiva Domingo se nos presenta no sólo como el “Predicador de la Gracia”que expandía la Buena Noticia del Evangelio, sino también como el hombre nocturno que bebía el “Agua de la Sabiduría”en la fuente “que mana y corre aunque es de noche”.

¿Cómo es pues en la tradición dominicana el silencio de la noche? Para nosotros, Dominicos y Dominicas, la figura clave de nocturnidad orante es Santo Domingo.

Nos vamos a asomar a las ventanas de los “modos de orar”que son para nosotros la referencia mas segura de lo que la noche significó para Santo Domingo como espacio de tiempo sosegado de su encuentro con Dios.

Según el P. Iturgaiz O.P., el tratado de los “Modos de orar” lo consideramos como la fuente hagiográfica y transmisora de la tradición manuscrita y miniaturística”. Pero tenemos que considerar que las formas adoptadas por Santo Domingo para orar, siempre se llevaron a cabo en la noche, y esto lo sabemos gracias a la curiosidad nocturna de aquel buen fraile que en la noche buscó a Domingo y lo vio a través de los entresijos que daban a la Iglesia orando en las formas o “Modos”que conocemos y que sus gritos a favor de los “pobres pecadores” los lanzaba desde la Iglesia en la noche.

Para Santo Domingo por tanto, la noche no solo va a ser espacio del encuentro con Dios, sino una continuidad del contacto con sus hermanos los hombres a quienes había dedicado el día por entero . De aquí nace nuestra contemplación de encarnación: Domingo era el contemplador de Dios desde una dimensión de comunión con los sentimientos del Verbo, para quien el hombre, la humanidad entera fue el objeto de su entrega total en su misión salvadora. Domingo como Cristo, no deja nunca aparcado al hombre a un lado mientras goza de la contemplación del Rostro de Dios; gustaba de su presencia y simultáneamente gritaba : “Señor, ¿que será de los pobres pecadores?.

Tenemos también una figura femenina en la tradición de la Orden que no se nos puede escapar a la hora de englobar la lista de nuestros grandes orantes nocturnos aunque solo sea fijándonos en dos figuras claves de nuestra tradición: Es Catalina de Siena. ¿Que hizo Catalina con sus noches? Cierto que no tenemos el testimonio de Domingo sobre el empleo de sus noches, pero nos basta conocer lo que Catalina hizo en una noche para saber cómo fueron las demás de su vida. Sabemos que poseía un cuerpo frágil por lo que podemos pensar en buena lógica que Catalina empleara sus noches para el descanso y así lo haría en muchas de sus horas. Pero cuando la santa vivía momentos importantes en la vida de la Iglesia, dedicaba sus noches a orar intensamente por la “Esposa de Cristo”. Conocemos aquel momento fuerte eclesial cuando el Papa Gregorio XI regresa de Aviñón a Roma. El regreso papal se produjo en la noche: Toda Roma esperaba expectante la llegada del Papa con antorchas encendidas, dicen que los ojos de los romanos buscaban cómo localizar a Catalina, protagonista de aquel hecho, pero nadie la vio. ¿Donde estaba Catalina aquella noche, en aquellos momentos tan importantes para la cristiandad?: Encerrada en la habitación de su casa vivía el acontecimiento en una oración que duró toda la noche.

Estas son las dos figuras claves de la nocturnidad orante de la vida dominicana.

El silencio de la noche como necesidad vital hoy

Nosotros, hombres y mujeres de hoy, necesitamos del silencio de la noche para alejarnos de la temporalidad de las cosas, porque no hay nada como el silencio para enfrentarnos con esta realidad de lejanía de lo temporal. Los días de nuestro tiempo están demasiado llenos, demasiado ocupados, no queramos por tanto hacer de nuestras noches un tiempo para el acoso de la comunicación a través de los medios que nos bombardean : Internet, Radio, Televisión, etc, dejemos que las noches de los seguidores de Jesús sean espacios aunque sean breves, para la conexión con El. Dejemos en la noche nuestra interioridad en reposo sosegado: “entremos mas adentro en la espesura”......... “Y allí nos entraremos y el mosto de granadas gustaremos....... ¡Que bien lo cantó y vivió Juan de la Cruz!.

La noche para el orante tiene sabor de Dios. En la noche el orante tiene un saboreo de lo divino.

El silencio en la noche se nos hace búsqueda y encuentro del ser amado. Así lo vivieron y entendieron los místicos, cierto que sólo a tientas estos hombres y mujeres de la experiencia de Dios pudieron decirnos algo de lo que experimentaron, y es que las experiencias místicas son inefables e indecibles, no hay vocablo que pueda expresarlas. El místico quiere decir lo que no es posible decir, y por eso como que se rompe en su intento de decirnos lo inalcanzable e inexplicable. Santa Teresa encontró tales dificultades para expresarlo que acaba diciendo: “Una merced es dar el Señor la merced y otra entender qué merced es, y otra es saber decirla y dar a entender cómo es”.

Pero ahí tenemos la noche como un reto con el que enfrentarnos , para hace runa parte mínima de ella, tiempo sosegado para nuestra interioridad que nos lleve a desembocar en Dios.

Sor Inmaculada Redondo, OP
Monasterio de San Miguel (Trujillo)