La vida monástica y la nobleza como referencias de santidad

La vida monástica y la nobleza fueron ejemplos de santidad en la Alta Edad Media debido a las reformas de Carlomagno, pero fracasó con el laicado.


La vida monástica como referencia de santidad

Como acabamos de ver, la vida monástica seguía siendo una gran referencia de santidad en medio del pueblo fiel. Cualquier persona que quería ser santa debía fijarse en ella: practicando la castidad, la pobreza y la obediencia, haciendo duros ejercicios ascéticos, viviendo fuera del «mundanal ruido», dedicando mucho tiempo y esfuerzo al rezo, etc. Hay un texto que puede ilustrarnos sobre cómo era la vida de un monje benedictino de aquella época. Al finalizar su Historia de los ingleses, san Beda el Venerable (673-735) dice lo siguiente:

«Yo, Beda, siervo de Cristo y sacerdote del monasterio de San Pedro y San Pablo, de Wearmouth y Yarrou, he compuesto con la ayuda de Dios esta historia, aprovechando en ella los documentos antiguos, las tradiciones de los ancianos y lo que he podido ver con mis ojos. Nací en el pueblo de dicho monasterio y cuando no tenía más que siete años, mis padres me pusieron bajo la dirección del abad Benito.

Desde aquella época he pasado toda mi vida dentro del claustro, repartiendo el tiempo entre el estudio de las Sagradas Escrituras, la observancia de la disciplina monástica y la carga diaria de cantar en la Iglesia. Todas mis delicias eran aprender, enseñar o escribir. A los diecinueve años fui ordenado de diácono, y a los treinta de sacerdote. Ambas Órdenes las recibí de manos del obispo Juan de Beverley. Desde mi admisión al sacerdocio hasta el año presente, en que cuento cincuenta y nueve de edad, me he ocupado en redactar para mi uso y el de mis hermanos algunas notas sobre la Sagrada Escritura, sacadas de los Santos Padres o en conformidad con su espíritu e interpretación».

Nobleza y santidad

En esta época surgió otra figura de santidad: el noble. Recordemos que Carlomagno consideraba que había sido llamado por Dios para desempeñar su labor de emperador. Esta idea se extendió, de tal forma que se veía a la nobleza como una vocación divina, es decir, como a personas especialmente escogidas por Dios para ocupar su estatus social y político.

Esto se adaptaba muy bien a la imagen de Jesús Pantocrátor: Rey y Señor del universo. Y tenía una importante y beneficiosa contrapartida: al menos teóricamente, los nobles estaban moralmente obligados a actuar de un modo acorde a su supuesta santidad: defendiendo a los indefensos, no explotando a su pueblo, siendo justos, no declarando guerras por mero capricho o para demostrar su hombría, etc.

Por otra parte, en esta época se promovieron mucho las biografías de los santos, con el fin de edificar y educar cristianamente al pueblo fiel. Pues bien, sus autores, además de esmerarse en mostrar que los protagonistas seguían el modelo de espiritualidad monástico, les buscaban parentescos nobiliarios para mostrar que, efectivamente, eran santos. Este tipo de biografías perduraron muchos siglos.

¿Cuáles fueron las reformas de Carlomagno?

Ante la lamentable situación en la que se encontraba la Iglesia en el siglo VIII, Carlomagno consideró que era necesario acometer una reforma en profundidad que abarcase todos los estamentos: el monacato, el clero y los laicos.

La reforma del monacato fue la más exitosa. En la sección anterior vimos que el Papado apoyó la expansión de la Regla de san Benito desde su aparición, a mediados del siglo VI. A pesar de ello, a comienzos del siglo VIII en Europa occidental coexistían una gran cantidad de Reglas monásticas y, además, la calidad espiritual de algunas de ellas no era la más deseable. Bueno, pues Carlomagno decidió acabar con este problema en su territorio y ordenó que todos los monasterios –femeninos y masculinos– se rigiesen por la Regla de san Benito, quedando prohibidas el resto de las Reglas. Más tarde se promovió la Reforma Aniana.

¿Qué problemas tuvo Carlomagno para reformar el clero?

Sin embargo, la reforma del clero fue más difícil. Tengamos en cuenta que a partir del siglo IV la vida clerical comenzó a convertirse en un fácil medio de obtener prestigio, poder y recursos económicos, por ello, fueron muchos los que desde entonces se incorporaron al clero sin haber sido llamados por Dios y, además, sin una buena formación.

Esto era algo muy generalizado en la Alta Edad Media, pues apenas se hacía un serio discernimiento vocacional y no había seminarios para la formación de los clérigos. Todo ello tuvo una lógica consecuencia: la insuficiente calidad moral y espiritual de una parte del clero secular.

Ciertamente, hubo muchos diáconos, sacerdotes y obispos que desempeñaban su labor con gran celo, pero todo indica que también fueron muchos los que, desgraciadamente, no daban la talla. Este problema se arrastró durante siglos. Por ello Carlomagno tomó cartas en el asunto. Su propósito era que el clero secular fuese más culto y ejemplar, y que celebrase la Eucaristía y el Oficio divino con una liturgia unificada.

¿Cómo era la regla de san Crodegando? ¿Cómo afectó al clero secular?

Para ello, el emperador emprendió una reforma que buscaba «monastiquizar» al clero secular, obligándole a vivir en comunidad bajo una Regla. El motivo era muy sencillo: para vivir la vocación sacerdotal en soledad –como es costumbre en el clero secular– es necesario tener una gran madurez humana y espiritual; cuando esto no se da, una buena forma de proteger al sacerdote de los peligros de la vida es hacerle vivir en comunidad siguiendo una Regla de vida.

La Regla escogida para el clero fue la de san Crodegando (712-776). Este santo fue obispo de Metz. Escribió la Regla en el año 754 para los canónigos de su catedral, basándose en las Reglas de san Isidoro, san Benito y, sobre todo, en la de san Agustín. En ella se pide a los sacerdotes que vivan en un mismo edificio, con comedor y dormitorio comunes, guardando un ambiente de silencio, haciendo trabajo manual y asistiendo al rezo comunitario.

Pero cuando Carlomagno intentó imponer esta Regla a todos los clérigos diocesanos del Imperio, no tuvo éxito. Tampoco lo tuvo su hijo, el emperador Luis el Piadoso. Aunque sí se consiguió que muchos clérigos siguiesen algunos de los preceptos de esta Regla, lo cual mejoró la calidad espiritual de su vida.

¿Por qué Carlomagno fracasó en la reforma para los laicos?

Desgraciadamente, la reforma de los laicos fue un rotundo fracaso. Carlomagno dejó dicha reforma en manos de los teólogos que había reunido en Aquisgrán. Se trataba de un buen grupo de pensadores conocedores de las Sagradas Escrituras, los Padres de la Iglesia y la filosofía griega. Éstos intentaron recuperar los antiguos valores humanísticos, pero como su iniciativa no fue promovida oficialmente por el Imperio, su repercusión en el pueblo fiel fue muy pequeña.