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“Nos encargó el servicio de reconciliar...” (Meditación para el cuarto domingo Cuaresma)

29 de marzo de 2019

Imagen: C. D. Friedrich, “Dos hombres contemplando la luna”, (1819). Dresde, Gemäldegalerie. - Nos situamos en un paisaje nocturno. No es fácil pintar la noche. En ella, lo más importante es lo que no se ve, lo que se desconoce o apenas se adivina. En la noche se dan la complicidad y la amistad, también los grandes sueños y los planes de huidas… Es de noche, como tantas veces está oscuro a nuestro alrededor. - Pero en la noche brilla una luz frágil. La luna creciente adelanta la luminosidad del misterio, como la luz cuaresmal apunta al brillo de la Pascua. Es el centro de la escena. Pasiva, inmutable, eterna. Siempre se esconde una luz en nuestros caminos, aunque su fuerza solo pueda iluminar para dar un pequeño paso, el humilde paso que ahora se nos pide dar… - Estamos en el camino. ¡Vivir es caminar siempre! A veces, como en la imagen, se nos invita a subir y no resulta fácil. Duele. No hay perspectiva, horizonte o profundidad. Se nos esconde detrás de cada curva un misterio, no adivinamos qué nos traerá el mañana, la siguiente etapa. Más que camino es aventura, reto que esconde bajadas y ascensos. Pero hay en nosotros una fuerza interior que nos empuja a seguir avanzando. Y si se para, que sea, como en la escena, para contemplar o encontrar sentido, para empaparse de vida y de belleza. No vale tirar la toalla o quedarse al borde. Caminar, seguir avanzando… - Y en el camino, un encuentro. ¡Muchos encuentros! Dicen que conversan el pintor y el joven discípulo que tendrá una muerte prematura. ¿O es quizás el padre que salió a esperar al hijo menor, intuyendo que volvería? Dialogan, se comunican, abren el corazón. O tal vez están en silencio. Pero se entienden, hay una complicidad entre ellos. ¿Quién sabe si no son los dos hermanos que, por fin, se reconcilian y se dejan ver a corazón abierto? En el encuentro la luz aumenta y se ve mejor… - Y testigos de esa conversación de amistad, la encina y el abeto. La una apenas sin vida; raíces, tronco y ramas que fueron y ahora serán leña para el fuego. El otro, frondoso y con todo el futuro por delante. La muerte y sus infinitas caídas; la vida y sus posibilidades en ciernes. Las dos experiencias, que aquí son árboles, acompañan lo humano y lo hacen crecer. No hay juicios, ni violencia de uno sobre otro. Todo lo redime y humaniza el encuentro, la huella de Dios que envuelve lo humano. - En palabras del Papa Francisco: “Este misterio de salvación, que ya obra en nosotros durante la vida terrena, es un proceso dinámico que incluye también a la historia y a toda la creación. San Pablo llega a decir: «La creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios» (Rm 8,19). […] Si no anhelamos continuamente la Pascua, si no vivimos en el horizonte de la Resurrección, está claro que la lógica del “todo y ya”, del “tener cada vez más” acaba por imponerse.” (Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma de 2019) https://www.dominicos.org/espiritualidad/meditacion/meditacion-cuaresma-servicio-reconciliar/