Multimedia

“Quítate las sandalias de los pies...” (Meditación para el tercer domingo Cuaresma)

22 de marzo de 2019

Imagen: C. D. Friedrich, “El árbol solitario” (1822) Alte Nationalgalerie, Berlín. - En el centro de la imagen se levanta un árbol viejo. Tiene la solera de los años: una altura espectacular, que sugiere unas raíces profundas y nutridas del pequeño lago que se sitúa al lado. Solitario, único. Se convierte en el centro de un paisaje hecho para él… Las ramas superiores se van muriendo. Tuvo un maravilloso pasado, pero ahora empieza a verse frágil y vulnerable… Como tantas personas y empresas, como yo mismo… - Parece solo, aislado… pero no es así. En la lejanía se une a otros árboles dispersos por el campo que quizás en otro momento fue bosque. Todos ocupan su sitio. Cercanos, pero sin invadirse. Se respetan en el espacio y en él crecen. No parecen dar frutos: simplemente están. Colaboran a crear una armonía que ya de por sí es belleza. - Une lo diverso: el cielo (la realidad del Misterio y lo eterno) con la tierra (frágil, humilde, efímera). Su copa envejecida sirve de flecha que apunta y señala a lo que nunca se acaba. Esa parece su misión, evocar lo que desborda. Aunque quizás pocos reciban el mensaje… Y además su ramaje ha servido de refugio a animales que han gozado de su sombra, como ahora hace el pastor. Su creciente vulnerabilidad no hace ruido ni bloquea su misión de siempre. Es instrumento de asombro, de belleza y comunicación. - No da frutos. Nunca los dio ni los dará. Su misión es improductiva, cerca del pueblo y de los hombres que cultivan los campos. Nadie nunca pensó en talarlo. No es de nadie: creció, tal vez, silvestre a la orilla del agua… - Las montañas protegen el valle del mal tiempo. Y sirven ahora de punto de comparación: el árbol es más grande que ellas. Juega con los colores de un amanecer (o atardecer que cierra etapas) que se descubre en un cielo que no acaba, inabarcable, eterno. Se extiende en lo alto, pero deja su huella (sacramento) en los estanques del suelo… Como si las raíces del árbol no estuvieran del todo abajo sino también arriba… - Alrededor, los humos señalan fuegos, hogares, humanidad y calor, vida y trabajo. Es el espacio de lo útil y perdurable, de lo práctico y vital para el ser humano. También se nos oculta, junto con las prisas y el bullir de las gentes. Justo la antítesis de un árbol que no tiene valor y que en algún momento arderá en esas hogueras… - “Cuando se manifiesten los hijos de Dios, también la creación podrá “celebrar la Pascua”: abrirse a los cielos nuevos y a la tierra nueva (cf. Ap 21,1). Y el camino hacia la Pascua nos llama precisamente a restaurar nuestro rostro y nuestro corazón de cristianos, mediante el arrepentimiento, la conversión y el perdón, para poder vivir toda la riqueza de la gracia del misterio pascual.” (mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma de 2019)