Presbíteros dominicos – Aragón, siglos XIII-XIV
Domingo y Gregorio fueron dos presbíteros dominicos que inicialmente pertenecían a la provincia de España. En el año 1301, al formarse la Provincia de Aragón mediante la segregación de los conventos de la Corona de Aragón, ambos pasaron a formar parte del convento de Predicadores de Huesca, fundado en 1254.
Como era costumbre en la época, desarrollaban su labor como predicadores itinerantes, saliendo de dos en dos por el territorio eclesial asignado a los predicadores de Huesca. Su misión incluía la predicación en iglesias y pueblos de las diócesis de Huesca y Barbastro, siendo especialmente significativa su presencia en la comarca de Ribagorza, donde anunciaban la Palabra de Dios, sostenidos por la hospitalidad y limosnas de quienes les acogían.
Durante una de sus campañas, en la que alternaban su predicación entre La Puebla, Besians y Perarrúa, una fuerte tormenta les sorprendió mientras se dirigían de Besians a Perarrúa. Buscaron refugio en una gruta, que probablemente ya conocían, pero las paredes de la cueva cedieron por la fuerza de la lluvia y quedaron sepultados. Al ver que no llegaban a su destino, los vecinos de Perarrúa, conscientes del peligro y conocedores del terreno, salieron en su búsqueda. Finalmente, encontraron sus cuerpos cubiertos de lodo.
La tradición cuenta que, en ese momento, se produjeron fenómenos extraordinarios: repique de campanas, luces sobre el lugar y otros signos sobrenaturales que guiaron a los vecinos hasta el sitio del suceso.
Al conocerse su muerte, entendida como una entrega al servicio del Evangelio, los fieles comenzaron a venerarlos como auténticos servidores de la Palabra de Dios. Esta actitud dio lugar a una devoción popular sincera, especialmente en la diócesis de Barbastro.
Tras una larga espera, el Papa Pío IX reconoció oficialmente su culto en 1842. En Besians se les dedicó una capilla en su honor. Las crónicas de la Orden de Predicadores los incluyen entre los “predicadores célebres”, mencionando su muerte violenta, como por ejemplo en la obra Année Dominicaine (26 de abril, pp. 655-656). Sin embargo, no se conservan muchos documentos históricos que amplíen con detalle la tradición.
Oración
Oh Dios, cuya misericordia no tiene límites, te pedimos humildemente que, por intercesión de los Beatos Domingo y Gregorio, seamos liberados del peso de nuestros pecados y alcancemos, como ellos, la gloria eterna.
Fuente:
MARTÍNEZ PUCHE, José Antonio: El año dominicano. 800 años de santidad en la Orden de Predicadores : santos, beatos, venerables y siervos de Dios, Edibesa, Madrid 2016.