Oraciones

En esta sección os iremos ofreciendo oraciones tomadas del Propio de la Orden de Predicadores, escritas por santos dominicos para ayudar a prepararse espiritualmente antes de la predicación.

 

Oración del predicador

Señor Jesucristo, haz que con deseo ardiente me precipite a escuchar la Palabra de Dios,
y haz que no rechaze a los que ya se han acercado;
haz que sepa estar junto a las aguas, no dentro de las aguas de la vanagloria;
que suba a la navecilla de la obediencia y que baje a tierra por la humildad;
que lave las redes del deseo de la predicación
y de las buenas obras de toda avaricia, vanagloria y adulación;
que sepa repararlas mediante la armonía de las sentencias;
que las seque con la claridad;
que las recoja por cautela y no por pereza;
que no las rasgue por las divisiones;
que aleje de la tierra la nave de la religión y permanezca descansando en ella.

Haz que enseñe a los demás con el ejemplo;
que sepa alternar la contemplación y la acción;
que sepa conducir a los demás a la profundidad de la contemplación
mediante la predicación de la religión.

Que lance las redes en tu palabra
y no en la tiniebla del pecado y de la ignorancia
de tal forma que pueda capturar obras vivas;
que en las aguas de las tribulaciones
pueda llenar mis redes de la abundancia de tu presencia y de tus consuelos
de modo que el alma reviente de admiración y busque ayudar al prójimo,
especialmente a los más necesitados.

Que llene las naves de obediencia y de paciencia
y que por la humildad me prosterne ante las rodillas de Jesús
y que, una vez arribado de este mundo a la tierra de los vivientes,
pueda yo recibir los premios eternos. amén.

San Alberto Magno. Liturgia de las Horas. Propio O.P., pp. 1814-1815.

 

Oración antes de enseñar, escribir o predicar

Creador inefable,
que en los tesoros de tu sabiduría
has establecido tras jerarquías de ángeles,
y las has colocado sobre el cielo empíreo
con orden admirable
y has dispuesto admirablemente
todas las partes del universo.

Tú, pues, que eres considerado verdadera fuente de la luz,
y principio eminentísimo de la sabiduría,
dígnate infundir un rayo de tu claridad
en las tinieblas de mi inteligencia,
alejando de mí las dos clases de tinieblas
con las que he nacido:
la del pecado y la de la ignorancia.

Tú, que sueltas las lenguas de los niños,
prepara mi lengua
e infunde la gracia de tu bendición
en mis labios.

Concédeme la agudeza para entender,
la capacidad para asimilar,
el modo y la facilidad para aprender,
la sutileza para interpretar
y la gracia abundante para hablar.
Instruye el comienzo,
dirige el desarrollo,
completa la conclusión.

Tú, que eres verdadero Dios y verdadero hombre,
y que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Santo Tomás de Aquino. Liturgia de las Horas. Propio O.P., pp. 1819-1820.

 

En la hora undécima de la vida del Predicador

Señor Jesucristo, que me llamaste
a la primera hora de la mañana a tu viña,
pues me has conducido desde mi juventud
para trabajar en la religión
por el premio de la vida eterna;
cuando todo se haya consumado
y ya en el juicio final premies las acciones,
¿qué me darás a mí que estuve todo el día ocioso,
no ya en la plaza del mundo
sino en la misma viña de la religión?

Oh Señor, que no mides nuestras acciones
con el peso público sino con la balanza del santuario,
haz que al menos caiga en la cuenta
y me convierta en la hora undécima
y que no sea hallado envidioso
porque tú eres bueno. Amén.

San Alberto Magno. Liturgia de las Horas. Propio O.P., pp. 1815.