Dom
27
Oct
2019

Homilía XXX Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2018 - 2019 - (Ciclo C)

No se atrevía ni a levantar los ojos al cielo

Pautas para la homilía de hoy


Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

Los que se creen justos

No hay dudas, esta parábola va directa al corazón de los que se creen justos. Los detalles de la narración seccionan y priorizan perfectamente lo que Jesús quiere y la comunidad de Lucas ha experimentado en su propia vida como principio de oración grata a él. Lo que parece más incomprensible es la reacción de Jesús ante la vida de personas tan distintas y, todavía más, que se particularice con el recaudador tan poco moral en el trabajo, aunque muy claro en su expresión oracional.

Las miradas

Si nos fijamos en sus oraciones, solo se parecen en el comienzo: ¡Oh Dios! El fariseo, de pié como pez en el agua en el templo, mira desde arriba, se mira a sí mismo, a su interior; piensa bien de sí mismo, confía en sí mismo y en lo que hace bien, sus méritos, sus obras buenas; se compara con los demás y se ve mejor que ellos, no les entiende, ni comprende, más bien les desprecia por sentirse superior. Es más, hace más de lo que pide la ley. Es autocomplaciente y ególatra e incluso cree que tiene derechos ante Dios. “Se mira”, más que mirar y contar con los demás, no ora, sino que se complace en sus bondades y se siente bien así ante Dios. Nada dice de su actitud ni para con Dios ni para con los demás, de su compartir y justicia con los demás hermanos. En el fondo se siente a gusto, se sincera y su conciencia no le acusa de nada. Parece hasta agradecido

El publicano, fuera de lugar (sin saber cómo estar en el templo, porque va a ser mal vista su presencia), mira hacia abajo, casi no se atreve a mirar al cielo, pero no por falta de necesidad y confianza, sino por indignidad; pide compasión, se siente necesitado y pecador, angustiado, conmocionado. Su tarjeta de presentación son robos y extorsiones de un trabajo sucio y se siente incapacitado para cambiar de vida. Pero sí que mira a Dios, que aunque sabe que no aprueba su vida, reconoce que le acoge, porque es pura bondad y está con los necesitados, como él.

Los dioses del fariseo y del publicano

Un Dios leguleyo, castigador, justiciero, exigente, impasible e incapaz de entender,... que trae consigo la rigurosidad y la necesidad de hacer sacrificios y méritos para aplacarle está detrás de fariseo y un Dios compasivo, amoroso, que entiende y salva gratuitamente, a pesar de la catadura moral, detrás del publicano. La conclusión de Jesús es clara: no reconoce, ni le da importancia al piadoso fariseo y sí que se fija en el pecador publicano, al que por su actitud le concede marcharse justificado a su casa. ¿No será que las seguridades vienen cuando hay necesidad de la misericordia de Dios y no cuando nos presentamos con nuestras bondades? La ilusión de nuestra inocencia y nuestras aparentes bondades nos engañan. Además no seremos tan buenos si nos autorizamos para juzgar, nos compararnos y nos creemos muy superiores a los demás. No somos superiores a los demás por muchos rezos que hagamos, la compasión de Dios es para todos.

En el fondo, el fariseo no sabe lo que es orar, porque no es capaz de reconocer lo que Dios es para él, ni se sabe reconocer a sí mismo en su pequeñez. Parece que Dios es él mismo, ya que lo que cuentan son sus obras y su capacidad de desprecio a los demás. Es tan autosuficiente que Dios está demás en su vida. Reconocerse necesitado y hasta pecador, capaz de misericordia es la actitud oracional, que sitúa a la vida en el camino verdadero. No es lo mismo tener a un dios legalista y caprichoso que acogerse y abrirse a su misericordia.

Nuestras miradas

Debieran dirigirse a nosotros mismos, para ver si nos reconocemos “justos”, seguros de nosotros mismos ante Dios por lo que hacemos, como si la fe fuera hacernos el seguro del coche, la casa, ….¿basamos nuestra relación con Dios en lo que hablo, lo que hago de limosnas, en lo que le pido o en mi sinceración reconociendo lo que soy, presentándome así: con una mochila pesada por mis debilidades, pero a la vez necesitado de misericordia? ¿confiamos en Dios o en nuestras comparaciones con los demás? ¿no correré el riesgo de mirar “solo arriba” y no ver abajo, a “los de mi alrededor”? La necesidad nos une a todos y debiera hermanarnos. ¿Quien me justifica: “mis limosnas” o mi entrega a los demás callada?

Atención a la ilusión de que soy inocente, la prepotencia de juzgar a todo lo que se mueve a mi alrededor y la tranquilidad por ser cumplidor ante Dios y creerme considerado por los demás. ¿Qué amor y salvación pueden agradecer estas personas, cuando su seguro y protección son sus obras, su observancia leguleya?

Jesús sigue del lado de los débiles, incapaces de cumplir la moral de la iglesia, a pesar de sus buenos propósitos; de los que están presos de una vida indigna sin poder salir de ella; de los que el peso de sus cosas mal hechas no les deja mirar a los ojos, ni a sus familiares, ni a los de los demás; de los que su fe religiosa está poco fundamentada, pero dispuestos a escuchar; de los que extorsionan, pero lo reconocen; de los que los demás juzgan y condenan y creen que no tienen perdón, ni nadie que los entienda; en fin, de los que llevan una mochila tan pasada de sentimientos y resentimientos, que los miedos les echan para atrás.

No cabe duda, también Jesús está del lado de los cumplidores y fariseos, pero para hacerles ver que no es prioritario su cumplimiento, que puede ser importante, pero nunca necesario, ni lo más grande.