Vie
21
May
2010

Evangelio del día

Séptima semana de Pascua

Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?.

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 25, 13b-21

En aquellos días, el rey Agripa y Berenice llegaron a Cesarea para cumplimentar a Festo. Como se quedaron allí bastantes días, Festo expuso al rey el caso de Pablo, diciéndole:
«Tengo aquí un hombre a quien Félix ha dejado preso y contra el cual, cuando fui a Jerusalén, presentaron acusación los sumos sacerdotes y los ancianos judíos, pidiendo su condena. Les respondí que no es costumbre romana entregar a un hombre arbitrariamente; primero, el acusado tiene que carearse con sus acusadores, para que tenga ocasión de defenderse de la acusación. Vinieron conmigo, y yo, sin dar largas al asunto, al día siguiente me senté en el tribunal y mandé traer a este hombre.
Pero, cuando los acusadores comparecieron, no presentaron ninguna acusación de las maldades que yo suponía; se trataba solo de ciertas discusiones acerca de su propia religión y de un tal Jesús, ya muerto, que Pablo sostiene que está vivo. Yo, perdido en semejante discusión, le pregunté si quería ir a Jerusalén a que lo juzgase allí de esto. Pero, como Pablo ha apelado, pidiendo que lo deje en la cárcel para que decida el Augusto, he dado orden de que se le custodie hasta que pueda remitirlo al César».

Salmo de hoy

Salmo 102, 1bc-2. 11-12. 19-20ab R/. El Señor puso en el cielo su trono

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.

Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre los que le temen;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos. R/.

El Señor puso en el cielo su trono,
su soberanía gobierna el universo.
Bendecid al Señor, ángeles suyos,
poderosos ejecutores de sus órdenes. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 21, 15-19

Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer, le dice a Simón Pedro:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?».
Él le contestó:
«Sí, Señor, tú sabes que te quiero».
Jesús le dice:
«Apacienta mis corderos».
Por segunda vez le pregunta:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas?».
Él le contesta:
«Sí, Señor, tú sabes que te quiero».
Él le dice:
«Pastorea mis ovejas».
Por tercera vez le pregunta:
«Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?».
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez: «¿Me quieres?» y le contestó:
«Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero».
Jesús le dice:
«Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras».
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió:
«Sígueme».

Reflexión del Evangelio de hoy

  • "He dado orden de tenerlo en prisión hasta que pueda remitirlo al César".

La particular “pasión” de S. Pablo continúa hoy. Y la liturgia nos presenta un texto de los Hechos de los Apóstoles excelente para conocer las costumbres romanas en los juicios en el primer siglo de nuestra era: “Primero el acusado tiene que carearse con sus acusadores, para que tenga ocasión de defenderse”. Estas normas que debían tenerse en cuenta antes de condenar a un acusado, claramente nos demuestran cómo en el juicio y posterior condena a Jesús no fueron observadas. Jesús fue condenado injustamente, incluso teniendo en mano las leyes de la época.

Pero lo más interesante de los textos que tenemos estos días en la Eucaristía, es comprobar cómo Pablo se va pareciendo cada vez más a Jesús, incluso en su pasión. “Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí”. Jesús ya anunció que lo mismo que habían hecho con él, harían con los discípulos. Y Pablo es un claro ejemplo de ello. Pero Pablo tampoco se acobarda ante la situación adversa. Aprovecha los medios que tiene a su alcance para evitar, en lo posible, un mal mayor; y apela al César como autoridad suprema, en la confianza de que, al ser ciudadano romano, pueda ser absuelto. O bien, para conseguir un “pasaje gratis” a Roma, donde desde hace tiempo deseaba ir para visitar a los hermanos. Los dones naturales de su ingenio, siempre al servicio de la Evangelización.

La vida de los cristianos es la de “otros Cristos”, donde el sufrimiento y el gozo los vivamos en unión de Aquél que dio la vida por nosotros. Nuestra alegría y nuestro dolor es también el de Jesús, compañero siempre presente a nuestro lado, que nunca nos abandona en nuestro caminar.

  • "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?" ".

El evangelio nos presenta un diálogo precioso entre Jesús Resucitado y Pedro. Por tres veces Jesús le pide una confesión explícita de su amor. Y Pedro se la da, pero consciente de su debilidad, al recordar las –también tres- negaciones durante la pasión. Con la tercera respuesta: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero”, Pedro se confía al amor de Jesús.

Pedro somos cada uno de nosotros: A cada uno nos pregunta cada día: ¿me amas? El Señor conoce nuestro corazón, nuestro deseo de amarle y seguirle pase lo que pase, pero también conoce nuestras debilidades y pobrezas. Y precisamente ¡cuenta con ellas! Esa debilidad es justamente lo que hace que Jesús nos ame más, el saber que necesitamos de Él y de su fortaleza en todo momento. Y está dispuesto a amarnos.

El amor se demuestra en el servicio a los hermanos y en la entrega de la propia vida. Prueba de ello es que a Pedro le confía su rebaño. Son SUS ovejas las que Pedro debe apacentar. Y esto es ya una gran señal de confianza en él. Y en nosotros, también.

Se acerca ya la gran solemnidad de Pentecostés. Pidamos al Señor su Espíritu para sus siete dones colmen nuestros corazones para poder seguir a Jesús donde y como Él quiera.