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Presentación de Actos de amor, de Antonio Praena, en el ciclo Hospes Palacio de los Patos

18 de junio de 2012

El pasado 14 de junio a las 19:30 tuvo lugar, en Granada, una nueva presentación del libro Actos de amor, que ganó el premio José Hierro.

Presentación de Actos de amor, de Antonio Praena,

En la presentación intervino Daniel Rodríguez Moya, cuya reflexión os ofrecemos a continuación:

Alguna vez había oído hablar de Antonio Praena antes de leerle: Ese fraile dominico que escribe poemas. Eso era hasta no hace tanto lo más que alcanzaba a saber de él. Y para qué nos vamos a engañar, los prejuicios enseguida afloraron. ¿De qué puede escribir un fraile, –pensé seguro–, si no es de claustros, ejercicios espirituales y arrebatos místicos varios?

Más tarde alguien me contó, creo que fue nuestro maestro de ceremonias Javier Bozalongo, que con Poemas a mi hermana Praena había quedado finalista del prestigioso Premio Adonáis, pero reconozco que no hice mucho por buscar algún libro suyo para comprobar qué tal escribía ese fraile del que cada vez estaba escuchando hablar más (y siempre bien, raro eso aquí en Granada).

Las cosa esa del facebook nos acercó un día como amigos virtuales. Tuvimos una conversación no muy larga. Como yo no sabía muy bien qué decirle, no se me ocurrió otra cosa, de nuevo los prejuicios, que hablarle de otro fraile, fray Bartolomé de las Casas, dominico como él. Recuerdo que le conté que el buen hombre defensor de los indios pero no tanto de los negros había predicado en la Granada nicaragüense, en el convento de San Francisco. Que allí, en el atrio, se le recuerda con una placa. Él mostró interés y no sé si incluso algo de sorpresa. Me habló de otro dominico, Francisco de Vitoria, fundador del Derecho de Gentes... La conversación no dio para mucho más.

Meses después, Antonio Praena ganó el Premio de Poesía José Hierro con el libro que hoy viene a presentar, Actos de amor. Le llamé para grabar un reportaje para la tele y nos vimos en el convento de Santa Cruz la Real. Allí le entrevisté, con algún fraile espontáneo que se cruzó en mitad del plano. Para concluir la entrevista me leyó un poema que de pronto me hizo descubrir al poetazo que había debajo del hábito que no llevaba aquel día ante la cámara. Aquel poema frente a un cuadro de Francis Bacon. Crudeza, dolor y claridad convergían en aquellos versos. Además, su forma de leer le imprimía carácter. No me llevé el libro a casa porque aún estaba en prensa, saldría poco después. Le prometí, me prometí, que cuando lo tuviera en mis manos sacaría tiempo para leerlo porque estaba seguro de que me iba a gustar.

No sé si Antonio recurrió -él lo niega- a algún conocido en instancias superiores para que de algún modo ayudara a que yo tuviera el tiempo necesario para leerle. Pero el caso es que al poco de aquello, me vi en una cama de hospital, sin poder moverme. Frente a mí, lo supe enseguida, en otra cama convalecía un señor mayor que, descubrí enseguida, era aquel fraile espontáneo que se había cruzado delante de la cámara cuando grabábamos con Antonio en Santa Cruz la Real, el padre Lobato, para el que hoy quiero tener un recuerdo muy especial.

El tiempo que estuve hospitalizado vi a Antonio a diario. Y un día me llevó su libro, ya impreso. Entre el dolor y las drogas para calmarlo, atisbé un poemario lleno de riesgos muy bien sorteados.

Si existe un terreno especialmente resbaladizo para transitar desde la poesía sin duda ese es el tema amoroso, se mire desde dónde se mire. Es en él donde el poeta, considere o no a la poesía como un género de ficción, más se expone y donde la línea que nos separa de la cursilería, la peor categoría posible del poema fallido, es más delgada. Por ello Actos de amor, aunque no sea un libro de poemas de amor estrictamente hablando, primero de todo, es un acto de valentía, porque hay que ser muy valiente, no sé si incauto, para dedicar todo un poemario en estos tiempos, en cualquier tiempo, al amor en sus más diversas manifestaciones.
La condición de fraile dominico de Antonio, además, añade al libro un factor de riesgo más, creo que especialm en la primera parte de la obra, De la misericordia espirituales, pues en una inicial lectura se puede llegar a la conclusión precipitada, errónea –de nuevo los prejuicios–, de que se trata de un poemario de corte estrictamente religioso, de reflexiones teológicas. El personaje poético que transita estos versos es, efectivamente, un fraile, pero el modo de expresión poética que elige desde el principio está alejado de pretensiones místicas. Y ojo que no tengo nada contra la poesía mística. Escoge Praena un tono bajo, lejos de la grandilocuencia, y es gracias a eso precisamente por lo que salva esta primera parte que podría despertar en el lector más recelos. Hay poemas en este apartado sencillamente redondos como Acuérdate de la muerte, un memento mori que es en realidad un canto a la vida más que la terrible advertencia. Sí, es cierto, desde la conocida y antigua verdad de que la muerte es punto inevitable, que estamos obligados a esa inviolable ley vegetal, pero, y aquí esta una de las claves de todo el libro, la vida que existe antes de llegar a este destino, la vida consciente, real, palpable, la de todos los días, se puede justificar, se justifica con el amor en sus muchas formas, una de ellas, la amistad.

No voy a destripar más el libro, no es esa la intención de esta presentación que hago desde la amistad y también, que quede muy claro, desde una gran admiración. No quiero robarle más tiempo a Antonio.
Nada más. O sí. Sólo una cosa para terminar. Una vez hubo un santo que me cayó bastante simpático. Tal vez por aquello de su disoluta vida juvenil. Fui agustino recoleto los largos años de colegio y siempre se me quedó grabada una frase de Agustín de Hipona. Cuando leí Actos de amor volví a recordarla. No creo que haya mejor filosofía de vida posible. En este libro está presente todo el tiempo. Desde la cita inicial. Antonio, imagino que son gages del oficio, la prefiere en latín. Yo la recuerdo en castellano. Decía algo así como “Ama y haz lo que quieras”.

Daniel Rodríguez Moya
Granada, 14 de junio de 2012

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