Prouilhe

5 de mayo de 2017

Prouilhe

Prólogo    para    el    libro    Santa-María    de    Prouilhe,     800    años    de    historia dominicana, 1206 -2006

Prouilhe: un lugar perdido en el campo, cerca de un burgo también casi desconocido, Fanjeaux. Y, sin embargo, para los hermanos y hermanas de la Orden de los Predicadores, es el lugar de su nacimiento, donde comienza toda una aventura que prosigue, que vive y que, con la gracia de Dios, continúa sirviendo a la Iglesia mediante la predicación, la enseñanza y el testimonio de una vida evangélica. Al principio, poca cosa: un predicador itinerante y algunas señoras convertidas del catarismo. Pero ya estaba todo en germen en la intuición de que la oración, la contemplación, debe estar en la raíz de todo compromiso verdadero al servicio de la Palabra. La austeridad, sí, pero en la alegría de estar convocadas para vivir algo de la vida de los apóstoles. La pobreza, sí, pero como medio para «seguir desnudamente al Cristo desnudo», como dicen les textos de la época. No se trata, pues, de un retoño de una creación dañada, de un mundo marcado por el mal, sino al contrario, partiendo de un profundo amor por esta creación que es obra de Dios, se trata de cantar la alabanza del Creador y, en la vida común, la oración, el estudio, contemplarle y reflejarle en este mundo, al servicio de la Iglesia. Se toma de los cátaros lo que había de justo en sus reproches a una sociedad y a una Iglesia tentada por las riquezas de un mundo en continuo desarrollo, y se aceptan también algunas de sus formas de vida; pero se guarda el equilibrio que marca la fe católica.

Prouilhe: de un oasis de oración animado por las hermanas, santo Domingo ha hecho lugar de resurgimiento para él y después para los hermanos que reúne para la Santa Predicación. Después la obra se dilata, a las hermanas  de Prouilhe se les pide colaboración para restaurar la vida monástica en San Sixto, en Roma, mientras que nace un Monasterio en Madrid. Pronto la  bienaventurada Diana dará su aliento a la comunidad de Santa Inés de Bolonia, y después toda Europa se cubrirá de Monasterios dominicanos, mientras que los hermanos van enjambrando conventos a un ritmo sostenido. Muy pronto los laicos se asociarán a la Orden y le darán el apoyo necesario para su desarrollo y su vida material, pero también y sobre todo, grandes testigos, desde Catalina de Siena a Pedro Jorge Frassati y Jorge La Pira. Un poco más tarde, las hermanas apostólicas añadirán sus talentos, su generosidad, su creatividad, e idearán otras formas de predicación para convocar a la gente más alejada de la Iglesia y darles el testimonio de su caridad. Y hoy la familia dominicana continúa enriqueciéndose, especialmente con los voluntarios dominicos y los grupos de la juventud dominicana. Pero todo comenzó en Prouilhe.

Prouilhe: un lugar desolado y ruinoso después de la Revolución, la Orden renacía, después de verse como abatida tras la tormenta revolucionaria. Prouilhe reconstruido, rehabilitado por las monjas, fuente reencontrada que celebra hoy ochocientos años de historia y que permanece como símbolo vivo  de la actualidad del carisma de santo Domingo. Prouilhe, también y sobre todo, recuerda que todo renuevo, toda renovación de la Orden pasa por la oración coral y por la contemplación, por el estudio amoroso de la palabra y la vida fraterna. Ochocientos años no serían motivo de celebración, si no se tratase,  de hecho, de redescubrir el gusto por el estudio compartido, la oración y la vida en común, la contemplación como fuente de la predicación.

¡A la oración de santo Domingo anima este Jubileo, un tiempo de gracia, un tiempo de despertar y de renovación, para que el Evangelio sea predicado por  la vida, las obras y las palabras de las monjas, de los hermanos, de las hermanas, de los laicos y de todos los que están urgidos por el reto de la predicación de la Buena Noticia!

Fr. Carlos A. Azpiroz Costa o.p.

Maestro de la Orden

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