Pueblo de Dios, Reino de DIos

Fr. Manuel Santos Sánchez O.P.

El proyecto de comunión, ideado por Dios para toda la humanidad, pasa en la historia por su proyecto del pueblo de Dios, por su proyecto del Reinado de Dios, anunciado por su Hijo Jesús de Nazaret, que es, ante todo y sobre todo, un proyecto de comunión 1 para todos los hombres. Dato importante: hay que elegir libremente aceptar o rechazar este proyecto. No es obligatorio entrar en él. Se necesita la respuesta personal.

Este proyecto de comunión, tiene sus dificultades. Debemos de reconocer que tenemos una naturaleza herida. “Herida” quiere decir que el hombre puede ir en contra de su misma naturaleza, del proyecto ideado por Dios, y, en lugar de caminar por la senda de la comunión y de la fraternidad, caminar por la senda de la desunión y de la antifraternidad, como nos demuestra el episodio de los dos primeros hermanos (cf. Gn 4,1-16). Caminar por la senda de la deshumanización y no de la humanización.

Echando una ojeada a nuestra sociedad, al menos la occidental, observamos que está organizada a base de la competencia. Es profundamente competitiva, donde unos ganan y otros pierden, donde, aparte de consideraciones subjetivas, objetivamente unos quedan desbancados por otros. Donde unos, y no la vida en abstracto, derrotan a otros. El germen de desunión vence al germen de unión. Caín sigue venciendo a Abel. Ésta es la organización objetiva de nuestra sociedad.

Pisando nuestro terreno. La comunidad de seguidores de Jesús, que es la Iglesia, las distintas congregaciones de la Vida Religiosa, cuya finalidad es conseguir la unión, y unión amorosa de sus miembros, se ven sacudidas por el germen de la desunión. La Iglesia de Cristo no se ha mantenido una como quería Cristo: “Un solo rebaño y un solo Pastor”. Ha habido, y sigue habiendo, demasiadas separaciones dentro de ella. Lo mismo ocurre con las Congregaciones de religiosos, donde también la desunión ha hecho mella. 


1. “Hace falta promover una espiritualidad de la comunión, proponiéndola como principio educativo en todos los lugares donde se forma el hombre y el cristiano… las personas consagradas… Espiritualidad de la comunión significa, además, capacidad de sentir al hermano de fe en unidad profunda del Cuerpo místico y, por tanto, como “uno que me pertenece”, para poder compartir sus alegrías, para intuir sus deseos y atender a sus necesidades, para ofrecerle una verdadera y profunda amistad” –JUAN PABLO II, Novo millennio eneunte, 43. Lumen Gentium, 13–.