Modo séptimo

Con frecuencia se le encontraba orando literalmente flechado al cielo, cual saeta lanzada por un arco tenso en línea recta a lo alto (Is 49, 2), con las manos levantadas con fuerza por encima de la cabeza, enlazadas o un poco abiertas como para recibir algo de arriba.

Se cree que entonces se le incrementaba la gracia. Y que, en medio de su arrobamiento, suplicaba a Dios por la Orden que estaba fundando, para sí y para los frailes, los dones del Espíritu Santo y los sabrosos frutos de practicar las bienaventuranzas (Mt 5, 3-10). De manera que cada uno se sintiese dichoso en la absoluta pobreza, en la amargura del llanto, en la dureza de la persecución, en el hambre y sed agudas de justicia, en el ansia de misericordia; y todos se mantuvieran devotos y alegres en guardar los preceptos y en el cumplimiento de los consejos evangélicos.

El santo padre parecía entonces entrar raptado en el santo de los santos y en el tercer cielo (2 Cor 12,2), de tal modo que, después de esta oración, su forma de corregir, gobernar o predicar era la de un profeta, como se narra en el relato de los milagros.

El santo padre no se quedaba mucho tiempo en este modo de orar, sino que volvía en sí mismo, y parecía como venir de lejos o un peregrino en este mundo, lo que fácilmente se podía ponderar por su aspecto y por sus costumbres. Sin embargo, algunas veces los frailes le oían con claridad rezar diciendo con el profeta: Escucha la voz de mi súplica cuando me dirijo a Ti y extiendo mis manos hacia tu santo templo (Sal 28, 2). Y el santo maestro enseñaba con la palabra y con el ejemplo a los frailes a orar así, recordando el salmo: Y ahora bendecid al señor todos sus siervos, dirigid de noche vuestras manos hacia el lugar santo y bendecid al Señor (Sal 134, 1-2). Y también: ATi, Señor, clamé; escúchame, atiende a mi voz cuando te llamo; el levantar de mis manos como sacrificio vespertino (Sal 141, 1-2).

Todo lo cual, para que se entienda mejor, se muestra en la figura que sigue.

 

Versión Castellana del siglo XIV

El séptimo modo de orar

Fallábanlo muchas vezes orando, todo levantado al çielo, en manera de saeta electa lançada del arco tendido contra arriba derecha (Is 49, 2). Assy estaba levantadas las manos suso sobre la cabeça bien extendidas e aiuntadas en uno, o algún tanto las manos abiertas tendidas de ancho, assy commo para reçebir alguna cosa del çielo.

E creyen que le acreçentaba Dios la graçia e era arrabado en spíritu, e ganaba de Dios, por <la> Orden que començó, los dones de<l> Spíritu Santo, e quietos e delectables en los fechos de santidad a sy e a los f<r>ayres (Mt 5, 3-10). Porque con la muy alta pobreza cada uno se toviesse por bienaventurado, en amargoso luctu, en grave persecución, en mucha fambre e sed de iusticia, en triste misericordia, e fuessen devotos e delectosos en guardar los preceptos, en acabar e conplir los conseios santos del evangelio. Pareçía entonçe santo Domingo padre que entraba arrebatadamente en el logar santo de los santos e en el terçero cielo (2 Cor 12, 2), ca después de aquella oración, en corregir, en dispensar, en predicar manera de propheta tenía, según que en los miráculos fue arremenbrado.

Mas una cosa es aquí de poner para hedificación. Después de tal oración, el maestro Domingo demandó conseio de los frayres sobre algunas cosas que abía de fazer en Bolonia, según la su costumbre. Ca, según que dezía, alguna cosa es revelado a uno que non es a otro revelado entre los santos ombres, según que pareçe en los prophetas. E assy, estando en el conseio, vino el sacristán. Llamó uno de los que estaban en el conseio a la eglesia de las fenbras, pienso que a oyr confessiones. E llamolo loquamente, mas no lo llamó assy que lo oyesse el benedicto maestro santo Domingo. Llamolo assy:

-Una fermosa fenbra vos demanda, venid ayna.

Movido en el spíritu, santo Domingo affligíase en sy mesmo e fiziéronle reverençia los consegeros. Entonçe mandó venir al sacristán e díxole:

-¿Qué dexiste?

Respondió él:

-Demandé el sacerdote a la eglesia.

E el padre dixo:

-Acúsate a ti mesmo e confiessa tu culpa, la qual vino fasta la tu boca. Cuydaste que era occulto. Dios, que fizo todas las cosas, fizo que non se me ascondiessen las tus palabras que tú cuydabas tener ascondidas.

E disçiplinolo ally muy fuerte e gran pieça, fasta que los que hy estaban fueron movidos a conpassión por los açotes. E díxole:

-Anda, fijo, aprendisti ya cómmo mires fincando el oio en la fenbra, porque non juzges del color. Ora tú que Dios te faga casto en los oios tuyos.

Assy conosçió la cosa occulta, así corregió al loco, ensennó al que abía castigado, assy commo había visto en la oración. E maravilláronse los frayres cómmo assy dixo que era de fazer. E dixo el santo maestro:

-La nuestra justiçia co<n>parada es a la justiçia divina assy commo suziedad al oro (Is 64, 6).

Assy es que el santo padre non tardaba mucho en aquel modo de orar, mas tornábase en sy mesmo, assy commo sy viniesse de luenga tierra e assy como peregrino paresçía al mundo. E ligeramente se podía entender en el su gesto e en las costumbres.

Mas algunas veces, cuando oraba, claramente le oyan los frayres que dezía commo el propheta: Exaudi vocem deprecationis mee dum oro ad te et dum extollo manus meas al tu santo tenplo, “oy, Sennor, la voz de la mi oración cuando yo oro a ty e cuando alço las manos al tu santo tenplo” (Sal 28, 2). E ensennaba con palabra e con enxienplo a los frayres assy orar, diziendo: Ecce nunc benediçite dominum omnes servi domini, in nocte extollite manus vestras in sancta et benedicite dominum , “Ecce vos agora bendezid al Sennor, todos los siervos del Sennor, en las noches alçad las vuestras manos en el logar santo e bendezid al Sennor” (Sal 134, 1-2). E dezía aquel salmo: Domine clamavi ad te, exaudi me, intende voçi mee cum clamabero ad te, dirigatur oratio mea sicut inçensum in conspectu tuo, elevatio manuum mearum sacrifiçium vespertinum, “Sennor, llamé a ti, oyme, para mientes a la mi voz cuando clamare a ti, guiada sea la mi oración assy commo ençienso a la tu cara e el alçamiento de las mis manos commo sacrificio de la tarde” (Sal 141, 1-2).

E porque esto sea mejor entendido, esta figura lo ensenna: