Dom
26
May
2024

Homilía La Santísima Trinidad

Año litúrgico 2023 - 2024 - (Ciclo B)

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

Misterio, asombro y reverencia

Esas tres claves nos deja el pasaje de Deuteronomio de la primera lectura de hoy. Asombro ante el misterio, inabarcable a la mera especulación, que nos abre a la reverencia de un Dios que por amor se revela al hombre, para cuidarle, guiarle y llevarle a la felicidad.

Ese Dios en cristiano es el Dios Trinitario que se sostiene en la experiencia de la fe que Pablo le cuenta a los Romanos, y que nace, como no puede ser de otro modo, de la experiencia de Jesucristo, y que algo de más lucidez, dentro del misterio, da a la experiencia de lo inefable.

Esa experiencia, según Pablo, en los cristianos que no hemos conocido a Jesús en la historia, es fruto del Espíritu, que nutre la Fe y nos permite reconocer a Dios como Padre de Jesucristo. Tres personas y un solo Dios. Ese Dios al que la primera comunidad se siente enviada a predicar como fuente de plenitud, bautizando en su nombre, como escuchamos en ese final del Evangelio de Mateo.

Relación

La reflexión teológica sobre el misterio trinitario pese a no agotarse en sí nunca y reforzar siempre el misterio y el asombro, ha dejado una intuición fundamental de la que derivan claves concretas para el cristiano. La Trinidad podría contemplarse como una suerte de relación entre las tres personas divinas, sin por ello dejar de ser un sólo Dios. De esa relación dimanan, a su imagen y semejanza, la identidad relacional del ser humano. Somos relación -con otros, con nosotros mismo, con cuanto nos rodea, con los otros- a imagen de la relación intratrinitaria de Dios. Se trataría así de que esas relaciones que nos hacen ser como somos, sean relaciones de amor, como en la relación de la Trinidad divina.

Contemplación

De nuevo, ante el misterio y el asombro de la Trinidad, cabría una actitud de desdén, de rechazo por incomprensible, actitud que no es la que la Fe implica, desde luego. La Fe nos impulsa, por contra, a una reverencia contemplativa. Es ya casi un tópico repetir la frase que dice que el cristiano del siglo XXI, para ser cristiano realmente, debería ser un místico. Cabría perfectamente intercambiar “místico” por “contemplativo”. No es la fe de los cristianos principalmente un código ético o solidario de conducta. Es un encuentro personal con el Misterio de un Dios personal y trinitario que es amor profundo por la humanidad y la creación. Ante ese misterio Trinitario sólo cabe abrirse en la contemplación a otra manera de mirar a la existencia, captando las huellas del amor de Dios en ella, y que, entonces sí, nos abrirá a otras formas de conducta, cuidando nuestra naturaleza relacional desde la bondad.

Las huellas de Dios

Pero no sólo el ser humano es creado a imagen de la Trinidad. Los Padres de la Iglesia utilizaban la imagen de las dos manos para hablar de la creación: Dios Padre utilizó las manos del Hijo y del Espíritu para dar forma a la creación. Como un alfarero o un escultor las utilizan, dejando sus huellas y reflejos en todo lo creado. Por eso la contemplación a la que nos invita el Misterio de la Trinidad no es una mera elucubración conceptual, sino que mira a lo creado pleno de belleza, creación hermosa y buena de Dios, buscando captar esa presencia de Dios Trinidad en cuanto nos rodea. En la hermosura de la naturaleza. En la belleza de las creaciones humanas. En cuanto de bueno, verdadero y justo hay, se puede captar para la mirada de fe y de amor, la presencia de Dios.

La reverencia ante la revelación

¿Cómo podría el hombre ser capaz de captar esa presencia de amor creadora con sus huellas trinitarias en el mundo, si no se hubiese revelado a sí misma por amor esa Trinidad? Como niños balbucientes que ven sin entender hubiésemos sido sin la revelación de Dios en Jesucristo. Pero sale Dios a nuestro encuentro para dar luz a nuestro corazón, nuestros ojos y nuestra mente para ser capaz de captarle, siquiera en sus huellas. Reverencia y Humildad de reconocer la inmensa distancia con Él, que Él mismo acorta con la encarnación del Hijo, realizada por Amor a la humanidad, es otra de las claves de ese Misterio de la Trinidad.

Pro Orantibus

En esas claves trinitarias en este Domingo, la Iglesia nos propone la Jornada Pro Orantibus, el día en el que nos aviva el recuerdo y la oración por los contemplativos, los hombres y mujeres entregados al servicio de la oración y la intermediación «cerca de Dios y del dolor del mundo», como reza el lema de este año. Corazón de nuestra Iglesia que ora presentando a Dios al mundo, especialmente a los más sufrientes. Son a su vez signo de Dios Trinidad para el mundo, por su vida de relación, de contemplación, de búsqueda de las huellas de Dios, y de reverencia. En los contemplativos se da de lleno la frase que se le atribuye a la espiritualidad de santo Domingo de Guzmán: que hablaba a Dios de los hombres, y a los hombres de Dios. Asi pues que sea este día memoria y oración del regalo inmenso que son los contemplativos en la Iglesia, y que no dejemos de pedir que el Dios Trinidad toque el corazón de nuevas vocaciones a esta vida de amor entregada en oración y trabajo.

¿Qué papel tiene el asombro y la reverencia ante el Misterio en mi fe?

¿Cómo las dimensiones relacionales de mi existencia se llenan de mi experiencia de Dios?

¿Qué recursos utilizo para profundizar en la identidad contemplativa de mi ser cristiano?

Y una sugerencia: Acérquese a algún monasterio contemplativo, tan sólo saludar y preguntar cómo están, le abrirán a un mundo de amor y cuidado, al corazón de la Iglesia.