Sáb
20
Feb
2021
Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías 58, 9b-14

Esto dice el Señor:
«Cuando alejes de ti la opresión, el dedo acusador y la calumnia, cuando ofrezcas al hambriento de lo tuyo y sacies el alma afligida, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad como el mediodía.

El Señor te guiará siempre, hartará tu alma en tierra abrasada, dará vigor a tus huesos.

Serás un huerto bien regado, un manantial de aguas que no engañan.

Tu gente reconstruirá las ruinas antiguas, volverás a levantar los cimientos de otros tiempos; te llamarán “reparador de brechas”, “restaurador de senderos”, para hacer habitable el país.

Si detienes tus pasos el sábado, para no hacer negocios en mi día santo, y llamas al sábado “mi delicia” y lo consagras a la gloria del Señor; si lo honras, evitando viajes, dejando de hacer tus negocios y de discutir tus asuntos, entonces encontrarás tu delicia en el Señor.

Te conduciré sobre las alturas del país y gozarás del patrimonio de Jacob, tu padre.

Ha hablado la boca del Señor».

Salmo de hoy

Salmo 85, 1-2. 3-4. 5-6 R/. Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad

Inclina tu oído, Señor, escúchame,
que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva, Dios mío, a tu siervo, que confía en ti. R/.

Piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti, Señor. R/.

Porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 5, 27-32

En aquel tiempo, vio Jesús a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
«Sígueme».

Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. Y murmuraban los fariseos y sus escribas diciendo a los discípulos, de Jesús:
«¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?».

Jesús les respondió:
«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan».

Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

El día santo

En estos primeros días de la nueva cuaresma de este año 2021, el profeta Isaías nos habla de la luz   que “brotará en nuestras tinieblas”. ¿Cuándo? Cuando nosotros pongamos en nuestro corazón algunas condiciones. Si se tratara de una conexión eléctrica, para poder tener luz, deberíamos realizar una instalación adecuada: cables, lámparas, enchufes, una toma adecuada a la fuente de energía. Pues hablando de nuestro corazón, nosotros también debemos poner las condiciones adecuadas para que haya luz. Me dirán, que para eso está la Gracia.  Sí, pero hay “material” humano también y ese lo pondremos nosotros. El profeta nos lo indica: “cuando alejes de la ti la opresión…, el dedo acusador…, la calumnia”. Sí, cuando en esta Cuaresma de 2021 nos esforcemos por quitar obstáculos al Amor, brillará en nosotros, en nuestra mirada, en nuestra paciencia, en nuestra alegría la LUZ de Dios. Nos asegura también Isaías que “el Señor te guiará siempre”.

El profeta nos invita hoy a dar un paso más. Habla de sábado, el día santo para el pueblo judío. Dios reclama a sus fieles que respeten el día del Señor, que no busquen sólo su interés, ocupándose de sus negocios y sus discusiones.  También ahora tenemos un día santo, un día del Señor, el Domingo de cada semana. Leer la Palabra de Dios, asistir a Misa, reunirnos con nuestra comunidad parroquial, encontrarnos con nuestros hermanos, aprovechar el tiempo libre para orar y contemplar los misterios de Dios, para llevarlos a la vida, para ponerlos en práctica, para compartir la fe con nuestros hermanos y hermanas de comunidad, o nuestros familiares y amigos.

El Día del Señor debe marcar nuestro tiempo, nuestras relaciones, nuestro carácter y nuestra vida. No debe ser el “finde”, sino un día de descanso CON Él, PARA Él. Un día santo. ¿Qué tal si en esta Cuaresma comenzamos nuestra conversión por ese día?  ¡Intentémoslo!

Un amor incansable

En el comentario del evangelio de san Lucas que hoy meditamos, descubrimos varios signos que nos hablan de conversión.

“Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos”. Sabemos, por otros pasajes de la Escritura (recordemos a Zaqueo), que los publicanos cobraban al pueblo los impuestos determinados por los invasores romanos, por lo que se los consideraba “colaboracionistas”. Además, se ocupaban de cobrar los impuestos al pasar las mercaderías de un pueblo a otro, los que los hacía impuros, con el agravante de que fijaban los cobros según les interesaba. Eran calificados de pecadores.

En los evangelios de Lucas y Marcos, al narrar el mismo episodio, el publicano, recibe el nombre de Leví; en el de Mateo, este escribe su propio nombre. Porque el publicano, al escuchar al Maestro, “dejándolo todo, se levantó y lo siguió”. Ante la mirada de Jesús, mirada adorable, vivificadora, mirada amorosa y transformadora, Leví se convirtió en seguidor de Dios, en el apóstol Mateo.

La Caridad es una virtud teologal que Dios infunde en nuestra voluntad para que lo amemos sobre todas las cosas y a nosotros y al prójimo por amor suyo. La caridad nos transforma la vida, dándonos la prontitud, el ánimo, la generosidad, las fuerzas para realizar la voluntad divina. El amor de caridad nos convierte en los apóstoles que nuestros ambientes y el mundo necesitan.

Otro signo de conversión es la escena en la casa del antiguo publicano. En efecto, Leví, lleno de alegría, ofreció un banquete en honor de Jesús, banquete del que participaban sus amigos, publicanos y pecadores como él. Y con esa participación en la fiesta, Jesús y sus discípulos, escandalizaron nuevamente a los fariseos. “¿Cómo es que coméis con publicanos y pecadores?”.

Qué maravillosa respuesta les da el Señor. ¡Viene a llamarnos a nosotros, a los pecadores para que nos convirtamos, viene a llamarnos a nosotros, los enfermos, para curarnos!  ¡Qué infinita es su misericordia!  Su Amor es incansable. Una y otra vez, nos mira y nos llama: “Sígueme”.

Contemplando esa mirada y escuchando su llamada…¿cómo le responderemos hoy, en esta Cuaresma que recién se inicia?