Jue
23
Jul
2009
No tengáis miedo a quienes pueden matar el cuerpo, pero no pueden matar el alma

Primera lectura

Primera lectura: Eclesiástico 51, 1-8

Quiero darte gracias y alabarte, oh Dios mi salvador, pues protector y auxilio has sido para mí…Por todas partes me asediaban y no había quien me auxiliara, volví los ojos a un apoyo humano y no había ninguno. Entonces me acordé de tu misericordia, Señor, y de tu actuación desde la eternidad, que tú levantas a los que en ti esperan y los salvas de la mano de los enemigos.

Salmo de hoy

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 10, 28-33

Jesús dijo: “No tengáis miedo a quienes pueden matar el cuerpo, pero no pueden matar el alma…¿No se venden dos pajarillos por una pequeña moneda? Sin embargo, ni uno de ellos cae a tierra sin que vuestro padre lo permita…No tengáis miedo. Vosotros valéis más que muchos pajarillos. Si alguien se declara a favor mío delante de los hombres, también yo me declararé a favor suyo delante de mi Padre que está en el cielo.”

Reflexión del Evangelio de hoy

  • Me acordé de tu misericordia

El autor de este texto ha vivido momentos de angustia y dificultad, pero ha experimentado la ayuda y la misericordia de Dios y se muestra agradecido a Él.

Cuenta con mucho realismo su situación. Necesita ayuda y la busca, pero, ¿dónde?: “ Volví los ojos a un apoyo humano y no había ninguno”. Es entonces cuando se acuerda de Dios.

¡Cuántas veces agotamos todo antes de ir al verdadero manantial! Ese tocar fondo en su dificultad le lleva a encontrar el verdadero consuelo.

Los apoyos humanos no son consistentes. Sólo Dios es la auténtica Roca en la que debemos apoyar nuestras vidas.

La situación que nos presenta la lectura de hoy no es desconocida al ser humano que en determinados momentos de su vida pasa por situaciones difíciles.

Que sepamos llamar a la puerta donde se encuentra Aquel que un día dijo: “Venid a Mí los cansados y agobiados y Yo os aliviaré”.

  • Dios conduce la historia

La imagen de la muerte de Jesús no se había borrado en  sus discípulos. Ellos saben bien que seguirle con todas las consecuencias puede llevarles a compartir también su misma suerte. Jesús no quiere ocultarles que en la vida encontrarán dificultades, pero, sí quiere aconsejarles bien sobre cómo situarse ante ellas: sin miedo y confiando en la bondad de Dios que se preocupa y cuida hasta de lo más frágil y pequeño. “No tengáis miedo…Yo me declararé a favor vuestro favor”…

El miedo paraliza y es malo. Vivimos en la cultura del miedo. Tenemos miedo a todo, incluso se le tiene miedo a Dios, a los otros, a la misma libertad.

La fe nos libera del miedo, liberación que nos es necesario escuchar y sentir para que las crisis no nos paralicen, para que las tensiones no nos hagan perder el equilibrio, para que veamos las cosas con objetividad y podamos afrontar los fallos  con esperanza de conversión.
 La fe nos libera del miedo a Dios, pues le llamamos Padre; del miedo a los otros, pues nos hace ser hermanos, y del miedo a las dificultades y obstáculos, pues Él está con nosotros.

En nuestra Iglesia también tenemos miedo.  Muchas veces estamos paralizados y, en el fondo, la verdadera causa está en que nuestra fe en Jesús es pequeña y pobre.

Jesús quiere fortalecer nuestra confianza en el momento de las pruebas. Dios conduce nuestra historia y apoyados en Él no debemos temer. Él quiere transmitirnos su fuerza, su seguridad y su confianza absoluta en el Padre. Quien se apoya y confía en Él, resistirá la prueba.