El nuevo local de meditación

El nuevo local de meditación

Dijo Jesús a un grupo de fariseos y saduceos: «Al atardecer decís: “Va a hacer buen tiempo, porque el cielo tiene un rojo de fuego”, y a la mañana: “Hoy habrá tormenta, porque el cielo tiene un rojo sombrío”. ¡Conque sabéis discernir el aspecto del cielo y no podéis discernir los signos de los tiempos!» (Mt 16,2-3)


La parroquia de San Cristóbal estaba situada en un próspero barrio de clase media de la capital. Su párroco, el P. Florencio, era un sabio anciano que hacía todo lo posible por mostrarse cercano a la gente. Cuando no estaba en su despacho parroquial, estaba visitando enfermos o realizando otra labor pastoral. Era párroco de San Cristóbal desde hacía veinte años. Aunque el Obispo, don Rubén, le había comentado que le quedaba poco para la jubilación, el P. Florencio se sentía con fuerzas y ánimos para otros veinte años más. Era muy feliz realizando este servicio.

El barrio estaba cambiando mucho. Las antiguas tiendas habían sido reemplazadas por otras mucho más vanguardistas. El ayuntamiento había arreglado las aceras y puesto grandes maceteros con flores muy vistosas. Los descampados se habían transformado en parques donde los niños jugaban y los ancianos paseaban. Y había más líneas de autobuses que conectaban el barrio con los principales núcleos de la capital.

Un día, yendo a visitar a una anciana, el P. Florencio descubrió que a unos metros de la puerta de la parroquia habían abierto un nuevo establecimiento con un bello cartel que decía: «Centro de Meditación El Lama. Disfruta de tu mundo interior». El P. Florencio no le dio la mayor importancia, pues no sabía muy bien qué ofrecía ese nuevo local. Pero pronto empezó a oír hablar de él, ya que se puso de moda en el barrio. Y pasados unos meses se enteró de que algunos parroquianos estaban reemplazando la Misa por la sesiones de meditación en El Lama, lo cual le alarmó mucho. «¿Cómo podía pasar algo así?», se preguntaba el P. Florencio.

Por ello decidió hablar con una joven pareja que él conocía muy bien porque ambos habían hecho la Confirmación hacía poco tiempo. Cuando él les preguntó en qué consistía ese nuevo establecimiento, ellos, con toda naturalidad le contestaron:

‒Es un lugar estupendo donde nos ayudan a entrar en lo más profundo de nosotros mismos para alcanzar la paz y la armonía interior. Nuestro maestro espiritual es excelente, ha estudiado en el Tíbet y en la India con grandes gurús. Aunque es caro hacerse socio, merece la pena, pues la salud interior es lo más importante.

El P. Florencio se quedó pensativo ante aquellas palabras. Y les preguntó:

‒¿Pero por qué habéis dejado de ir a Misa?

Con la misma tranquilidad le dijeron:

‒Mientras en Misa nos aburrimos mucho, hacer meditación nos produce un gran sosiego interior, y nos sentimos mejor. P. Florencio, nosotros le apreciamos mucho, pero debe darse cuenta de que las cosas han cambiado.

El viejo párroco les dijo que la Eucaristía era el sacramento más importante, y no podía reemplazarse por un ejercicio de meditación. También les dijo que la meditación mal orientada no conduce a Dios. Pero aquello no cambió la opinión de los jóvenes.

Ante esta situación, decidió ir a hablar con don Rubén, su Obispo. Éste ya conocía el problema, pues don Florencio no era el primer párroco que venía a consultarle sobre ello. Tras una breve conversación, dijo don Rubén:

‒Ciertamente ha evolucionado mucho la espiritualidad. Antes la gente se sentía muy a gusto con la Eucaristía, el rezo del Rosario y las procesiones. Ahora hay cada vez más gente que demanda oración contemplativa. Y eso no lo ofrecemos en nuestras parroquias. Por eso debemos adaptarnos. Para la próxima Cuaresma, he organizado un curso intensivo de mística para que los párrocos y los agentes de pastoral tengáis las bases necesarias para ofrecer a los fieles una buena oración contemplativa que les ayude a vivir más intensamente el Evangelio.

Al P. Florencio todo esto le resultaba raro. A su edad le costaba mucho asumir estos cambios, pero aceptó de buen grado el consejo del Obispo, y en Cuaresma acudió junto con quince catequistas al curso de mística. Fue mucho más interesante de lo que todos esperaban. En él conocieron la espiritualidad de los monjes del desierto, la escuela ignaciana, la reforma carmelitana y otras grandes escuelas espirituales cristianas. A los asistentes les ayudó a mejorar considerablemente su relación con Dios.

Pues bien, coincidiendo con la vigilia de Pentecostés, en la parroquia de San Cristóbal comenzaron con gran ilusión a promover un grupo de meditación cristiana dirigido por varios catequistas. Se reunían todos los jueves por la tarde en el oratorio de los salones parroquiales. Pronto fueron tantos los que se apuntaron, que tuvieron que trasladarse a la iglesia. Curiosamente, también mejoró la asistencia a la Eucaristía.

Ahora, cuando el P. Florencio pasa por delante del Centro de Meditación El Lama, no deja de pensar en si este establecimiento le sirvió al Espíritu Santo para hacerle ver que la Iglesia debe adaptarse a los nuevos tiempos.

 

Fr. Julián de Cos Pérez de Camino