Dom
7
Jun
2020

Homilía La Santísima Trinidad

Año litúrgico 2019 - 2020 - (Ciclo A)

El Señor bajó en la nube y se quedó con Moisés

Pautas para la homilía de hoy


Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

En esta Solemnidad celebramos que Dios no es un ser ocioso que se limita a observar desde el cielo lo que pasa aquí abajo, ni es una especie de máquina que hace que el mundo funcione, ni mucho menos es un personaje imaginario creado por el ser humano. Todo lo contrario, hoy celebramos que Dios es Trinidad y se hace presente aquí y ahora. 

Pues bien, para hablar correctamente sobre la Trinidad, la Iglesia nos dice que hay al menos dos formas de hacerlo: una es desde el saber teológico y la otra desde la experiencia mística.

Teológicamente hablando, la Santísima Trinidad es un solo Dios que, teniendo una sola naturaleza, son tres Personas que se despliegan en la Historia de la Salvación. Ésta consiste, básicamente, en que Dios Padre creó el mundo, pero este cayó en el pecado debido a que el ser humano no hizo un buen uso de su libertad; por ello Dios Padre envió a su Hijo para anunciar el camino de la salvación y para vencer al pecado muriendo en la Cruz y resucitando a una vida nueva; y después, el Padre y el Hijo, como fruto de su amor, enviaron su Espíritu para hacerse presente en medio del mundo –y dentro de nuestro corazón–, ayudándonos a caminar hacia la resurrección.

La teología es el modo como el ser humano, con su limitado conocimiento, habla de una forma razonable de Dios, que es infinito y perfecto. Así, en los pasajes del libro de Daniel, de la segunda carta a los Corintios y del Evangelio según san Juan, hemos escuchado cómo se nos habla teológicamente de las personas de la Trinidad, describiendo algunas de sus cualidades y de sus acciones en la Historia de la Salvación.

La otra forma de hablar de la Santísima Trinidad es por medio de la experiencia mística. Y es así como lo hace el pasaje del Éxodo. Nos dice que, de madrugada, Moisés subió al monte Sinaí con las tablas de la ley y que Dios bajó en la nube y se quedó con él. Es decir, Moisés hizo el esfuerzo ascético de ascender hacia Dios, y lo hizo guiado por los Diez Mandamientos, esto es, por la voluntad divina; y Dios, por su parte, descendió y lo rodeó con la nube, la cual es un modo bíblico de hablarnos del misterio divino.

En efecto, todos tenemos la experiencia de haber caminado dentro de una nube, es decir, en medio de la niebla, en la cual no vemos apenas nada y nos sentimos desorientados. Por eso la nube simboliza el misterio de Dios. Esa es la vivencia mística de Moisés, que experimentó pasivamente cómo Dios le envolvía y le abrazaba con su infinitud. ¿Y cómo reaccionó Moisés?: primero sintió la compasión y la misericordia de Dios y, acto seguido, Moisés intercedió por su pueblo, para que Dios le perdone y permanezca junto a él.

¿Qué nos dice esto acerca de la Trinidad? Si nos fijamos, este pasaje revela que Dios es ante todo un misterio que nos supera infinitamente, pero es un misterio que vela por nosotros desde el Cielo, como Dios Padre; es un misterio que nos ama misericordiosamente, como Dios Hijo; y es un misterio que ha bajado para morar ahora en este mundo –y dentro de nosotros–, como Dios Espíritu Santo.

Efectivamente, la Trinidad no es una mera teoría teológica sino algo muy real que experimentamos interiormente y compartimos comunitariamente. Y así, los miembros de la comunidad cristiana sentimos, como el profeta Daniel, que Dios está sentado en su trono celestial, rodeado por ángeles, y desde ahí sondea el abismo de nuestro corazón y los abismos de la historia humana.

También sentimos comunitariamente, junto a san Pablo, que Dios Padre es una fuente de amor y de paz, que su Hijo nos llena con su gracia y que el Espíritu nos une con su comunión. Y todo eso nos mueve a experimentar una gran alegría.

Y sabemos, con el Evangelio según san Juan, que Jesús no fue enviado por el Padre para juzgarnos sino para salvarnos, por ello murió por nosotros en la Cruz. Y Jesús nos dice que quien cree en Él se salva. Obviamente, no se refiere a creer superficialmente, como quien se cree lo que escucha en un programa de televisión, sino a creer en Él profundamente, haciéndolo vida, siendo coherente con el Evangelio. Y eso sólo se consigue cuando compartimos nuestra fe con el resto de la Iglesia.

Y así, nuestro modo de ver la realidad queda marcado por nuestra vivencia de la Santísima Trinidad, de tal forma que vemos el mundo como la obra de Dios Padre, compartimos con otras personas nuestro seguimiento de Jesús y sentimos en el fondo de nuestro corazón al Espíritu Santo.

Eso es lo que hoy celebramos: que Dios, teniendo una sola naturaleza divina, son tres Personas íntimamente unidas, con las que Él abarca todas las dimensiones de nuestro ser, de nuestra vida y de nuestro mundo. Esto es, ciertamente, un misterio, pero es un misterio salvador.