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Revista CR: Humildad. “El que quiera ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos”

12 de mayo de 2022
Revista CR: Humildad. “El que quiera ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos”

Para empezar, una afirmación: Existimos solo en cuanto limitados.

         Puede ocurrir que olvidemos nuestra realidad y soñemos creyéndonos dioses, el centro del universo. Dos extremos: la arrogancia, por una parte; la humildad, por otra. Un convencimiento, la limitación es oportunidad, invitación a avanzar, ir más allá, crecer. Pero este convencimiento se puede plantear desde la arrogancia o desde la humildad; desde la exigencia al otro o desde el servicio.

         Que experiencia más lúcida, más sublime, más humana, dejarse sorprender. Para dejarse sorprender hay que estar desposeído de todo interés, del propio ego; el vacío de todo eso permite la experiencia de la sorpresa (conocer lo desconocido) que revela la realidad del don, del amor, de lo que no se puede comprar. “Si alguien quisiera comprar el amor con todas las riquezas de su casa, se haría despreciable” (Ct 8,7) 

         Somos los más pobres y somos los más ricos. Somos pobres, cuando ponemos nuestra meta en el “tener”, la posesión impide hacerse cargo de uno mismo porque lo poseído acapara la atención; la posesión no dice gran cosa de nuestra condición, de quiénes somos y podríamos llegar a ser realmente. Somos los más ricos, cuando valoramos, apreciamos, lo que está fuera de nosotros, esa referencia, ese paradigma, ese espejo que invita, señala, un camino de superación, de esperanza, de curiosidad, de asombro, de enriquecimiento humano. El yo limitado no permanece siempre de la misma manera, el yo limitado cambia, siempre limitado sí, pero no siempre igual… Somos ricos: ¡cuánto por hacer, por descubrir, por conocer! y además llamados a compartir.

         Existimos en cuanto limitados y nos hacemos desde la fragilidad y la vulnerabilidad que nos caracteriza y en este camino crecemos. Tomar conciencia de las propias limitaciones, de la propia contingencia y debilidad, esto es humildad. Liberarse de toda apariencia, de todo lo accesorio, nos permite enfrentarnos con nuestra realidad, nuestra limitacion, que nos hacen, precisamente, más humanos y posibilita la toma de conciencia, no sólo de lo que somos, sino de lo que nos queda por hacer y por crecer, por ser. Ante esta experiencia la humildad ya no se entiende como debilidad, ocultamiento, es más bien lucidez y motivación, fuerza interior.

         Es cansino vivir exigiendo, demandando… Los otros, se hacen lejanos, ausentes, y nos perdemos en un mundo de apariencias y mentiras. Es más humano estar atentos, en disposición de servicio… Los otros, están presentes y nos hallamos en un mundo de fraternidad y solidaridad.

         Desde la humildad las relaciones con los demás son y están poseídas de amor, respeto, admiración, servicio… La humildad permite apreciar que el servicio es una expresión sublime, limpia, de lo que somos. El que pretende ir por delante no puede ver, no es consciente de quien le acompaña; el último, el servidor de todos, ve, aprecia, siente, tiene presente a los que le acompañan y comparten la vida. La humildad muestra la grandeza de la persona y suele ser en las pequeñas cosas.

Número 543 (marzo-abril 2022)

            Es una imagen muy clara, su contraste es evidente: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: "Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, diezmo de todo lo que gano". Pero el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "Oh Dios, ten piedad de este pecador”. (Lc 18, 10-13)

         ¿Quién de los dos está más cerca de la verdad? El fariseo se ve a sí mismo como “bueno”, es un buen cumplidor, ortodoxo en sus ideas, se siente “seguro” de sí mismo, de su forma de vivir, etc., y, lógicamente, “desprecia” a los que no piensan y no viven como él. Pero ¿qué hay detrás de todo esto? El publicano no se atreve a levantar los ojos al cielo, no se oculta ni disimula, es consciente, reconoce que no ha hecho las cosas bien… ¿Quién está más cerca de la verdad?

         Según el texto de Lucas, Jesús declara justificado al hombre que delante de Dios se siente pecador, necesita del amor y de la compasión divina. Sin embargo, el fariseo no precisa nada de Dios porque se cree que no lo necesita y, de hecho, no pide nada.

         Escuchamos a la Santa de Ávila: “la humildad es andar en la verdad”. El fariseo no puede descubrir el valor de la virtud de la humildad; sólo cuando se es consciente de las propias carencias, de la fragilidad de los actos y errores, es posible descubrir la humildad. La humildad se relaciona con el autoconocimiento y con una visión del mundo, de la vida, que sitúa a la inteligencia por encima del ego (autosuficiencia, engreimiento…) de manera que capacita para darse cuenta de lo que ocurre y nos ocurre, de lo que es, con espontaneidad, libertad y creatividad. A todo esto, se le puede asociar con el humor.

         Humor y humildad, vienen de una misma raíz etimológica “humus”. “El humor es otra de las armas con las que el alma lucha por su supervivencia. Es bien sabido que, en la existencia humana, el humor puede proporcionar el distanciamiento necesario para sobreponerse a cualquier situación, aunque no sea más que por unos segundos.” (Viktor Frankl) Y, como dice Luis Rojas Marcos: “En las crisis, el sentido del humor es algo muy serio”. Según este psiquiatra: “Su función principal es ayudarnos a distanciarnos emocionalmente de la situación que nos estresa percibiendo la comicidad en nosotros mismos y en las circunstancias que nos acosan […] Gracias a esta aptitud mental reconocemos sin angustiarnos la incoherencia y contradicciones de las cosas. la perspectiva humorística constituye una estrategia muy eficaz para defendernos del miedo, la ansiedad y de la desesperación…”

         No creo que el fariseo tuviera sentido del humor, estaba demasiado poseído de sí mismo y, respecto al publicano, el dolor le podía, pero: “Os digo que éste volvió a casa absuelto y el otro no. Porque quien se ensalza será humillado y quien se humilla será ensalzado.” (Lc 18,14)

         Humildad, humano, “humus” (tierra). La tierra es posibilidad de crecimiento, desarrollo, creatividad, se necesita de “humus” para crecer.  Sin humildad no cabe desarrollo para la persona.

         Jesús se dirige al Padre: “¡Te alabo, Padre, Señor del cielo y tierra, porque, ocultando estas cosas a los sabios y entendidos, se las diste a conocer a la gente sencilla! Sí, Padre, ésa ha sido tu elección.” (Mt 11, 25-26) Y es que Dios levanta a quien se abaja y a quien sirve y, como nos enseña Jesús, “quien se ensalza será humillado, y quien se humilla será ensalzado” (Lc 14,11).  La humildad nos aproxima a Dios, nos hace más cercanos a los demás y, consecuentemente, esto nos humaniza. De María, la Virgen, se dice la “llena de gracia”. “Entró el ángel a donde estaba ella y le dijo: -Alégrate, favorecida, el Señor está contigo” (Lc 1,28-29) La humildad de María es el secreto de su disponibilidad que permitió a Dios realizar grandes cosas porque Dios no se fija en las apariencias, sino que mira el corazón (cf. 1Sam 16,7).

         “Sin humildad no puede haber humanidad” (J. Buchan). Mirándose solo a uno mismo se desarrolla la vanidad, la soberbia, se vive a la defensiva; nada, que no sea uno mismo, tiene espacio en nuestro corazón. El Papa Francisco dice: “solo la humildad es el camino que nos conduce a Dios y, al mismo tiempo, precisamente porque nos conduce a Él, nos lleva también a lo esencial de la vida, a su significado más verdadero, al motivo más fiable por el que la vida vale la pena ser vivida. Solo la humildad nos abre a la experiencia de la verdad, de la alegría auténtica, del conocimiento que cuenta. Sin humildad estamos ‘aislados’, estamos aislados de la comprensión de Dios, de la comprensión de nosotros mismos. Es necesario ser humildes para entendernos a nosotros mismos, mucho más para entender a Dios” (Audiencia General, 22 de diciembre de 2021)

         La humildad está relacionada con la aceptación de uno mismo, de nuestras debilidades, defectos y limitaciones, también de nuestras posibilidades. Pero el humilde ni presume, ni se cree víctima de todo esto. El humilde no sabe que lo es.  Cuando decimos “en mi humilde opinión” o, todavía más fuerte, “para humilde, yo”, estamos dejando bien claro nuestro orgullo.

         “El que quiera ser el primero, que se haga el último y servidor de todos” (Mc 9,35). La capacidad de servicio es la patente de nuestra realidad, no son las palabras, son los hechos y éstos, dicen de la calidad del que los realiza. El servicio, es atención, disponibilidad, conciencia del otro, de sus posibles necesidades, de su bien… es expresión de amor, olvido de sí: humildad.

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