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La Constitución fundamental, de 1968, de 2020 en adelante

18 de mayo de 2020

La Constitución fundamental, de 1968, de 2020 en adelante

Reflexión sobre la Constitución Fundamental de la Orden de Predicadores del canonista Fr. Germán Correa, fraile de la Provincia de San Luis Bertrán de Colombia

Años cruciales estos dos: a quienes ya teníamos una experiencia y una idea de lo que es la vida dominicana, nos partió la vida el primero, y el segundo, el actual, no nos dejará salvar el modo de vivir que teníamos antes de la pandemia llegada del lejano Oriente.

 

  1. El Propósito de la Orden, siempre a la vista

El § I formula el Propositum de nuestra Orden como fruto de una inspiración divina. Dios –dice el papa Honorio III en su carta– “os ha inspirado este piadoso deseo: abrazaros a la pobreza y profesar la vida regular, a fin de predicar, así liberados, la palabra de Dios y dar a conocer por toda la tierra el nombre de nuestro Señor Jesucristo”. Así pues, profesando vida regular, como profesos de tal vida, y no abandonándola por dedicarnos a predicar; aquí ya queda asentado que la vida regular no cede el paso al ejercicio de la predicación. Tampoco parece bien el “consagraros a la predicación” de la edición española, puesto que el verbo es aquí ‘vacar’ (vacetis).

El estado religioso es un ejercicio “ordenado a la perfección de la caridad. Y son diversas las obras de caridad a las que una persona puede vacar” (Suma teológica 2-2, 188, 1). Precisando más, “al amor de Dios pertenece directamente la vida contemplativa, que desea vacar a solo Dios” (2-2, 188, 2). ‘Vacar’: Verbo muy bien escogido, que muestra la ilación que lleva de lo que nos libera para vacar a Dios a lo que nos libera para vacar a la predicación con parresía. Habiendo sido iniciados en la contemplación y sabiendo lo que es vacar, podemos también vacar a la predicación para llevar a las fronteras el nombre de Jesucristo.

El Propósito de nuestra Orden no es un ideal, como traduce la edición española, ni tampoco una propuesta: es un propositum que indica lo que nos proponemos hacer. Propósito complejo, pero que es uno solo y muy bien articulado. Su formulación comienza con una prótasis (prótasis  en griego es lo mismo que una premisa) –“abrazados a la pobreza y profesando vida regular”–. Prótasis que está montada en dos participios latinos (amplexi, professi, que literalmente habría que traducir por gerundios) que significan la causa real o el modo de lo que dice la oración principal, o dicho en otra forma, que significan las dos premisas que conducen a la conclusión que es la predicación. Por eso traduzco ‘a fin de’ (“a fin de predicar así liberados”)[1]. Las premisas que nos liberan para vacar a Dios, nos liberan para vacar a la predicación con parresía. Ahí se da una articulación de la predicación con la vida regular, o en otros términos, de la predicación como desembocadura de la vida regular. He ahí, latente, un buen silogismo. De la premisa de vida regular no se podía deducir el ímpetu que lleva a salir a predicar. Pero sí de esa premisa combinada con la pobreza mendicante. Con la doble libertad obtenida, la conclusión es contundente.

 

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