Primeros años

                   Fray Manuel Ángel Martínez de Juan, OP

Juan González Arintero nació en Lugeros, pequeño pueblo de la montaña leonesa, en el año 1860. Su primera formación intelectual fue muy deficiente. Pero a los 10 años sintió una verdadera afición por el estudio. Sus padres le enviaron a estudiar a Boñar, a una preceptoría regentada por un “dómine” o profesor; bajo su instrucción hizo tres cursos y de allí pasó al convento de los frailes dominicos de Corias (Asturias). Tenía 15 años cuando tomó el hábito dominicano[1].

En ese convento había comenzado la restauración de la Provincia dominicana de España, después de la exclaustración. El hecho de que fueran los frailes de la Provincia del Santísimo Rosario de Filipinas -Provincia eminentemente misionera- los restauradores de este convento, hizo que el joven Arintero se sintiera atraído por las misiones e incluso llegara a pedir expresamente que le enviaran allá.

            En los años en que llegó a Corias se estaba viviendo en la Orden un verdadero entusiasmo por restaurar la doctrina de santo Tomás de Aquino; entusiasmo que fue impulsado un poco después, a escala universal, por la encíclina Aeterni Patris del papa León XIII.

            En Corias recibió una buena formación filosófica. Conoció bien el pensamiento filosófico de santo Tomás y la historia de la filosofía en general. En cambio, tuvo que interrumpir los estudios de teología a los dos años de comenzarlos, porque los superiores lo enviaron a Salamanca a estudiar ciencias físico-químicas en la universidad civil, con el fin de ser enviado más tarde al Real Colegio de Nobles de Vergara (Guipúzcoa), dirigido entonces por los frailes dominicos. Según dice el P. Bandera, la necesidad de ser autodidacta en sus estudios de teología le dio una apertura intelectual que tal vez no hubiera alcanzado de otro modo[2].

En Salamanca, en el convento de San Esteban convivió y trabó una amistad duradera con el dominico francés Fr. José María Lagrange[3], futuro fundador de la Escuela Bíblica de Jerusalén, cuyo proceso de beatificación está en vías de tramitación.

            En la universidad de Salamanca experimentó el enfrentamiento que existía entre el mundo de la ciencia y el mundo de la fe. Desde entonces se propuso servirse de la ciencia para defender la fe. Vivió la preocupación por armonizar la ciencia y la fe. Arintero no sólo fue un eclesiólogo y un místico, sino también un apologista, es decir, un defensor de la fe.

            De Salamanca pasó a Vergara, donde enseñó ciencias naturales y trabajó en la organización del museo de ciencias naturales, clasificando minerales y plantas, y disecando animales.

 

[1] Los datos biográficos los hemos tomado principalmente de Fr. Adriano SUÁREZ, O.P., Vida del P. Mtro. Fr. Juan G. Arintero dominico, Cádiz 1936, 2 vols.; y Armando BANDERA, P. Juan G. Arintero. Una vida de santidad, Salamanca 1992.

[2] P. Juan G. Arintero. Una vida de santidad, p. 29.

[3] La comunidad de frailes franceses habitó en el convento de San Esteban desde noviembre de 1880 a 1887.