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La humanidad es nuestro Evangelio y nuestro Evangelio es la humanidad

18 de enero de 2017

Segunda jornada del Congreso para la misión de la Orden. Evangelio, humanidad

  Fr. Carlos Mendoza Álvarez, de México fue el primero en exponer las claves de reflexión de la jornada, con un análisis de la realidad: el fracaso del sueño de la razón instrumental, el fracaso de la modernidad que desde el principio se construyó sobre una minoría y expulsando a Dios como referente trascendental. Ante esta terrible situación es un signo de esperanza la contra-historia que está siendo escrita por las víctimas desde su propia vulnerabilidad, por minorías que se revelan frente a esa situación.  En medio de este mundo, a los dominicos el “carisma de predicación nos impele a seguir hablando con Dios y de Dios en un mundo violento desde dos polos que son imprescindibles: desde la mística de la compasión y desde el espíritu de profecía que nos pone en estado de alerta y es anuncio gozoso de una promesa cumplida”.

  La segunda clave del día vino a cargo de la hermana Teresa Hieslmayr, dominica de Austria que trabaja con jóvenes refugiados, con una impresionante reflexión titulada: “La humanidad es nuestro Evangelio y nuestro Evangelio es la humanidad”. La hermana explicaba cómo cada ser humano puede ser un Evangelio para nosotros y cómo “una de nuestras tareas ha de ser el enseñar a encontrar el Evangelio en cada uno de nosotros y también en aquellos con quienes nos encontramos, incluso en el desconocido que no es una amenaza para mi, sino que es quien me puede dar algo muy valioso: el Evangelio de Dios”. A lo largo de su intervención, la hermana Teresa fue intercalando reflexión teórica con experiencias personales de misión. Se refirió en varias ocasiones a la realidad de los refugiados: “A mi país vinieron muchos refugiados y la población tenía miedo. Los medios decían que había llegado un torrente de gente, insinuando que esas personas nos iban a inundar. Conociendo a los jóvenes refugiados a los que acompaño, pienso que sí, son un torrente, pero un torrente de salvación como dice el profeta Isaías: “yo extiendo hacia ella mi paz como un río, y la gloria de las naciones como un torrente desbordado”.

Nuestro Evangelio es la humanidad cuando aceptamos nuestros límites, es Evangelio la generosidad, el perdón, la paciencia

  En la segunda parte de su exposición desgranó la segunda parte de la frase del título de su intervención: “Nuestro Evangelio es la humanidad cuando aceptamos nuestros límites, es Evangelio la generosidad, el perdón, la paciencia… Allí el mensaje del Reino de Dios se hace realidad. Es Evangelio que concierne a todos independientemente de su condición social, ideología, cultura… Así nuestro Evangelio es universal”.

  El Congreso también ha querido dejar espacio a la predicación a través del Arte, ofreciendo en esta primera jornada, una obra de teatro a cargo de un grupo suizo que interpretó la obra “Dominikus”.

  El primer panel de la tarde estuvo a cargo de Gioachino Campese, escalabriniano, quien habló de la realidad de la migración, que forma parte del ADN del ser humano que desde siempre se ha visto obligado a moverse, a salir de su casa. Planteó el tema desde la Palabra de Dios donde la migración es vista desde la “ecología del miedo” que considera al extranjero como alguien que es rechazado, temido, pero sobre todo es vista desde la “ecología de la fe”, que contempla la migración como algo positivo e invita a ser acogedores con los que viene de fuera. También se acercó a la realidad de la migración analizando las actitudes de la gente ante los que vienen de fuera, percibiendo también en la actualidad esa “ecología del miedo” incluso en personas que están todos los días en misa pero que rechazan, insultan a los extranjeros, y esa “ecología de la fe” en tantas personas que ayudan, apoyan, quieren comprender y defienden los derechos de los inmigrantes. Terminó su ponencia lanzando una pregunta: las voces de los migrantes, refugiados ¿encuentran espacio en nuestra predicación? ¿Cómo predicar en esta realidad?

  Marcela Soto Ahumada centró su reflexión en el cuidado de la creación y en la realidad de la mujer en Bolivia y en toda Latinoamérica. Ante los problemas que expuso,  donde “unos pocos se han adueñado de lo que es de todos”, tenemos la necesidad de estar cercanos a esas realidades sufrientes en nuestra predicación. Si hablamos de un Dios misericordioso ¿cómo actuamos con pueblos devastados, niños abandonados, casos de violencia? ¿somos palabra hueca o palabra compasiva? “No podemos callar ante la injusticia y decir como Montesinos ¿acaso no son seres humanos? ¿mis hermanos y hermanas? Donde muere la verdad y donde muere la vida, allí es donde el Evangelio debe estar”.

  Emmanuel Ntakarutimana, dominico de Burundi, hablo de la misericordia cuando hay heridas históricas. Partió desde su propia experiencia, de las heridas de Ruanda Burundi que conoce bien, y de las dificultades que existen para curar las heridas de los violentos conflictos sucedidos en los últimos años. Esa violencia ha provocado traumas que se extienden por grandes territorios y que son devastadores y han dejado una terrible huella en las personas que lo han sufrido e incluso en las generaciones posteriores. Ante esa realidad se ha intentado dar respuesta desde el ámbito de la Familia Dominicana, a través de un activismo cotidiano buscando justicia y misericordia para las víctimas, pero “un activismo que necesita de referencia espirituales, de una mirada serena del Cristo crucificado y la Sagrada Escritura”. Finalizaba su intervención resumiendo el modo cómo los dominicos y dominicas han de responder ante el sufrimiento de la humanidad: “Hacer de las heridas de la gente nuestras propias heridas”.

  La jornada finalizó con una peregrinación de todos los asistentes hasta la Basílica de Santa Sabina, donde se celebró la Eucaristía presidida por el Maestro de la Orden, en cuya homilía animaba a "ser predicadores de comunión, ser predicadores de la unidad en DIos".

Congreso internacional para la Misión de la Orden de Predicadores (18 enero)