Espiritualidad de la verdad

 Fr. Manuel Santos Sánchez O.P.

Jesucristo es la Verdad. Nuestro lema, el de los frailes dominicos, es “Veritas”. Debemos vivir la espiritualidad de la verdad y no la de la mentira. Aplicado a nuestra verdad de ser hermanos que vivimos en comunidad, podemos sacar algunas consecuencias:

a. No sembrar la mentira en nuestro entorno comunitario

La mentira acaba haciendo irrespirable nuestro ambiente (12) . Ya a Yahvé le sentaba muy mal que su pueblo mintiese. De tal manera que suspiraba por encontrar una posada en el desierto para perder de vista a su mentiroso pueblo. “Es la mentira, que no la verdad, lo que prevalece en esta tierra… ¡Que cada cual se guarde de su prójimo!, ¡desconfiad de cualquier hermano!, porque todo hermano pone la zancadilla y todo prójimo propala la calumnia. Se engañan unos a otros, no dicen la verdad; han avezado sus lenguas a mentir, se han pervertido, incapaces de convertirse. Fraude por fraude, engaño por engaño, se niegan a reconocer a Yahvé” (Jr 9,1-5). Por todo ello, dice a su pueblo: “Os esparcí como paja liviana al viento de la estepa. Ésa es tu suerte… por cuanto me olvidaste y te fiaste de la Mentira” (Jr 13,25). Fuerte es el precio que hay que pagar por vivir en la mentira.

Nuestra verdad como dominicos es buscar la fraternidad, la vida comunitaria. Si buscamos otra cosa, es que estamos mintiendo… y pagaremos un alto precio.

b. Defender siempre al hermano... porque es hermano

Una de las maneras de defender al hermano y a la verdad es no propagar falsedades acerca de él. Otra manera de defender al hermano es no consentir las murmuraciones y hacer frente a los murmuradores que se levanten en contra de él. He aquí un texto, no de un teólogo, sino de un escritor, a propósito de la murmuración: “Odio a los que murmuran, a los que se reúnen a escondidas para propagar rumores mendaces que nunca verifican, sólo buscando la desgracia de los demás. Odio a los que dicen conocer la verdad del laberinto de Hacha y pronuncian nuestros nombres para injuriarnos. Y odio, sobre todo, a los que tras oír estas injurias, y perteneciendo a nuestra misma estirpe, no se atreven a defendernos, porque el mayor pecado es negar a los que nos aman. Habría que escupirles en la boca para que no olvidaran nunca el sabor de su traición” (13).

c. Ayudar al hermano a ser lo que ha querido ser: un hermano

Ya que el hermano de comunidad se ha dejado seducir por Jesús, y ha decidido libremente seguirle por el camino trazado por Domingo de Guzmán para alcanzar “la vida en abundancia”, todo lo que sea ayudarle a que realice su vocación, todo lo que sea corregirle fraternalmente cuando se desvíe del camino prometido… será un acto de amor a ese hermano. Que no nos pueda sorprender Yahvé con la pregunta que dirigió a Caín: “¿Dónde está tu hermano?, y menos aún que digamos: “¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?”. Porque realmente somos el guardián de nuestro hermano y él, a su vez, es nuestro guardián (14).
 


12. “Las mentiras corrompen nuestro entorno natural. Morimos espiritualmente cuando mentimos, como peces en un río contaminado”. T. RADCLIFFE, o.c. 191.

13. G. MARTÍN GARZO, El jardín dorado, Barcelona 2008, 30-31.

14. “Es la realidad vivida de la fraternidad, siempre con la limitación de las diferencias particulares, la que debe constituirse en un soporte básico de la soledad de sus integrantes, en el cuidado sentido de unos por otros, en la expresión del afecto tantas veces reprimido por falsos pudores y fantasmas, así como en la atención a la problemática particular de cada hermano o hermana. Sólo así la vida comunitaria estará jugando el papel que le corresponde para que la soledad de sus miembros no degenere en un aislamiento poblado de sentimientos, actitudes o incluso conductas irregulares o problemáticas” –C. DOMÍNGUEZ, La soledad, Sal Terrae, Septiembre 2007, 648-649¬–