Segovia

La castellana ciudad de Segovia, en la actualidad con unos 55.000 habitantes y a 91 km de Madrid, además de la Cueva de Santo Domingo, tiene gran interés artístico, cultural y religioso, con muchos e interesantes monumentos de todas las épocas: acueducto romano, iglesias románicas..., catedral, alcázar, sepulcro de San Juan de la Cruz, los palacios de La Granja (11 km) y de Riofrío (10 km).

Los primeros biógrafos sitúan a Santo Domingo en Segovia, en el momento de fundar el convento, por la Navidad de 1218. Fue el primer convento de frailes en España. Nada nos dicen de por qué elige esta ciudad. Sin duda debió ser por inclinación de su compañero de viaje, Fray Domingo de Segovia o el Chico, natural de dicha ciudad. Un hecho maravilloso acompaña esta fundación, el milagro de la lluvia, con que Dios socorrió a los segovianos por intercesión de Santo Domingo. La acogida de la ciudad fue muy grata a los ojos del Santo y en ella permaneció todas las fiestas navideñas, consolidando la fundación. Un año más tarde, 23 de marzo de 1220, consiguió del Papa Honorio III para la ciudad de Segovia una bula en agradecimiento a la acogida que los segovianos dieron a él y a sus frailes.

«Honorio Obispo, siervo de los siervos de Dios, a los amados hijos todos los ciudadanos de Segovia, salud y bendición Apostólica.

Nos es grato, y acepto el que mantengáis con vuestras piadosas limosnas, como loablemente lo hacéis, según hemos sabido, a los amados hijos del Orden de Predicadores, que moran en Segovia, a quienes tratáis con las entrañas de vuestra caridad. En la que juzgamos, que hacéis obsequio a Dios; porque apenas se le puede hacer más de su agrado, que quando se socorre misericordiosamente a aquellos, que sedientos de la salud de las almas, se emplean alegres en sacar las aguas de las fuentes del Salvador, para repartirlas en las Plazas, no solamente para refrigerio de las que tienen sed, sino también para medicina de salud contra la ponzoña de la culpa a las que están enfermas. Pues para que conozcáis más el sincero amor, que tenemos a los dichos Religiosos, os hemos querido amonestar, y rogar, y por estas letras Apostólicas mandaros, que assi como laudablemente lo habéis empezado, assi lo prosigáis, estendiéndoles la mano de vuestros beneficios, teniéndolos por recomendado de nuestro más propenso afecto, por la reverencia de la Silla Apostólica y nuestra. De tal suerte, que con esto tengáis a Dios propicio, y a Nos más, y más benigno, y favorable.

Dado en Viterbo a los diez días de las Kalendas de Abril, año quarto de nuestro Pontificado.»

Bula Honorio III, a la nobilísima Ciudad de Segovia, obsequio de Santo Domingo, en agradecimiento a las atenciones de los segovianos. Su fecha, 23 de marzo de 1220.

En Segovia, Santo Domingo busca un lugar retirado, fuera de las murallas, y elige una gruta natural, situada en la pendiente que desciende de la ciudad, por la puerta de San Cebrián, cerca del río Eresma. Quiere allí hablar con Dios para luego hablar de Dios a todos los hombres y mujeres. De noche vive su encuentro con Cristo crucificado, a cuyos pies aprende a ser compasivo y misericordioso con los pecadores de día. Así templaba su alma contemplativa y apostólica. Pronto, ese lugar de su vida penitente y oracional se convierte en lugar sagrado: la Santa Cueva.

El convento por él fundado, que en lo material no gozó de grandiosidad hasta los Reyes Católicos y que los frailes quisieron edificarlo junto a esa gruta, bajo la advocación de la Santa Cruz, tuvo dos acontecimientos que le dieron un matiz peculiar, creando un ambiente espiritual en su entorno. Uno de ellos fue la muerte de Fray Corbalán, discípulo de Santo Domingo y cofundador del convento, muerto con fama de santidad, y como tal venerado, y fielmente custodiados sus restos en la iglesia. El otro fue la Cueva donde Santo Domingo solía retirarse a hacer oración y penitencia.

Si la estancia de Santo Domingo en Segovia fue breve, sus consecuencias largas. Y la pequeña simiente sembrada por el fundador en el valle del Eresma se convirtió en árbol frondoso; varios de los más ilustres vástagos de la orden dominicana fructificaron en este convento de Santa Cruz, destacando Domingo de Soto (1494-1560), colaborador de Francisco de Vitoria.

No conocemos ningún documento de la época que mencione la Santa Cueva. La tradición oral es recogida por los historiadores del siglo XVI y no podemos rechazarla como infundada. Un hecho muy significativo que avala esta tradición es que cuando los Reyes Católicos quieren hacerles el gran convento, que hoy podemos contemplar, eligen un buen lugar dentro de los muros de la ciudad, y los frailes se oponen, prevaleciendo al fin la opinión de los religiosos, que renuncian a ese espléndido lugar por permanecer asentados en el sitio que para ellos hablaba de Santo Domingo.

La posibilidad de que el Santo tomase ese lugar como sitio de sus oraciones y penitencias no está fuera de su vida. Sus contemporáneos, repetidas veces, nos dicen que se retiraba las noches para orar y hacer penitencia. Un hecho tan repetido, y precisamente por no tener nada de excepcional en la vida de Santo Domingo, es fácil que pasase para sus contemporáneos desapercibido, que no  concretan ningún detalle. La Cueva, pues, tiene su cabida dentro de la vida de Santo Domingo, que, al decir de sus contemporáneos y de los testigos de canonización, buscaba el retiro nocturno para orar y disciplinarse mientras sus hijos dormían.

Los historiadores que recogen esa tradición sobre la Cueva son Diego de Colmenares, Juan Navamuel, Hernando del Castillo y Francisco de Ribera, este último añadiendo la visión de Santa Teresa. Posteriormente, todos los historiadores copian a estos sin añadir nada que merezca la pena.

«Saliendo de San José de Segovia para venir a Avila, quiso visitar primero el monasterio de los padres de Santo Domingo, que se llama Santa Cruz, porque ay en el una capilla donde el glorioso padre hizo penitencia, u derramó mucha sangre... Estuvose allí la Madre como dos horas, y el Santo siempre con ella diziendola lo mucho que se avia holgado con su venida, y contandola los trabajos que avia padecido en aquella capilla, y las mercedes que nuestro Señor en ella le avia hecho, y asiola de la mano prometiendola de ayudarla mucho en las cosas de su orden, y diziendola otras palabras de mucho consuelo, y regalo. Dezia despues la Madre, que le avia hecho Dios allí tanta merced, y avia tenido tan gran consuelo que no quisiera salir de aquella capilla.»

RIBERA, Francisco, S.I., “La vida de la Madre Teresa de Jesús”, Libro IV, cap. XIII, pág 637, Madrid, 1602.

La iglesia, construida por los Reyes Católicos, semeja a “un túmulo con sus blandones, que son los pináculos”. La portada, compuesta según los cánones de la época, pertenece al último período del estilo gótico; en el tímpano hay un relieve con una Piedad flanqueada por las estatuas orantes de Isabel y Fernando. El templo es de una sola nave, con capillas al lado de la epístola y todo cubierto de bóvedas de crucería.

La Santa Cueva actualmente es independiente de la iglesia y del convento. Tiene su entrada por una rústica puerta lateral del conjunto, situada en la zona del ábside de la iglesia. En el jardín, que sirve de antesala, hay un pórtico sencillo cobijando la fachada de la “capilla real”. Esta fachada es de estilo isabelino con un medio relieve de Santo Domingo; también hay relieves alegóricos a la represión de la herejía y, a los lados, las iniciales, coronas y escudos de Isabel y Fernando. El interior está cubierto por bóveda de crucería.

La Cueva propiamente dicha está en la segunda capilla, cubierta por una bóveda de medio cañón y profusamente decorada con hojarasca barroca. Sólo al fondo, sobre el altar, puede contemplarse en su estado rupestre, lo que constituye una pequeña excavación en la que se ha colocado la imagen del Santo, en actitud penitencial. Es esta capilla hay dos imágenes de Santo Domingo, una, de hacia 1600, en actitud penitencial, arrodillado, desnudo de medio cuerpo arriba, contemplando una cruz y golpeándose el pecho; y otra, atribuida a Sebastián de Almoacid, de la época de los Reyes Católicos, que le presenta “de pie, con una actitud de mirada tierna y amable capucha semicalada, con un libro cerrado... el rostro es la característica más personal de este Santo Domingo... sus ojos abiertos contemplan con mirada profunda y compasiva...”

La expulsión de los frailes del Convento de Santa Cruz, con la exclaustración de 1835, significó una pérdida como fuente de espiritualidad; pero los religiosos exclaustrados se cuidaron con esmero de salvar estas dos reliquias. El cuerpo de San Corbalán lo trasladaron al Monasterio de las Madres Dominicas de la ciudad. De la Cueva de Santo Domingo también se ocuparon, consiguiendo ser capellanes de la capilla, con lo que se desvinculó legalmente del resto del convento, pero fueron las monjas dominicas, junto a muchos fieles seglares dominicos, la tradicional Orden Tercera, quienes mantuvieron y mantienen encendida la antorcha de esa presencia dominicana.

En la actualidad, el antiguo Convento de Santa Cruz se ha convertido en un centro universitario civil, pero la Santa Cueva, que es de los dominicos, sigue conservando su sentido religioso dominicano y se celebran cultos en torno a la fiesta de Santo Domingo, el 8 de agosto.

La Santa Cueva de Santo Domingo se puede visitar acudiendo al Monasterio de las MM. Dominicas (C/ Capuchinos Alta, 2).

Lo relacionado con Segovia está tomado de “Santo Domingo en Segovia”, por Luis Felipe Peñalosa, Cuadernos Dominicanos-5, Madrid, 1968.