Dom
8
Mar
2009

Homilía Segundo Domingo de Cuaresma

Año litúrgico 2008 - 2009 - (Ciclo B)

Éste es mi Hijo amado; escuchadlo

Introducción

En algún momento, posiblemente en muchos, todos  hemos experimentado que la vida duele. Y, posiblemente, también, hemos padecido la misma tentación de Pedro: la evasión. San Marcos, en el Evangelio de este domingo, nos presenta a Pedro, huyendo del presente histórico. No asume, no integra, el itinerario de muerte-vida de Jesús, que también será el suyo. Así que disfruta del súbito refugio que se le presenta y quiere perpetuarlo: “¡Qué bien se está aquí!” (Mc 9, 5). Pero ni este refugio le libra del miedo: “Estaban asustados…”(v. 6).

No obstante, y, por dura que sea la vida, siempre hay motivos para la esperanza. Nuestro Dios es un Dios que salva, y, que, en la persona del Padre, nos dice: “Éste es mi Hijo amado; escuchadlo”. Expresión que se dirige a Jesús, pero también a cada uno de nosotros nos dice: “Tú eres mi hijo/a amado/a”. El episodio de la Transfiguración, colmado de luz, anticipa la resurrección de Jesús. Y también la nuestra. Nos sitúa con realismo en esa lucha cotidiana entre el bien y el mal, la luz y las tinieblas. Jesús, que es el bien, tiene la última palabra: escuchémosle. Él nos pide que nos comprometamos con la obra salvadora de Dios, en cuyo centro está la praxis de la justicia que procede del Amor.

En la lectura del Génesis, contemplamos la fe sin regateos de Abrahán. Su abandono en Dios, del que espera la vida en plenitud. El relato del sacrificio de Isaac  pone de manifiesto que Dios no se deja ganar en generosidad; y que la vida triunfa, sobre tantas muertes injustas, en diversos lugares del Planeta.

Desde estas actitudes de confianza en el Padre y de   escucha al Hijo, debemos hacer un camino de fraternidad y de inclusión. Dios no hace acepción de personas ni con su propio Hijo ¿Y nosotros?