Sáb
7
Ene
2012

Evangelio del día

El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande.

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 3, 22 – 4, 6

Queridos hermanos:
Cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada.
Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.
Queridos míos: no os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus vienen de Dios, pues muchos falsos profetas han salido al mundo.
En esto podréis conocer el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo venido en carne es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús no es de Dios: es del Anticristo. El cual habéis oído que iba a venir; pues bien, ya está en el mundo.
Vosotros, hijos míos, sois de Dios y lo habéis vencido. Pues el que está en vosotros es más que el que está en el mundo. Ellos son del mundo; por eso hablan según el mundo y el mundo los escucha. Nosotros somos de Dios.
Quien conoce a Dios nos escucha, quien no es de Dios no nos escucha.
En esto conocemos el Espíritu de la verdad y el espíritu del error.

Salmo de hoy

Salmo 2, 7-8. 10-12a R/. Te daré en herencia las naciones

Voy a proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho: «Tú eres mi Hijo:
yo te he engendrado hoy.
Pídemelo:
te daré en herencia las naciones;
en posesión, los confines de la tierra». R/.

Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad, los que regís la tierra:
servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 4, 12-17. 23-25

En aquel tiempo, al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan se retiró a Galilea.
Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaún, junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:
«Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí,
camino del mar, al otro lado del Jordán,
Galilea de los gentiles.
El pueblo que habitaba en tinieblas
vio una luz grande;
a los que habitaban en tierra y sombras de muerte,
una luz les brilló».
Desde entonces comenzó Jesús a predicar diciendo:
«Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos».
Jesús recorría toda Galilea enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
Su fama se extendió por toda Siria y le traían todos los enfermos aquejados de toda clase de enfermedades y dolores, endemoniados, lunáticos y paralíticos. Y él los curó.
Y lo seguían multitudes venidas de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y Transjordania.

Reflexión del Evangelio de hoy

  • Que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo

La lectura que se nos propone para este día es muy consoladora. Estamos en el tiempo de Epifanía, o sea, en el tiempo de ver las manifestaciones de Dios a todos los hombres. A nosotros los cristianos que a veces vemos como las contrariedades de la vida, los caminos a escoger, la postura que tenemos que adoptar, parece que nos lleva lejos de nuestras creencias religiosas, es como un rompernos interiormente al no saber si estamos actuando o no según el corazón de Dios. Esta carta de San Juan es luz para seguir caminando con la confianza de que si intentamos seguir estos puntos estaremos muy cerca de vivir en el querer de Dios.

Se nos habla de orar, de creer y de amar. Estos tres términos acciones y opciones, van siempre unidos y nuestros pesares y tropiezos vienen al separarlos. Quien no cree en Jesús como Hijos de Dios, no podrá nunca elevar una oración al Padre, su corazón estará siempre inquieto y vacio ya que no podrá llegar a conocer la profundidad de la amistad y del amor. Amor que se manifiesta y se da a los hermanos, pero que nace y la llega a plenitud en el amor de Dios, en su presencia en cada uno de nosotros. Examinemos pues en quien creemos, a quien oramos y como amamos, para que en esto podamos conocer el espíritu de la verdad y no tenga sobre nosotros ninguna fuerza el espíritu del error.

  • Jesús proclamaba el Evangelio del reino, curando las dolencias de pueblo

Estamos muy acostumbrados a ver y a vivir en las celebraciones litúrgicas la vida de Jesús; encasillándola en la sola lectura de los Evangelios. La vida de Jesús, se construye día a día, hora a hora, minuto a minuto. Cargada de encuentros, muchos más de los que se nos describe. Es decir, no mucho más lejos de un día cualquiera de cada uno de nosotros.

Nos dice la antífona del aleluya que Jesús proclamaba el Reino de Dios, curando las dolencias del pueblo. Ahí es donde radica la conversión. Conversión igual a corazón sanado, reconstruido, dignificado por el amor de Dios, por su paciencia; porque Dios en la persona de su Hijo es la Luz grande que el pueblo que habitaba y habita en tinieblas y sombras de muerte vio, ve y verá brillar ante sus ojos. Nosotros portadores de esa luz y la Galilea de los gentiles que se nos presenta cada día, debe recibir de nuestras obras más que de nuestras palabras el mensaje de conversión, el mensaje del Reino, de la presencia de Dios amando a su pueblo.