Mié
16
Ene
2013
Liberó a todos los que pasaban la vida entera como esclavos

Primera lectura

Lectura de la carta a los Hebreos 2,14-18:

Lo mismo que los hijos participan de la carne y de la sangre, así también participó Jesús de nuestra carne y sangre, para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo, y liberar a cuantos, por miedo a la muerte, pasaban la vida entera como esclavos.
Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote misericordioso y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar los pecados del pueblo. Pues, por el hecho de haber padecido sufriendo la tentación, puede auxiliar a los que son tentados.

Salmo de hoy

Salmo 104,1-2.3-4.6-7.8-9 R/. El Señor se acuerda de su alianza eternamente

Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas. R/.

Gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro. R/.

¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.

Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Marcos 1,29-39

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.
La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, e inmediatamente le hablaron de ella. Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.
Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, cuando todavía era muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca y, al encontrarlo, le dijeron:
«Todo el mundo te busca».
Él les responde:
«Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido».
Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.

Reflexión del Evangelio de hoy

  • “Liberó a todos los que pasaban la vida entera como esclavos”

Es verdad, los hombres, los hombres de ciencia, han conseguido prolongar nuestra vida muchos años. Hoy, en los países adelantados, muchas personas llegan a los 80, 90, 100 años. Pero la ciencia humana no puede ir más allá. La muerte sigue siendo una barrera infranqueable. Sólo Jesús, que además de hombre es Dios, puede aniquilar y vencer a la muerte. “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí aunque muera vivirá y vivirá para siempre”. Con ello nos ha librado de ser esclavos de la muerte y de todas las esclavitudes que la muerte trae. Jesús rompe la barrera del “todo se acaba”, del “todo tiene fecha de caducidad”, la barrera de la limitación que acecha a todo lo humano e introduce la era de la plenitud, de la plenitud de todo lo bueno, bello, justo… la plenitud del amor. “Liberó a todos los que por miedo a la muerte pasaban la vida entera como esclavos”.

  •  “Curó a muchos enfermos y… recorrió toda Galilea predicando”

En el evangelio de hoy vemos cómo Jesús sigue con su tarea de liberarnos de nuestras esclavitudes. “Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó mucho demonios”. Una de las esclavitudes que sufrimos todas las personas humanas es la enfermedad, un huésped que antes o después nos visita a todos. Los evangelios también nos presentan a muchos poseídos por los demonios, a muchos dominados por el mal. A todos los que se acercan a Jesús, con estas esclavitudes, él los libera.

Las personas humanas, además de estas dos esclavitudes, tenemos las que podemos llamar esclavitudes del alma: nuestras cegueras, nuestros fallos, nuestras dudas, nuestros miedos y temores, nuestras angustias ante todo lo que la vida nos obliga a vivir. Para estas esclavitudes Jesús tiene la medicina de su palabra, de la buena noticia que viene a comunicarnos y que él vivió el primero. No sólo cura enfermos y endemoniados sino que también nos regala su palabra liberadora: “Así recorrió toda Galilea predicando”.