Dom
11
Jul
2010

Homilía XV Domingo del Tiempo Ordinario

Año litúrgico 2009 - 2010 - (Ciclo C)

¿A quién debemos amar?

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • ¿Y quién es mi prójimo?

Ryszard Kapuscinski, el conocido periodista polaco, nos recuerda en su libro “El encuentro con el Otro”, que el encuentro con el Otro es un "acontecimiento fundamental", la experiencia más importante, la que llega hasta los horizontes más lejanos. El Otro/a es una entidad única e irrepetible. Jesús, históricamente muy anterior a ellos, sabía de la fuerza que tiene el verdadero encuentro con los otros seres humanos, sobre todo si se trata de seres sufrientes. Y sabedor de la fuerza que este encuentro tiene, no duda en traer a sus interlocutores/as, los discípulos, la experiencia del samaritano para establecer sin lugar a dudas la definición de prójimo y lo que significa encontrase con él. Nuestro prójimo no es más que ese Otro que aparece en nuestro camino, que necesita de nuestra mirada, de nuestro tiempo… de nuestra escucha. Aquel en el que, podemos estar seguros, Dios habita y a quien hemos de Amar con toda el alma, con todo el ser.

De todos los personajes de la parábola, parece que el único que ha descubierto el “acontecimiento fundamental” que supone no dar un rodeo y pasar de largo ante los otros es el samaritano. Con el relato, Jesús parece que quisiera despertarnos a una alarma. Está preocupado y teme por la deshumanización del pueblo debido al exceso de cumplimiento de una normativa que únicamente les configura en una rutina fría y vaciada de sentido. En este contexto, aparece una persona violentada en su dignidad. Se trata de un ser anónimo, el texto no nos revela su identidad, pero en él hoy podrían encerrarse los rostros de tantas y tantas personas ladeadas. Y sin embargo, este hombre es abandonado a su suerte por los más rigurosos cumplidores, sacerdotes y levitas, y paradójicamente es el de fuera, el samaritano (el “ilegal”, el que se sale de la norma) el que acude en auxilio del que anda tirado y sufre. Sólo él tiene el coraje de exponerse ante el sufrimiento humano lo suficiente para dejarse interpelar “se le acercó y le vendó las heridas”. Lo necesario como para darse cuenta de que estaba ante un Otro único, y que esta experiencia no le dejará indiferente, sino que su compasión hacia él, ser olvidado, evitado y rodeado; ninguneado, le hace corresponsable “lo llevó a una posada y lo cuidó” y sincroniza ambos destinos “Cuida de él…y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta”. Quizá hoy podemos preguntarnos ¿cómo vivimos nuestros encuentros con las personas que aparecen a la vuelta del camino? ¿Nos acercamos al sufrimiento del hermano pero permitiendo que el fantasma de la sobre implicación nos paralice y nos empuje a dar un rodeo? ¿Somos demasiado fieles a las distancias de seguridad? Porque Jesús nos sugiere, con la lección del samaritano, anteponer el reconocimiento de los derechos de los que son ultrajados incluso ante nuestra propia comodidad y necesidad ¿estamos dispuestos?

  • En tu corazón y en tu boca

Moisés habla al pueblo con vehemencia y le pide una escucha más atenta de la voz de Dios. Nos pide una vuelta personal a Dios Padre-Madre. Las palabras que nos decimos tienen un valor inestimable. Son fuerza creadora. También, las palabras que dejamos de decir en pos del silencio, o de la escucha de los demás, son necesarias y reflejan nuestro respeto por lo que viene de nuestro interlocutor. Pero la lectura del Deuteronomio quiere ir más allá, y no desde el punto de vista de la exigencia, “lo que yo te mando hoy no es cosa que te exceda ni inalcanzable” (de nuevo la infinita confianza que Dios tiene en nuestras posibilidades), sino que da la sensación de que Moisés pretende recordarnos una clave: nuestra boca y nuestro corazón están conectados. Se interrelacionan. Forman un sistema. Y este no es sencillamente un intento de refrescar nuestras oxidadas lecciones de anatomía o ciencias naturales, no. Su intención de vincular nuestra boca y nuestro corazón es poner de manifiesto que las palabras que pronunciamos se ven afectadas por aquello que llevamos en nuestro corazón. Tener nuestro corazón en línea con Dios Padre-Madre y con nuestra palabra nos ayuda a vivir nuestra opción de seguimiento de Jesús en radicalidad y compromiso. Así, cuando en nuestro corazón anida la confianza, la entrega, la amistad, la alegría…, nuestras palabras serán palabras de comprensión, de generosidad, de libertad, Palabras de Amor (como dice alguna canción querida). Y esta clave es poderosa, el mandato está cerca de nosotros. La palabra ya ha sido pronunciada. Ojala escuchamos hoy su voz, no endurezcamos el corazón, fiémonos del Dios Padre-Madre que es el único que puede arrebatarnos el corazón de piedra y darnos un corazón amante del que broten palabras sólidas que transformen el mundo, que instauren la JUSTICIA y la PAZ.