Mar
8
Mar
2016

Evangelio del día

Cuarta semana de Cuaresma

Levántate, coge tu camilla y echa a andar

Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel 47, 1-9. 12

En aquellos días, el ángel me hizo volver a la entrada del templo del Señor.

De debajo del umbral del templo corría agua hacia el este —el templo miraba al este—. El agua bajaba por el lado derecho del templo, al sur del altar.

Me hizo salir por el pórtico septentrional y me llevó por fuera hasta el pórtico exterior que mira al este. El agua corría por el lado derecho.

El hombre que llevaba el cordel en la mano salió hacia el este, midió quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta los tobillos. Midió otros quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta las rodillas. Midió todavía otros quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta la cintura. Midió otros quinientos metros: era ya un torrente que no se podía vadear, sino cruzar a nado.

Entonces me dijo:
«¿Has visto, hijo de hombre?»,

Después me condujo por la ribera del torrente.

Al volver vi en ambas riberas del torrente una gran arboleda. Me dijo:
«Estas aguas fluyen hacia la zona oriental, descienden hacia la estepa y desembocan en el mar de la Sal, Cuando hayan entrado en él, sus aguas serán saneadas. Todo ser viviente que se agita, allí donde desemboque la corriente, tendrá vida; y habrá peces en abundancia. Porque apenas estas aguas hayan llegado hasta allí, habrán saneado el mar y habrá vida allí donde llegue el torrente.

En ambas riberas del torrente crecerá toda clase de árboles frutales; no se marchitarán sus hojas ni se acabarán sus frutos; darán nuevos frutos cada mes, porque las aguas del torrente fluyen del santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales».

Salmo de hoy

Salmo 45, 2-3. 5-6. 8-9 R/. El Señor del universo está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob

Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos aunque tiemble la tierra,
y los montes se desplomen en el mar. R/.

Un río y sus canales alegran la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a Dios en medio, no vacila;
Dios la socorre al despuntar la aurora. R/.

El Señor del universo está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Venid a ver las obras del Señor,
las maravillas que hace en la tierra. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 5, 1-16

Se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.

Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos.

Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.

Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice:
«¿Quieres quedar sano?».

El enfermo le contestó:
«Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado».

Jesús le dice:
«Levántate, toma tu camilla y echa a andar».

Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.

Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano:
«Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla».

Él les contestó:
«El que me ha curado es quien me ha dicho: “Toma tu camilla y echa a andar”».

Ellos le preguntaron:
«¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?».

Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, a causa del gentío que había en aquel sitio, se había alejado.

Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice:
«Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor».

Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado.

Por esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.

Reflexión del Evangelio de hoy

  • Todo lo que bañe el torrente de agua que mana del Templo será sanado.

En el contexto de una serie de capítulos en que Ezequiel habla del Templo futuro con toda clase de detalles sobre los múltiples aspectos de su construcción y utilización, encontramos el texto que hoy nos ofrece la liturgia: la fuente del Templo.

Al comienzo de la narración se tiene la impresión de que estamos ante una descripción que seguirá siendo ritual o cultual. Y de pronto ¡salta la sorpresa!

“El hombre que llevaba el cordel” invita a entrar en la corriente de agua. Mil codos, y otros mil, y aún mil más. El agua va subiendo de nivel. Y tras los últimos mil codos “ya no se hacía pie” y se retrocede.

A continuación la preciosa explicación de la función sanadora de ese torrente que corre hacia levante y que dará vida a todo aquello que sea alcanzado por la corriente. Simbolismo precioso que, posteriormente, se ha aplicado a la transformación que el bautismo realiza en nosotros.

Pero el texto también puede dar lugar a una lectura más existencial o vivencial cada vez que nos encontramos ante él:

Sentirse entrando en las aguas del torrente, experimentar la sensación de que la altura del agua crece y se va haciendo respetable, alcanzar el punto en el que “no se hace pie”… Y la pregunta emerge inesperada: ¿estoy dispuesta a entrar en ese torrente de agua que da vida hasta “no hacer pie”, hasta perder el control y dejar que sea el agua la que me lleve, y no yo la que decida hasta dónde le dejo llegar?...

  • Levántate, coge tu camilla y echa a andar

El relato evangélico que escuchamos parece, en principio, centrado también en el agua que sana: las aguas de la piscina se agitaban de cuando en cuando, y la primera persona que consiguiera sumergirse en ellas quedaba curada de cualquier mal que padeciera. Por eso se hallaba rodeada siempre de personas necesitadas de curación. Entre ellas alguien que llevaba 38 años enfermo.
Jesús se fija en él y le pregunta si le gustaría quedar curado. De manera sorprendente el hombre no responde a la pregunta de Jesús. Su respuesta da la sensación de que pretendiera ser una especie de disculpa por no haberse curado ya: los otros son más espabilados y llegan al agua antes que él. Es como si estuviera acostumbrado a vivir allí tendido. Los muchos años de enfermedad le han demostrado que no va a llegar al agua que sana. Pero con todo, él está allí…

Y sin mediar otro diálogo entre ellos, Jesús le dice algo sorprendente: “Levántate, coge tu camilla y echa a andar”. Y el enfermo lo hace. El agua que sanaba queda al margen. La fuente de la salvación está ahora en Jesús.

A continuación el relato se desliza hacia la problemática suscitada por Jesús con sus curaciones en sábado. Pero quizá podemos focalizar nuestra mirada en este hombre enfermo, que puede ser símbolo de tantos como a lo largo de los tiempos han vivido postrados por múltiples razones, sin poder desarrollar su propia vida… También para ellos, que podemos ser cualquiera de nosotros, llega la salvación. No olvidemos que no conocía a Jesús, pero la compasión de éste le alcanza igual que a aquellos que se han acercado a él con fe. Lo único que este enfermo hizo fue estar allí donde se suponía que en algún momento podía llegar la curación. Y llegó del modo más inesperado… ¿cultivamos la actitud que nos permita acoger la sanación y la vida que se nos regala siempre?