San Juan de Ávila y fray Luis de Granada

La Escuela Española revitalizó la espiritualidad del siglo XVI con autores como San Juan de Ávila y Fray Luis de Granada inspirados por la devotio moderna.


En torno a 1550 surgió otro grupo de autores que se había impregnado de la espiritualidad difundida por los franciscanos recogidos y se sumaba a ellos para escribir obras en lengua española con el fin de colaborar en la mejora espiritual del clero, los religiosos y el pueblo fiel.

El objetivo de estos autores era que sus lectores alcanzasen el mayor grado de perfección espiritual. Por ello promovieron una espiritualidad muy popular de corte místico-afectivo, en la que se buscaba la unión con Dios, y en la que el amor jugaba un papel importante para relacionarnos con Él.

Siguiendo la devotio moderna, animaban al pueblo a meditar la Pasión de Jesús y a hacer oración mental de un modo metódico. Por otra parte, algunos consideraban la contemplación de la naturaleza como un magnífico medio para ascender interiormente al Creador.

En este grupo de autores encontramos, entre otros, a los agustinos santo Tomás de Villanueva (1488-1555), Alonso de Orozco (1500-1591) y fray Luis de León (ca. 1527-1591), a san Francisco de Borja, o a san Juan de Ávila (1499-1569), recientemente nombrado Doctor de la Iglesia, y a fray Luis de Granada, gran divulgador de esta espiritualidad, pues sus tratados y manuales se difundieron por toda la Iglesia tras el Concilio de Trento.

Pues bien, estos autores, junto con el recogimiento franciscano, la espiritualidad ignaciana y la reforma carmelitana forman la Escuela Española de espiritualidad. Ciertamente, supuso una regeneración para la espiritualidad del pueblo fiel, marcada por la oración vocal, la piedad popular y la ascesis.

San Juan de Ávila

Tras estudiar en Salamanca y Alcalá de Henares, fue un activo predicador en el sur de España. Fundó colegios universitarios, colegios menores y la Universidad de Baeza. También creó centros de formación para seminaristas, pues por entonces aún no existían los seminarios. Fue catequista de niños y director espiritual.

¿Qué camino espiritual propone en Audi, Filia?

Pero ha pasado a la historia sobre todo por su faceta de escritor espiritual. Su gran obra es Audi, Filia (1556). Debido a que fue incluida en el Índice de libros prohibidos de 1559 la modificó y se volvió a publicar tras su muerte en 1574.

Se trata de un amplio comentario al salmo 44,11-12. En el esquema de su primera edición, algo modificado en la de 1574, muestra este camino cristiano:

  1. «oye, hija»: se comienza escuchando a Dios;
  2. «y ve»: se nos invita a orar y meditar, así adquirimos una visión –o conocimiento– de nosotros mismos y de Dios;
  3. «inclina tu oído»: también debemos prestar especial atención a las Escrituras y la doctrina de la Iglesia;
  4. «olvida tu pueblo y la casa paterna»: es necesario que dejemos el mundo, el demonio y nuestra propia voluntad;
  5. «y codiciará el Rey tu belleza»: y así llegamos a la unión con Jesús en nuestro interior.

Ciertamente, saber escuchar es muy importante para contemplar a Dios. Así nos habla san Juan de Ávila sobre ello:

«Y si el tropel de la humana mentira quisiere cegar o hacer desmallar al caballero cristiano, alce sus ojos al Señor, y pídale fuerzas, y oya sus palabras, que dicen así: “Confiad, que yo vencí al mundo” (Jn 16,33). Como si dijese: “Antes que yo acá viniese, cosa muy recia era tornarse contra este mundo engañoso y desechar lo que en él florece, abrazar lo que él desecha; mas, después que contra mí puso todas sus fuerzas, inventado nuevos géneros de tormentos y deshonras, los cuales yo sufrí sin volverles el rostro, ya no sólo pareció flaco, pues encontró quien pudo más sufrir que él perseguir, mas aún queda vencido para vuestro provecho, pues, con mi ejemplo que os di y mi fortaleza que os gané, ligeramente lo podéis vencer, sobrepujar y hollar”. Pues mire el cristiano que como los que son del mundo no tienen orejas para escuchar la verdad de Dios, antes la desprecian, así el que es del bando de Cristo no las ha de tener para escuchar las mentiras del mundo, ni curar de ellas, porque ahora halague, ahora persiga, ahora prometa, ahora amenace, ahora espante, ahora parezca blando, en todo se engaña y quiere engañar»
(Audi, filia, I, c. 1, 5).

Fray Luis de Granada

Veremos que los principales opositores a la espiritualidad de la Escuela Española fueron frailes dominicos. Pero no todos. De hecho, la mayoría apenas participaron en este asunto y hubo algunos, como fray Luis de Granada, que simpatizaron con esta Escuela, pero sin renunciar a las bases tomistas de la espiritualidad dominicana.

Este fraile ingresó en el convento de los dominicos de Granada y más tarde estudió con la élite intelectual de su Orden en el Colegio de San Gregorio de Valladolid. Después pasó unos diez años en el apartado convento de Escala Coeli, cercano a Córdoba, donde tuvo una profunda experiencia de Dios.

¿Cuáles son las obras más importantes de fray Luis de Granada?

Tras lo cual se dedicó a predicar en el sur de España, hasta que, con 46 años, fue trasladado a la Provincia de Portugal, donde fue provincial y consejero del cardenal-infante Don Enrique (1512-1580). Entonces publicó sus dos obras más importantes: el Libro de la oración y meditación (1553) y la Guía de pecadores (1556-1557). Ambas fueron al Índice de libros prohibidos de 1559, pero después las modificó y las publicó de nuevo, junto a otras muchas obras.

El objetivo de fray Luis de Granada era explicar al pueblo fiel qué había de hacer para ser un buen cristiano y tener una buena relación espiritual con Dios. Como ya hemos dicho, sus obras se divulgaron mucho por Europa, así como por los nuevos territorios evangelizados, e influyeron en autores espirituales de los siglos XVII y XVIII. Pero poco a poco fueron reemplazadas por otros tratados más modernos.

¿Cómo integró la naturaleza en la relación con Dios?

Su espiritualidad destaca por su carácter afectivo y alegre. También por su belleza, pues es un gran literato. Insiste mucho en que su propósito es ayudar a los principiantes a iniciar su relación con Dios, y nada más. Esto es así porque, en su opinión, una vez que el creyente adquiere experiencia espiritual, es mejor que sean ésta y sobre todo el Espíritu Santo, quienes le guíen hacia la unión con Dios.

En su espiritualidad sobresale asimismo el equilibrio que establece entre la mística –la relación íntima con Dios–, la ascesis –el esfuerzo personal– y la acción –las buenas obras–. También llama la atención lo mucho que se apoya en elementos concretos de la naturaleza para hablarnos de su Creador.

A este respecto, sabemos que en la Biblia, sobre todo en los salmos y en los evangelios, hay muchos textos en los que se nos invita a contemplar a Dios por medio del universo por Él creado. Jesús nos anima en varias ocasiones a contemplar la naturaleza. Nos dice por ejemplo: «Mirad los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el Cielo los alimenta» (Mt 6,26). Este bello camino espiritual fue retomado por algunos autores o corrientes cristianas, cuya vivencia interior podemos englobar genéricamente dentro del término «espiritualidad ecológica».

Ya hemos visto el texto más significativo: el Cántico de las criaturas, en el que san Francisco nos invita a confraternizar con la naturaleza. Se trata de algo que muchas personas han hecho –y hacen– en su vida cotidiana, tratando fraternalmente a un perro, a un árbol de la huerta o a los pájaros que anidan en él, por ejemplo.

Pero hasta entonces nadie había subrayado lo mucho que eso puede ayudarnos a relacionarnos con Dios, el Padre común de todos. Actualmente en el seno de la Iglesia, sobre todo por parte de la Familia Franciscana, se nos anima, además, a defender la naturaleza. Por el bien de ella misma y, sobre todo, de la humanidad. En esta línea, el Papa Francisco, en su Encíclica Laudato si’ (2015), habla del grave peligro en el que se encuentra la creación y nos pide que trabajemos denodadamente por su conservación. Y es que, ciertamente, son los más pobres los que más sufren el cambio climático, es decir, el recalentamiento de la atmósfera provocado actualmente por el ser humano.

Por otra parte, también podemos contemplar a Dios conociendo –o estudiando– la naturaleza, y quien mejor nos habla de ello es fray Luis de Granada. En sus escritos y homilías abundan detalladas referencias a elementos de la naturaleza que nos ayudan a conocer diversas cualidades de su Creador. Se inspira en los Hexaemeron –comentarios a la creación en seis días– de san Basilio de Cesarea (ca. 330-379) y san Ambrosio de Milán (ca. 333-397).

El texto más significativo y completo es la primera parte de la Introducción del símbolo de la fe (1583). Se trata de un bellísimo escrito en el que fray Luis de Granada nos habla minuciosamente de la creación del mundo y de la contemplación de Dios en la naturaleza.

Por ejemplo, hablando de las hormigas dice:

«Sin más herramienta ni albañí que su boquilla, hacen un alholí o silo debajo de la tierra, donde habiten y donde guarden su mantenimiento. Y aún este alholí no lo hace derecho, sino con grandes vueltas y revueltas a una parte y otra, como se dice de aquel laberinto de Dédalo, para que si algún animalejo enemigo entrare por la puerta, no las pueda fácilmente hallar ni despojar de sus tesoros. Y con la misma boquilla que hicieron la casa, sacan fuera la tierra, y la ponen como por vallado a la puerta de ella»
(Cap. XVIII, I).

 

«Mas especialmente causa más admiración hallarse en él ojos. Porque espántanse los anatomistas del artificio con que el Criador formó este sentido tan excelente, con que tantas cosas conocemos. Pues ¿quién no se maravilla de que ese tan artificioso y tan delicado sentido haya formado el Criador en una cabeza tan pequeña como la del mosquito y de la hormiga?»
(Cap. XVIII).

 

«Mas a la verdad entendimiento tienen, no suyo, sino de aquella soberana Providencia que en ninguna cosa falta, y en ninguna yerra, y en todas es admirable como lo es en sí misma. No hay en este animalillo cosa que no nos esté predicando la sabiduría del que en tan pequeño cuerpo puso tantas habilidades»
(Cap. XVIII, I).

Y dice:

«Esta espiritual alegría se recibe cuando el hombre, mirando la hermosura de las criaturas, no para en ellas, sino sube en ellas al conocimiento de la hermosura, de la bondad y de la caridad de Dios, que tales y tantas cosas crió no sólo para el uso, sino también para la recreación del hombre»
(Cap. I, I).