Vie
3
Abr
2015

Homilía Viernes Santo

Año litúrgico 2014 - 2015 - (Ciclo B)

Sus heridas nos han curado

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • M. Luther King cuando recogió el premio Nobel dijo: “Creo que la verdad desarmada y el amor incondicional tendrán realmente la última palabra”.

Hoy declaramos que la verdad desarmada y el amor incondicional de Jesucristo tienen la última palabra. Hoy y cada vez que alguien caiga abatido/a por la violencia, o por odio a la fe, proclamamos que la no violencia y el amor de Dios tendrá la última palabra. El sufrimiento y la muerte serán derrotados por fin. ¿Dónde? En la cruz, donde todos hemos vuelto a nacer.

Juliana de Norwich, una mística inglesa del s.XIV describió a Jesús “verdadera Madre” como sufriendo dolores de parto por nosotros en la cruz. “Nos lleva dentro de El con amor y dolores de parto, hasta la plenitud del tiempo en que quiso sufrir las espinas más afiladas, y dolores tan crueles como jamás hubo ni habrá, y finalmente murió”. ¿Cuál es la esperanza del Viernes Santo? No sólo que después de morir, Jesús resucitará de nuevo, que hay vida después de la muerte. Sino que esperamos que su muerte sea fuente de vida, preñada de una nueva fertilidad. Jesús puede coger todo aquello que sea destructivo en su seno y volverlo fecundo. Este es el primer fruto de la nueva creación. ¿Qué te gustaría que volviese a vivir dentro de ti? ¿Qué situación quisieras que Dios vuelva fecunda? Díselo, díselo con sencillez ahora y cada día. Díselo, confía y espera. Dios puede darle la vuelta a todo y sacar vida donde no parecía, futuro donde nadie confiaba. Hasta el punto de poder afrontar nuestra propia muerte y la de las personas a las que queremos con esperanza.

  • Y el primer acto de esperanza es rezar.

La oración más grande es la cruz, cuando Cristo lo confió todo en manos del Padre. En la muerte en la cruz, Cristo entregó todo el sentido de su vida humana al Padre; esta es su oración. El Padre no ha cumplido Su voluntad de amor a través de ningún éxito de Jesús; a Jesucristo no le queda nada, salvo su amor y su obediencia, y esta es la oración al Padre, a fin de poder afrontar fructíferamente su fracaso. Si nos parece que tenemos poco en la vida, no es cierto. Miremos mejor. También Dios Padre nos quiere abrir caminos de vida, no importa si nos consideramos fracasados. El espera de nosotros, su Espíritu Santo trabaja para nosotros. Trabajemos con El cada vez que miremos una cruz; que cualquier cruz nos recuerde la victoria de Jesús y nos empuje sin dilación al compromiso para con los excluidos y débiles de este mundo.

  • San Juan de la cruz decía: “No busquéis a Cristo sin cruz”.

Seguir a Jesús implica no buscar una fe cómoda sino buscar a Cristo y abrazarlo en los “crucificados” de nuestro tiempo. Cuando nuestros ojos se levantan para “mirar al que traspasaron”. ¿Cómo no recordar hoy la pasión del mundo y la muerte tanto de los inocentes como la de nuestros seres queridos? Una muerte herida de muerte porque la vida vencerá; una muerte preñada de vida entregada, cada día de los que Jesús vivió sobre la tierra. La historia y el papel de los personajes del proceso a Jesús en su pasión, es también historia de nuestra relación con Dios, con Jesús y con el prójimo: Desproporción entre el deseo y la realidad, flaqueza en el compromiso, abandono, miedo. Sólo Jesucristo se mantiene firme y sereno sosteniendo la victoria del amor de Dios sobre el pecado, la violencia y la muerte. Lo que nosotros somos incapaces de ofrecer a Dios, Jesús lo ofrece por nosotros, y lo que lleva en su interior de Dios, lo comparte con nosotros.

  • “Sus heridas nos han curado”.

Por eso confiamos hoy al Crucificado nuestras historias con sus logros y fracasos. El crucificado nos da la fuerza para “venirnos arriba”. Desde la cruz subiremos al cielo del amor de Dios, de la vida eterna en Dios junto a quienes amamos y junto a quienes Dios ama. Él ha tomado sobre sí todas nuestras cargas, también nuestras infidelidades y pecados, toda la violencia ha muerto con El para resucitar sólo como vida fecunda. Arriba los corazones, levantemos la esperanza de los que están tristes, de los que no se sienten dignos, los que tienen miedo al futuro. Tenemos futuro. Ante Jesús crucificado repetimos: ¡podemos comenzar de nuevo!

Así cada domingo en la eucaristía venimos a contemplar al Salvador de nuestras vidas, a morir a los egoísmos, las violencias, el aburrimiento y la desesperación, para resucitar. Esponjemos los corazones dejándonos querer por el Señor. Sigamos sus pasos confiando en el Padre y pidiéndole como el buen ladrón. “Señor Jesús, acuérdate de nosotros cuando llegues a tu reino”. El Reino de la fraternidad sin fronteras que tu quieres ver convertido en proyecto y realidad sobre esta tierra sembrada de cruces, alumbrada por Ti de Resurrección.