Dom
14
Jun
2015

Homilía XI Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2014 - 2015 - (Ciclo B)

Sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

Jesús aparece en un momento histórico de máxima expectativa en el pueblo judío que espera un Mesías triunfante que lo libere del dominio romano y se establezca, definitivamente, en Israel el Reino prometido por Dios. Esta idea mesiánica era defendida por la clase social más elevada, más culta e influyente, pero estaba también presente en la mente del pueblo sencillo y pobre que soportaba la presión social de la clase dominante y además tenía que pagar a los romanos unos impuestos muy superiores a sus posibilidades. En este ambiente Jesús inicia su vida pública presentándose como el Mesías enviado por Dios y empieza hablando del Reino de los cielos o Reinado de Dios. Pero al explicar lo que es el Reinado de Dios lo expresa de una manera desacostumbrada para la mentalidad del momento ya que el reino no vendrá de una forma espectacular, tampoco a través de un triunfo político que acabe con el dominio de Roma, en una palabra rompe los esquemas de sus paisanos que lo escuchan.

Empieza diciéndoles que el Reino ya está ahí, que ya ha comenzado, y que además está dentro de ellos mismos… No niega que él sea el Mesías prometido, pero es ante todo un servidor que viene a liberar a los oprimidos. Les habla de un Dios cercano, que es padre. Es el Dios de Israel, pero de otra forma, no es el Dios del Sinaí sino un padre es cercano, ama y se preocupa por sus hijos. Es tan cercano que podemos dirigirnos a él, como hacen los niños, llamándole Abba. Por eso lo compara con un padre bueno que abraza a un hijo perdido, que ha vivido al margen de toda norma moral y le perdona sus pecados. Pero sigue la novedad, Jesús con su actuar les hace ver que el Reino ya está presente en medio del pueblo, porque se compadece de las carencias y necesidades de aquellos que son sus hijos y viene a liberar de la culpa pero también de sus agobios y carencias, de ahí que junto al anuncio del reino surjan los milagros, que son una señal de la llegada de los tiempos mesiánicos que está indicando la novedad del Reino de Dios.

En esta línea están las dos parábolas que hoy comentamos. La semilla y el grano de mostaza aparentemente son insignificantes pero llevan en sí unas posibilidades de crecimiento y de trasformación insospechadas. También en ellas hay una novedad, el Reinado de Dios tiene en sí una virtud, una fuerza misteriosa, este es el mensaje más importante de la parábola. La semilla parece que ha desaparecido en el seno de la tierra, se “pudre”, pero sigue viva; primero echa raíces, después vendrá el tallo y finalmente la espiga. Es la fuerza de Dios, que actúa por sí misma, sin que nosotros sepamos cómo, es una vida nueva que se nos da gratuitamente, sin merito alguno por nuestra parte. Como se ve Jesús en su predicación da un vuelco a las cosas y a las ideas preestablecidas, incluyendo nuestros prejuicios, que tienden a sobrevalorar nuestras posibilidades y las circunstancias humanas, olvidando la intervención de un Dios siempre cercano, que está ahí, que no es ajeno a nuestros problemas...

La Parábola de la semilla, tiene unas claves que vamos a subrayar:

  • “El hombre duerme de noche y se levanta por la mañana y la semilla va creciendo sin que él sepa cómo”.

Parece que esta explicación es contraria al trabajo y al compromiso personal por el reinado de Dios en el mundo, pero la intención de la parábola es otra, quiere señalar la fuerza de Dios que actúa por sí misma. El reino nos es dado, está presenta en la semilla, es como el embrión que debe llegar a término. El labrador también habrá de esforzarse en cultivar la tierra, no puede estar al margen sentado en la espera. Ese dormir del hombre hemos de interpretarlo como una espera que para el creyente es algo más que una espera, es lo que llamamos la virtud de la Esperanza cristiana, que genera un estado interior de paz y confianza en un Dios providente que nos dice que no estamos solos, que se compromete con la humanidad, por eso la parábola habla del dormir del hombre que descansa y se libera de la inquietud y ansiedad ante los retos presentes y futuros que no puede controlar.

  • “ Cuando la cosecha está a punto el labrador, mete enseguida la hoz, porque ha llegado la siega ”.

Jesús habla del tiempo de la siega, es un momento gozoso para el labrador que recoge sus frutos. Jesús en su predicación sobre el Reinado de Dios habla de un tiempo histórico, que hay que aprovechar, pero también habla del final del tiempo de nuestra vida presente y del encuentro con el padre. En este primer momento conviene darse cuenta que se nos pide trabajar en la implantación del Reino, en un crecimiento diario en humanidad y en solidaridad con nuestro entorno, trabajando por crear un clima fraterno que hace visibles los signos del Reino, como son el amor, la verdad, la justicia y la paz.

Pero al hablar de la siega, hay una referencia clara sobre el final de los tiempos. Es un tiempo de hacer balance y de enfrentarnos a nuestra realidad humana, que se deteriora y termina. Los creyentes en Cristo también hemos de vivir estas etapas finales de la vida con gozo y alegría, como el labrador de la parábola, es el momento de la siega, es el final de etapa, pero también es el encuentro definitivo con Dios.

La parábola que hoy nos propone la Iglesia es un buen momento para reflexionar desde la fe sobre esta realidad postrera de la existencia, porque en nuestra sociedad se pasa muy ligeramente sobre estos temas, se evita hablar de todo lo que se relaciona con la muerte, parece que no es de buen gusto, y pocos lo viven con el gozo del encuentro definitivo con Dios que da plenitud a toda una vida. Por eso es importante recordar temas trascendentales de nuestra fe, como son la Resurrección de Jesús y nuestra esperanza de vida eterna ya que si no, se corre el riesgo de que estas verdades se miren con cierto escepticismo o indiferencia ambiental y, en definitiva, no jueguen un papel relevante en la propia vida, aunque se afirme tener fe, pero no se es consecuente con ella, no hay una adhesión existencial o vivencial, todo queda entre la duda y interpretación personalista.

  •  “La semilla brota y se hace la más alta de las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas”.

Es la plenitud del Reino que trasciende y se hace evidente, se habla de un crecimiento esplendido fruto de la pequeña semilla. Pero esto no significa una vuelta al triunfalismo soñado por los profetas antiguos. No es el cedro en la cumbre del monte, del que nos habla hoy la primera lectura, es más bien la acción callada de Dios en el mundo, que se encamina de una forma misteriosa hacia la plenitud del Reino, hasta tal punto que las aves más variopintas acuden a protegerse en sus ramas. Es la acción de Dios a lo largo del caminar de la humanidad. Pero, a su vez, es también el fruto de tantos hombres y mujeres que a lo largo de la historia están trabajando por un mundo mejor. Nadie tiene el monopolio de esos valores del Reino, a todos se les ofrece una tarea para crear una sociedad más humana y más justa, aunque no se llamen cristianos ni conozcan a Dios.