Dom
10
Ago
2014

Homilía XIX Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2013 - 2014 - (Ciclo A)

¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!

Introducción

La primera lectura nos presenta a un Elías que está viviendo una situación de miedo. La reina de Israel le busca para matarle por haber eliminado a los falsos profetas de Israel. Ha tenido que salir huyendo hacia el Sinaí. Está también extenuado. Cuarenta días y cuarenta noches andando por el desierto. Se ha metido en una cueva y espera un signo de la presencia del Señor para recibir de él su aprobación. No le encuentra ni en el huracán ni en el terremoto ni en el fuego. Le encuentra en la brisa que anuncia la lluvia. Al tener constancia de la presencia del Señor se tapa la cara con el manto. Sabe que no se puede ver a Dios cara a cara y seguir viviendo.

En la segunda lectura San Pablo lamenta la situación de los judíos que no han querido reconocer en Jesús al Mesías prometido. Él les hace los cargos: Han sido favorecidos como nadie por parte de Dios, descienden de los Patriarcas, como Jesús el Mesías -Dios bendito por los siglos-, tienen la Alianza, la Ley, los Profetas, el culto. Está visto que los títulos no salvan. Tampoco los títulos cristianos. Lo que salva es la fe en Jesucristo. Esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe. Y ¿quién es el que ha vencido al mundo, sino el que cree que Jesucristo es el Hijo de Dios?

En el Evangelio, a Jesús le han dado la noticia de la muerte de Juan Bautista. Al oírlo, se ha retirado en barca a un lugar tranquilo para meditar. Pero las gentes, tan pronto como se han dado cuenta de que había ido a ese lugar, constantemente han estado llegando allí de todos aquellos alrededores. Jesús ha estado hablando con ellos y ha curado a los enfermos. Al atardecer, movido a compasión, ha multiplicado unos panes y unos peces que había por allí y ha dado de comer con ellos a toda una multitud. Mientras Jesús despide a la gente, apremia a los discípulos a subirse a la barca para trasladarse a la otra orilla. Una vez que despide a la gente y se queda solo, cumple su propósito y se sube al monte a orar. Mientras tanto, la barca es fuertemente sacudida en el lago por las olas. Él acudirá a salvarles.