Dom
31
May
2009

Homilía Domingo de Pentecostés

Año litúrgico 2008 - 2009 - (Ciclo B)

¡Ven, Espíritu Divino!

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • El pariente pobre.

Un amigo un tanto deslenguado suele decir que el Espíritu Santo es el pariente pobre dela Santísima Trinidad, con lo que pretende expresar dos cosas: que es al que hacemos menos caso, y que es el que en nuestras cabezas tiene un perfil más impreciso y desdibujado. Al menos esto último es verdad, y esa debe ser la razón por la cual es el que más se presta a confusiones y manipulaciones.

En efecto, no basta, por ejemplo, con decir que el Espíritu Santo es energía, fuerza aliento. Seguramente los musulmanes pueden afirmar otro tanto sobre Alá y cada persona religiosa sobre su correspondiente divinidad. Tenemos asegurarnos de que estamos hablando del Espíritu Santo de los cristianos, de Cristo, y, por lo mismo, hemos de acudir al Nuevo Testamento en busca de los signos o frutos que permiten identificar su presencia y acción.

Así, en la lectura evangélica de este domingo se nos dice: “Como el Padre me envió así os envío yo... Y exhaló sobre ellos el Espíritu Santo”. El Espíritu hace a los discípulos continuadores de la misión de Jesús. Allí donde una persona vive como Jesús, ama como Jesús, perdona como Jesús, pone en pie como Jesús, reza como Jesús..., allí hay acción del Espíritu Santo.

“Nadie puede decir que Jesús es el Señor si no es movido por Espíritu Santo (…) En cada uno se manifiesta el Espíritu Santo para el bien común”, según la segunda lectura. Allí donde hay testimonio del señorío de Jesús y colaboración en las tareas de la comunidad cristiana, allí hay acción del Espíritu Santo.

Allí donde los cristianos nos sentimos en comunión en medio de nuestras legítimas diferencias, también allí hay acción del Espíritu Santo, parece querer decir la primera lectura. Veamos.

  • De Babel A Pentecostés.

“Cada uno los oímos hablar de las cosas de Dios en nuestra propia lengua”. El relato de Pentecostés que Lucas nos ha hecho llegar es un hermoso canto y celebración de la unidad, de la comunicación, del encuentro, de todo lo que sabe a brazos tendidos y puertas abiertas.

Resulta muy interesante entenderlo como contrapunto del relato de Babel (Gén. 11,1-9), en cuyo punto de partida “todo el mundo era de un mismo lenguaje e idénticas palabras”, hasta que dieron en construir “una torre con la cúspide en los cielos”, de donde resultó el embrollo de lenguajes, la incomunicación y la separación.

Por supuesto, no es una crónica histórica lo que pretende el autor bíblico, sino una reflexión creyente sobre las personas humanas en su relación con Dios y entre ellas. “Querer ser como dioses”, ha escrito ese mismo autor en el relato del paraíso (Gén. 3,5) para referirse a lo que la tradición llamará luego el pecado original. Querer ser como dioses: he ahí lo que provoca la ruptura del hombre con Dios y en lo que consiste en última instancia todo pecado. Querer alcanzar los cielos, leemos en el relato de la torre de Babel, y no es sino una forma distinta de evocación de lo mismo: la voluntad de absolutizarse, de negar o ignorar los límites de lo humano, de colocarse por encima del bien y del mal, de ser medida de todo y de todos y, por lo tanto, de poder disponer, llegado el caso, de la vida del hermano... recordemos a Caín.

Pues bien, cada vez que intentamos “escalar el cielo” acabamos por no entendernos unos a otros: el dogmatismo crea exclusión, el orgullo hace estéril el diálogo, la intolerancia dispersa, la voluntad de poder margina y humilla, el “endiosamiento” aleja de Dios y deshumaniza.

Quizás el contraste resulte ya suficiente como para mostrarnos con nitidez algunos de los perfiles de la donación del Espíritu Santo, quien convoca en torno al núcleo de discípulos a gentes de todas las naciones, al tiempo que asegura los cauces de comunicación que hacen posible la Iglesia, asamblea de los reunidos por el Espíritu Santo para ser testigos del Resucitado. Hemos pasado de Babel a Pentecostés, de la distancia al encuentro, de la dispersión a la unidad, del egocentrismo a la comunión. Por eso, cuando los cristianos, en medio de nuestras legítimas y necesarias diferencias, vivimos comunitariamente, allí hay acción del Espíritu Santo.

Y también la hay cuando, en nuestra misión, hablamos el lenguaje de todos en términos existenciales y de dignidad humana, es decir, cuando nos afanamos en el respeto y promoción de los derechos humanos, que son el esperanto vital -el común lenguaje moral- que vamos aprendiendo en nuestros días.

  • Vivir en el Espíritu.

Un cristiano sólo puede ser espiritual, lo que no significa renegar de este mundo, que Dios ama, ni despreciar este cuerpo, que Dios nos ha regalado, ni condenar la alegría, que es anticipo del cielo. Ser espiritual es vivir como Jesús, dar testimonio de Él, construir su comunidad y luchar en favor de los derechos de todos. Eso es ser espiritual. El resto es un fraude y una tomadura de pelo.

Pentecostés es no sólo donación del Espíritu Santo, sino también nacimiento de la Iglesia, sin que ello implique que ya hemos alcanzado la meta. Estamos de camino. Pentecostés es realidad y utopía, es don y es tarea.