Dom
23
Ene
2011

Homilía III Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2010 - 2011 - (Ciclo A)

Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Pedro, yo soy de Cristo

Comentario bíblico
de Fr. Gerardo Sánchez Mielgo - (1937-2019)



Primera lectura: (Isaías 9,1-4)

Marco: Forma parte del bloque así llamado “el Libro del Enmanuel” en él se recogen algunas de las más importantes profecías mesiánicas, que fueron añadiéndose por los discípulos del profeta, con las que trataban de responder a las distintas situaciones por las que atravesaba el pueblo de Dios a fin de alentar la esperanza.

Reflexión

  • ¡La luz de Dios alcanza a los gentiles!

¡Es posible la alegría cuando se experimenta la acción eficaz de Dios!
Has multiplicado su alborozo, has acrecentado su alegría: se alegran ante ti, con la alegría de la siega, como se regocijan al repartirse el botín... Todo calzado de guerra, todo manto empapado en sangre, está siendo quemado, devorado por el fuego. La experiencia de alegría es una constante que se hace presente cuando se realizan las actuaciones salvadoras de Dios. De nuevo los Salmos nos proporcionan la clave para esta situación. Acabada la esclavitud, el pueblo puede sentirse seguro y vivir tranquilamente. En la Escritura encontramos la imagen de una vida sosegada bajo la parra y la higuera que han pasado a ser símbolos de la tranquilidad, de la paz, y de la felicidad del hombre. Cuando el pueblo se encuentra libre en su heredad puede disfrutar de los signos de la providencia. Esta experiencia que recorre la Escritura, la recoge ahora el profeta Isaías recurriendo a su vez a otras imágenes de la victoria y del cultivo de la tierra. El fondo de todo es que el proyecto salvador de Dios prevalece una vez más contra todas las resistencias y oposiciones de los pueblos más poderosos. En la Escritura se nos enseña que la esperanza siempre es posible. Y la esperanza verdadera engendra la alegría en aquellos que son capaces de esperar contra todas las resistencias y oposiciones. Los tiempos que tiene presente el profeta eran recios porque se trataba de una dura invasión del rey asirio con todas sus terribles consecuencias. Pero el cambio realizado por la intervención de Dios permite a su pueblo disfrutar con mayor hondura el beneficio de la liberación. Este mensaje ofrece al hombre de hoy un punto de referencia para la contemplación de un proyecto de Dios que puede responder a las necesidades profundas de nuestro mundo. La liberación en forma de luz que ilumina la existencia es un valor del que carece nuestro mundo. Y Dios sigue llevando su proyecto liberador hacia adelante pero quiere utilizar los medios y los testigos que lo hagan creíble y aceptable. Los discípulos de Jesús tienen hoy la misión de asumir este proyecto capaz de cambiar las estructuras desde su raíz para conseguir la verdadera humanización de la sociedad. La palabra de Dios sigue siendo una lámpara que ilumina en lugar tenebroso la existencia humana (1Pe 1,19).También en nuestros tiempos recios los creyentes necesitan esta palabra profética en medio de un mundo con frecuencia hostil y agresivo para ofrecerle motivos de esperanza verdadera. Una esperanza que debe hacer referencia siempre a la utopía aportada por Jesucristo a los hombres. Es necesario que los discípulos de Jesús sean transmisores de esta posibilidad real de esperanza y de cambio, aunque la experiencia cotidiana parezca desmentirla. Ese es el secreto de la palabra profética y de la palabra de Jesús: que el proyecto de Dios es más fuerte, firme y duradero que los proyectos que se realicen al margen del mismo.

Segunda lectura: (1Corintios 1,10-13.17)

Marco: Con el fragmento proclamado hoy, se inicia la primera parte de la Carta que sale al encuentro de las divisiones provocadas en la comunidad. Pablo declara que para los cristianos sólo hay un guía, un maestro, un Señor, Jesús. Todos los demás son servidores. Los grupos enfrentados de que se habla son con toda probabilidad grupos reales y no una mera enumeración retórica. Pablo urge a volver a la concordia en la comunidad.

Reflexión

  • ¡Es necesario recuperar la concordia y la comunión en la comunidad!

Os ruego en nombre de nuestro Señor Jesucristo: poneos de acuerdo y no andéis divididos. Estad bien unidos con un mismo pensar y sentir. Se trata de una situación histórica ocurrida en una comunidad concreta y por unas motivaciones concretas. La comunidad de Corinto, por la procedencia de sus miembros y por los dones del Espíritu recibidos, podía ser un modelo ejemplar de cómo Dios elige a los humildes y desposeídos de este mundo y los transforma en una familia suya sobre la que derrocha muchos de sus dones. Pero la experiencia real es que se produjo una profunda brecha en la misma. El abuso o mal uso de los dones recibidos la condujo a una situación lamentable. La exhortación de Pablo corresponde a una respuesta directa, real y urgente. Los dones de Dios son para constituir una comunidad, para el bien común de todos y no para el bien particular de nadie. Esta es una constante que encontramos en las cartas paulinas y en los escritos del Nuevo Testamento. La comunidad se salvará sólo si fomenta la comunión. Y sólo puede ofrecer un signo creíble de Jesús si recupera la unidad (así lo había pedido Jesús en la última Cena, según el testimonio de Jn 17). La recuperación de la unidad no es cuestión de pactar una tregua o un recurso fácil a la unidad externa. La unidad y la comunión sólo es posible, recuerda Pablo en esta carta a los miembros de la comunidad (y se convierte en un modelo para toda la historia de la Iglesia), a través de tres actitudes fundamentales y que alcanzan la hondura de cada miembro de la comunidad: ponerse de acuerdo mediante un diálogo mutuo y entre todos iluminado por la palabra y el ejemplo de Jesús; tener un mismo pensar en la verdad del Evangelio y compartir unos mismos sentimientos de fraternidad. Los tres elementos remiten a la interioridad del hombre, al corazón en términos bíblicos. Y esto exige un cambio decisivo que no es nada fácil. ¡Los mensajeros son servidores no líderes que capitanean partidos diferentes! Ayer como hoy la comunidad cristiana está formada por hombres y mujeres que tienen sus capacidades humanas y sus riquezas humanas así como sus flaquezas, pero que son invitados a vivir en comunión verdadera contando con la diversidad. Unanimidad, no necesariamente uniformidad, pide el Evangelio para la comunidad cristiana. Sólo desde esta aceptación de lo diverso con el empeño de formar una sola comunidad se convierte en un signo visible y creíble de la presencia viva de Jesús que anima a todos a la búsqueda del bien común. Y precisamente esto lo necesita hoy el mundo tanto o más que nunca. En un mundo dividido por las guerras y enemistades, es más urgente que nunca la recuperación de la comunión como una oferta creíble y coherente a este mismo mundo que es en el que desarrolla su historia la Iglesia.

Evangelio: (Mateo 4,12-23)

Marco: El fragmento se encuentra en un conjunto narrativo que describe los inicios de la misión de Jesús. Anuncio del Reino con obras y palabras. Un programa abierto y estable que recoge al final de su relato (Mt 28, 20). La universalidad es una trabajosa conquista en la visión mateana de la salvación.

Reflexión

  • ¡La estancia en Cafarnaúm un signo prometedor de universalidad!

La decisión de Jesús de fijar su residencia en Cafarnaúm es un símbolo significativo de su plan evangelizador. Importa la significación simbólica porque Cafarnaúm es una ciudad fronteriza entre el pueblo de Israel y el mundo pagano. En esta ciudad existe una red de control de mercancías. En esta ciudad hay muchos recaudadores de impuestos. Abierta al mundo pagano, es un signo prometedor de la llegada del Evangelio al mundo gentil, aunque en su día. Mateo anuncia pero espera a presentar la realidad después de la resurrección de Jesús que es cuando envía a los apóstoles a evangelizar a todas las gentes. Precisamente en el discurso misionero (capítulo 10), Mateo insiste en que los apóstoles no han de ir a los gentiles, sino que deben dirigirse a las ovejas perdidas de Israel. Anuncio y cumplimiento en dos etapas distintas: la etapa del Jesús que vive entre los hombres es para reunir a las tribus de Israel; la etapa del Jesús resucitado que ha recibido todo poder en el cielo y en la tierra que supone el derribo de todos los muros de separación. Entonces será posible la oferta del Evangelio a todas las gentes porque el Señor de la tierra es Jesús resucitado y puede enviar embajadores y mensajeros suyos por todos su dominios. La estancia en Cafarnaúm no será estable y cerrada. Jesús va a adoptar una forma nueva de proclamación de la Palabra de Dios: la itinerancia. Será un itinerante permanente durante su ministerio. Es una característica que le permite alcanzar a pueblos y aldeas para anunciarles la Buena Nueva de la presencia ya de la Soberanía de Dios. La misión de la Iglesia es universal. Hemos de repetirlo una y otra vez porque es necesario ofrecer al mundo la realidad universal, en todos los planos y gentes, de la Iglesia. Sólo así será creíble su existencia y su mensaje a los hombres de toda cultura o nación. Los discípulos actuales de Jesús son invitados a seguir prestando una profunda y sincera adhesión a la persona de Jesús, y a su Evangelio liberador, consolador y esperanzador como respuesta eficaz y válida para las necesidades que aquejan a nuestro mundo. Es urgente y necesario este compromiso real, palpable y convincente con el Evangelio.

 

 

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
(1937-2019)