Vie
4
May
2012

Evangelio del día

Cuarta Semana de Pascua

Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí.

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 13, 26-33

En aquellos días, cuando llegó Pablo a Antioquía de Pisidia, decía en la sinagoga:
«Hermanos, hijos del linaje de Abrahán y todos vosotros los que teméis a Dios: a nosotros se nos ha enviado esta palabra de salvación. En efecto, los habitantes de Jerusalén y sus autoridades no reconocieron a Jesús ni entendieron las palabras de los profetas que se leen los sábados, pero las cumplieron al condenarlo. Y, aunque no encontraron nada que mereciera la muerte, le pidieron a Pilato que lo mandara ejecutar. Y, cuando cumplieron todo lo que estaba escrito de él, lo bajaron del madero y lo enterraron. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos. Durante muchos días, se apareció a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén, y ellos son ahora sus testigos ante el pueblo. También nosotros os anunciamos la Buena Noticia de que la promesa que Dios hizo a nuestros padres, nos la ha cumplido a nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús. Así está escrito en el salmo segundo:
“Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy”».

Salmo de hoy

Salmo 2, 6-7. 8-9. 10-11 y 12a R/. Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy

«Yo mismo he establecido a mi Rey
en Sión, mi monte santo».
Voy a proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho: «Tú eres mi Hijo:
yo te he engendrado hoy. R/.

Pídemelo:
te daré en herencia las naciones,
en posesión, los confines de la tierra:
los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás como jarro de loza». R/.

Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad, los que regís la tierra:
servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 1-6

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino».
Tomás le dice:
«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?».
Jesús le responde:
«Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí».

Reflexión del Evangelio de hoy

En la primera lectura Pablo, dirigiéndose a la comunidad de Antioquía, anuncia la Buena Noticia: que, la promesa que Dios hizo a su pueblo se ha cumplido, y prueba de ello es la resurrección de Jesús, su hijo. Pero, ¿cómo nos afecta a nosotros, seguidores y seguidoras de Cristo esta, ya real, resurrección? ¿Qué tenemos que hacer para vivir esa plenitud que Dios prometió a su pueblo y de la que ya goza su hijo? El propio Jesús nos lo dice en el Evangelio de hoy.

Primero: No tener miedo. ¡Casi nada!, y más en una situación, como la actual, en la que el desempleo y la disminución de derechos sociales básicos que hasta ahora cubría el Estado, son una constante que aumenta cada día provocando dolor y muerte. El miedo es una emoción normal e incluso sana, porque nos alerta de aquello que nos puede hacer daño, como daño nos está haciendo seguir los dictados de “Don mercado”, sin duda el actual rey y centro de nuestras vidas. Pero, Jesús resucitado nos dice: “que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias”. No se puede evitar cierta sensación de incredulidad, la verdad, porque un sitio dónde hay muchas estancias, debe ser un espacio donde todo el mundo tiene su lugar, se siente acogido y no es rechazado ni excluido por nada ni nadie; y realmente, espacios como esos, no abundan ni en nuestras casas propias, ni en las casas de nuestras comunidades o familias, ni en las de la Iglesia.

Segundo: ¿Cómo se va a ese maravilloso lugar donde hay estancias para todos? Menos mal que Tomás tuvo la precaución de preguntarlo, y aun así hay que ver lo que nos cuesta seguir las indicaciones hasta esa maravillosa casa del Padre. Jesús, por si no nos habíamos enterado, nos lo dice claro “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí”.

Una indicación, por cierto, nada fácil para aquellos/as que estamos acostumbrados a que haya alguien que nos dirija en el camino, o que nos hemos acomodado a desplazarnos con planos y tecnología punta para caminar por la vida, y donde otro –otro más– de nuestros miedos es “quedarnos sin cobertura”.

Pero, si apagamos la tecnología, y contemplamos la Palabra de Dios, no es difícil hacerse una “regla de tres” entonces, y llegar a la conclusión de que el camino está en el seguimiento a Jesús de Nazaret. Él es la única verdad y con Él hallaremos la casa de VIDA que a su vez Dios, había prometido a nuestros Padres.

Buscar a Dios como lo buscaba Jesús, denunciar las injusticias como las denunciaba Jesús, predicar el Reino de Dios como lo predicaba Jesús, curar, sufrir, liberar, morir, dar vida, esperanzar, llevar alegría a las personas, ser luz y sal del mundo, y, en definitiva, amar como lo hizo Jesús de Nazaret. Es así como llegaremos a esa estancia donde hay sitio para todas las personas y donde nos encontraremos con nuestro Dios, el Dios de la vida y de la resurrección.

¿Perderemos el miedo, alguna vez, de quedarnos sin cobertura para transitar por el camino de Jesús de Nazaret? ¿Seremos capaces de crear esos espacios de vida que hacen unas estancias donde todos y todas quepamos?