El grupo de reflexión cristiana

El grupo de reflexión cristiana

Del Evangelio según san Marcos: «Jesús les dijo: “Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres”. Al instante, dejando las redes, le siguieron» (Mc 1,17-18).


Del Evangelio según san Marcos: «Jesús les dijo: “Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres”. Al instante, dejando las redes, le siguieron» (Mc 1,17-18).

La comunidad de hermanas del colegio de San Andrés tuvieron una buena noticia: la madre Provincial había decidido enviarles una hermana joven para ayudarlas. Se trataba de sor Angélica, una congoleña que había hecho sus votos perpetuos hacía cinco años. La madre Provincial quería que, además, estudiase en la facultad de Teología de la diócesis.

Nuestra joven hermana llegó a la comunidad de San Andrés a finales de agosto para poder matricularse en la facultad e integrarse como profesora de religión en el colegio. Fue muy bien recibida por sus hermanas. Eran, en total, ocho. Tres de ellas, aunque tenían más de 70 años, seguían trabajando en el colegio y las otras estaban jubiladas.

A la semana de estar allí, sor Angélica le preguntó a sor Natalia, la superiora, si había algún grupo de reflexión cristiana formado por alumnos. Y ella le contestó:

‒Olvídate de esas cosas, porque no interesan a los jóvenes. Hace veinte años decidimos suprimirlo porque vimos que a los alumnos les gustaba mucho más la televisión o las fiestas. Y ahora es mucho peor. No podemos vencer a Internet, los teléfonos móviles, las tabletas…

‒¿Pero me dejaría intentar formar uno? ‒le contestó sor Angélica.

‒ Bueno, espero que no te lleves una decepción.

Así que, a mediados de septiembre, sor Angélica fue pasando por las aulas de los cursos superiores para proponer a los alumnos formar un grupo de reflexión cristiana que se reuniría los viernes por la tarde, al acabar las clases. A su despacho acudieron siete chicas y dos chicos que estaban interesados. De ellos sólo se apuntaron cinco chicas.

Sor Angélica puso mucho interés. No quería que fuese un grupo de catequesis, sino formar una pequeña comunidad en la que se compartiese la fe, se hablase de los temas que realmente interesan a los jóvenes y se orase. Y tuvo un cierto éxito. Las chicas invitaron a otras amigas suyas a que participasen. Algunas no eran del colegio, pero sor Angélica las admitió. Cuando llegó el tiempo Adviento ya eran once.

Al acabar cada encuentro de los viernes, la hermana solía despedirse diciendo:

‒ Bueno, ya es tarde, vosotras ahora podéis ir con vuestro novio a pasároslo bien. Yo me voy a rezar Vísperas con mis hermanas.

Sor Angélica hablaba con toda naturalidad de su vida como religiosa. Compartía aquello que más le costaba y también lo que más le gustaba, de tal forma que las chicas veían en ella a una persona coherente y feliz.

Al año siguiente, dos chicas del grupo le preguntaron si ellas también podían ir a Vísperas los viernes.

‒ ¿Y eso por qué? ‒Les preguntó sor Angélica.

‒ Porque, la verdad, nos sentimos mucho más atraídas por Dios que por las discotecas y las fiestas ‒le contestaron.

Cuando sor Angélica preguntó a sus hermanas si podían ir dos chicas a Vísperas los viernes, algunas mostraron su desacuerdo, porque no querían que unas extrañas invadieran su intimidad. Pero la superiora dijo:

‒Ya sabéis que la madre Provincial decidió hace unos años no hacer más pastoral vocacional porque no tenía ningún fruto. Llegó a afirmar en una reunión del Consejo Provincial que de nuestro país no saldrán más vocaciones para la Congregación. Eso me desilusionó mucho. Pero, viendo el trabajo que está haciendo son Angélica, vuelvo a tener esperanza. Además, las vocaciones dependen del Espíritu Santo no de la madre Provincial.

Y añadió:

‒Sor Angélica, diles a esas jóvenes que vengan. Y animo a las hermanas a que se muestren con naturalidad ante nuestras invitadas.

Las dos chicas comenzaron a asistir a Vísperas y poco después también se las invitó a cenar con la comunidad, creando un agradable ambiente de amistad, en el que las hermanas compartían con ellas sus opiniones y les contaban anécdotas muy divertidas.

Al año siguiente ya eran seis las chicas que acudían los viernes a Vísperas y a la cena de la comunidad. Y sor Angélica comenzó a plantearse seriamente cómo dar una orientación vocacional a ese grupo de «amigas» de la comunidad. La superiora le dijo:

‒Yo te sugiero que les plantees directamente si estarían interesadas en comenzar un proceso vocacional para ingresar en nuestra Congregación, o allá donde el Espíritu Santo tenga pensado enviarlas. Déjales claro que no hay ningún compromiso, y que pueden dejar el proceso cuando quieran.

Y así hizo sor Angélica. Cuatro de ellas se animaron a comenzar el proceso vocacional. Y lo hicieron con una convivencia en la Casa Madre de la Congregación, que estaba a varias horas de viaje en autobús. Allí conocieron por qué se fundó la Congregación y las cuatro jóvenes se sintieron muy identificadas.

Pasaron los años. Sor Angélica acabó sus estudios de Teología y debía regresar a su país. Para entonces, de su grupo de reflexión cristiana habían salido once vocaciones. Tres ya habían hecho los votos temporales. Como es normal, en la Congregación todo esto supuso una gran noticia y muchas comunidades pedían a sor Angélica que les explicase cómo lo había conseguido. Ella siempre decía:

‒ Hermanas, nuestra Congregación es un gran tesoro. Lo único que nos pide el Señor es que demos testimonio con todo nuestro corazón.

 

Fray Julián de Cos O.P.