La Reforma Gregoriana

La Iglesia impulsó la reforma gregoriana en el siglo XI para emanciparse del poder feudal civil, y promover nuevas órdenes monásticas y centros de estudio.


A mediados del siglo XI, la Santa Sede consideraba imprescindible acometer una profunda reforma que ayudase a la Iglesia a superar las muchas carencias que le habían sobrevenido a causa del feudalismo.

También era preciso acomodarse a la nueva realidad social que estaba naciendo en las ciudades. Esto dio origen a la reforma gregoriana, que abarca los años 1049-1123. Su período más importante lo marca el Papado de Gregorio VII (1020-1085), que da nombre a la reforma.

¿Por qué era necesaria la reforma gregoriana?

En el periodo feudal la Iglesia diocesana quedó en manos del poder civil, de tal forma que los obispos y los párrocos podían ser impuestos por los señores feudales. Y lo mismo ocurría con los abades de los monasterios que no pertenecían a la Orden Cluniacense. Además, era común que los sacerdotes diocesanos no guardaran el celibato y estaba demasiado generalizada la compra-venta de cargos eclesiásticos debido a los beneficios sociales y económicos que reportaban.

¿Qué impacto tuvo la reforma gregoriana?

Esto movilizó a personas de gran valía para revertir esta situación y reconducir a la Iglesia hacia una espiritualidad verdaderamente evangélica. Así, gracias a la reforma gregoriana:

  • se reforzó el poder del Papado,
  • se alcanzó un considerable grado de independencia respecto del poder civil
  • y con ayuda de Cluny se unificó la liturgia.

Por otra parte, ante la creciente decadencia de los Cluniacenses, favoreció la reforma monástica apoyando el desarrollo de nuevas Órdenes: la Camáldula, el Císter y la Cartuja, de lo cual hablaremos posteriormente. También se hizo un esfuerzo por mejorar la situación del clero.

El celibato obligatorio

En el I Concilio de Letrán (1123) se ordenó por primera vez a todas las diócesis que exigieran el celibato a los candidatos a clérigo y se prohibió el matrimonio y todo trato desordenado con mujeres a los ya ordenados. Aunque tardó en ponerse en práctica, esta ley ayudó a velar por la salud espiritual del clero. Esta postura respecto del celibato de los clérigos se ha mantenido en los Concilios posteriores hasta la actualidad.

Una Iglesia más urbana

Asimismo, esta reforma promovió la construcción de grandes y bellas catedrales en las nuevas ciudades, es decir, en medio del ámbito ocupado por los comerciantes y artesanos. Ello, a la postre, trajo consigo la supremacía de la Iglesia urbana sobre la Iglesia monástica.

También suscitó la implantación de importantes centros de estudios catedralicios, que fueron el origen de las primeras Universidades. De este modo, el saber quedaba en manos de la Iglesia y no de los laicos asentados en las ciudades. Esto ayudó a la potenciación de la teología escolástica, lo cual supuso, como ya hemos comentado, un gran avance respecto a la teología que se impartía en las escuelas monásticas.