La comunitariedad

 Fr. Manuel Santos Sánchez O.P.

 

 Basándonos (9) en lo que las Constituciones de la Orden de Predicadores dicen a propósito de la vida común (2-16) y de la obediencia (17-24), podríamos afirmar que existe comunidad dominicana allí donde se da “un grupo humano, reunido en nombre del Evangelio, según el camino trazado por Santo Domingo, cada uno de cuyos miembros se autocomprende socialmente en subordinación y en función del conjunto de que forma parte(10). Se puede, pues, decir que lo típico de la vida fraterna dominicana reside en subordinar el proyecto personal de cada religioso al proyecto común, elaborado por toda la comunidad (11) .

a. Puntualizaciones

1. Se trata de subordinar el proyecto personal al proyecto común, elaborado entre todos los miembros de la comunidad, según las propias Constituciones.
2. Esta actitud se asume, se vive, como realizadora de la persona, tanto a nivel evangélico como a nivel simplemente humano. No como algo despersonalizante, alienante, ni como un suplicio.
3. Hay que distinguir entre amor y comunitariedad.
- Ambas se refieren a la esfera de lo afectivo, de las relaciones entre personas.
- Pero se distinguen:

  •       El amor es la capacidad para la relación amorosa, para amar.
  •       La comunitariedad es la capacidad para la relación comunitaria, para vivir en comunidad.
  •       El amor relaciona a los individuos de “persona a persona”, es siempre dual.
  •       La comunitariedad relaciona a la persona con los demás, tomados como grupo.

b. Consecuencias

1. Uno puede tener caridad, amor, capacidad para amar a una persona, a otra... pero puede no ser comunitario, no tener capacidad para vivir y relacionarse con el grupo como grupo. Puede darse el caso de llevarse bien, amar a todas y cada una de las personas de una comunidad y no poder vivir en ella, no integrarse en ella, no tener “comunitariedad”. Hay personas que tienen vocación de solteros, que no saben o no quieren compartir su proyecto personal con nadie.

2. En nuestra vida de comunidad todo ha de tender al aumento del amor, que es el primer mandamiento, pero no todo se resuelve con amor. Cada campo es cada campo. El amor siempre tiene que estar presente como motor y como fin al que hay que tender, pero cada cuestión ha de ser abordada directamente en su campo. Los problemas comunitarios han de resolverse directamente desde el campo de la comunitariedad. De la capacidad para vivir en grupo, de la capacidad para subordinar el proyecto personal al proyecto común previamente elaborado por todos. Un infarto del corazón se cura llevando al enfermo al hospital para que le atiendan los médicos. El infarto no se cura con amor. Movido por el amor llevarás al enfermo al hospital para dejarlo en manos de los médicos.

 


9. Este apartado es una copia-resumen tomado de A. ESCALLADA, Los signos vitales y estructurales de la comunidad dominicana, “Cuadernos dominicanos”, 5, 1977.

10. Ib. 25

11. “Este proyecto común ha de ser pergeñado y elaborado por todos. La relación entre los miembros de la Orden fue concebida por Sto. Domingo a modo de ‘fraternidad’… La ‘paternidad’ no existe en nuestra tradición. Frente al ‘abad’ de la vida monástica, Domingo de Guzmán quiso ser, y fue siempre, ‘fray Domingo’; y la Orden lo es de Hermanos Predicadores. El ‘prelado’ de la terminología que aparece en los escritos primitivos de la Orden es un ‘prior’ (primero), que forma parte de la fraternidad: el primero de los hermanos”. Ib. 26. La “fraternidad” y no la “paternidad” es lo que han ratificado nuestros últimos Capítulos Generales.