Vida

Jordán de Sajonia no sólo es el primer historiador de la Orden de Predicadores sino también el primer escritor de espiritualidad dominicana. Los escritos que conservamos tienen un valor incalculable para conocer la primitiva espiritualidad de la Orden.

            Los datos más certeros de su biografía nos los proporciona él mismo, ya sea en su correspondencia o en su libro Orígenes de la Orden de Predicadores. Otros datos biográficos nos los proporcionan diferentes cronistas, entre ellos el más importante es Gerardo de Frachet (+1261).

            Jordán nació en Burghers, cerca de Dassel, en Westfalia, hacia 1190. Según algunos historiadores pertenecía a una familia noble; en cambio, otros dicen que su familia era de modesta condición. No conocemos ningún detalle de su infancia.

            Debió comenzar sus estudios en Alemania y fue a concluirlos a la Universidad de París hacia 1210, cuando tenía aproximadamente veinte años. Por entonces París y Bolonia eran los dos centros universitarios más importantes de la cristiandad europea.

            Su encuentro con santo Domingo ocurrió en 1219, cuando el santo patriarca venía de España y se detuvo en París para visitar a los frailes del convento de Saint-Jacques, fundado después de la dispersión de 1217. Cuando Domingo llegó a París Jordán andaba aún buscando su camino y, como él mismo cuenta, se preguntaba con frecuencia ante Dios cuál sería el mejor medio para salvar su alma. La Providencia se sirvió de este paso de Domingo por París para abrirle horizontes nuevos por lo que se refiere a su vocación. Por entonces, tanto entre los estudiantes como entre los maestros de la Universidad de París, no se hablaba de otra cosa que del fundador de la nueva Orden, así como del poder de su palabra y de los prodigios de su santidad. Arrastrado por la corriente general, Jordán fue varias veces a escuchar sus sermones. La palabra del “Maestro de la predicación” -como se le llamaba entonces a santo Domingo- le removió hasta lo más profundo de su alma.

            Jordán fue a visitar a santo Domingo a Saint-Jacques y le abrió su corazón. Se confesó varias veces con él y le pidió consejo acerca de su vocación. Aunque no se encontraron más que dos veces, Jordán parece haber sido, entre todos los frailes, el que más penetró en la intimidad de santo Domingo. En alguna parte le llama el “padre” de su alma. Domingo le aconsejó que recibiera el diaconado y que entrara en la Orden.

            Ese mismo año (1219) fray Reginaldo de Orleans, que gozaba de una gran reputación, vino a París. Jordán entró enseguida en contacto con él e hizo voto en su interior de entrar en la Orden. El 12 de febrero del año siguiente cumplió su promesa, y al poco tiempo, el 17 de mayo de ese mismo año, fue enviado al primer Capítulo General de la Orden de Predicadores celebrado en Bolonia. En ese Capítulo los definidores le encargaron que explicara la Sagrada Escritura a los frailes de París; cosa que hizo dejándolos admirados con sus comentarios sobre el evangelio de san Lucas.

Por lo que se refiere a su predicación, Jordán tenía el don de atraer tanto a los maestros como a los estudiantes de la Universidad de París. Tanto es así que en el segundo Capítulo General (1221), en el que Jordán no participó, fue nombrado primer provincial de Lombardía. Su provincialato apenas duró un año. Durante este tiempo se encargó de la naciente fundación de Bolonia y del establecimiento de las monjas dominicas en el monasterio de Santa Inés. En esta época comienza su relación con la beata Diana de Andaló, quien va a jugar un papel muy importante en su vida. La amistad de Jordán con Diana, por una parte, y con Enrique de Colonia, por otra, es un ejemplo de las más bellas amistades de toda la historia de la Iglesia.

            En abril de 1222 Jordán volvió a París para el Capítulo General en el que fue elegido para suceder a santo Domingo al frente de la Orden. Era la primera vez que se procedía a la elección de un Maestro de la Orden. Desde esta elección su vida se convirtió en una incesante peregrinación por Europa. En los 16 de años de gobierno fue 9 veces de París a Bolonia y de Bolonia a París; fue 3 veces a Alemania y visitó 2 veces el sur de Francia; fue varias veces a Roma y al sur de Italia, una vez a Inglaterra y otra a Tierra Santa. Realizaba todos estos viajes a pie, con un bastón y pidiendo limosna. Visitaba los conventos animando a los frailes en sus fundaciones y ayudándoles con sus consejos. En su estancia en Padua entraron en la Orden treinta y tres frailes, entre ellos san Alberto Magno y Gerardo de Frachet. También predicó con éxito en París, donde muchos universitarios se incorporaron a la Orden, entre ellos Humberto de Romans, que será posteriormente el quinto Maestro de Orden, y Hugo de San Caro, que fue el primer cardenal dominico.

            Como Domingo, Jordán comprendió que las Universidades ofrecían el medio más favorable para el reclutamiento de los frailes. En París y en Bolonia echa sus redes, tanto entre los estudiantes como entre sus maestros, haciendo de estas dos Universidades su centro de operaciones. En el terreno universitario se siente como en casa. En ningún otro ambiente la santidad de su vida tuvo tanto impacto como entre los universitarios. Su doctrina, su firmeza, la agudeza de su espíritu tuvieron un gran éxito entre los estudiantes; muchas veces se trata del éxito de la risa, que es con frecuencia el más decisivo. Sus sermones eran una fiesta. Los estudiantes iban a escucharle en masa[1].

            Después del Capítulo Generalísimo de 1236, Jordán se despidió de los frailes de Saint-Jacques y se embarcó en las costas italianas para viajar a Tierra Santa con el fin de visitar las numerosas casas que la Orden tenía ya en esta región: los conventos de Nazaret, Belén, Damasco, Tolemaida y Jerusalén. A la vuelta de este viaje, cuando se dirigía a Nápoles para visitar las numerosas escuelas de la Orden que estaban surgiendo en esta ciudad, el barco fue asaltado por una furiosa tempestad, se hundió en las costas de Siria, frente a Tolemaida. Jordán pereció en este naufragio junto con sus dos acompañantes. Era el 13 de febrero de 1237. Fue enterrado en el convento de Tolemaida. Después de su muerte se realizaron numerosos milagros sobre su tumba. Los cristianos de Palestina acudían en masa a visitarla. Pronto estos hechos se propagaron por Europa. Los milagros se multiplicaron también en Francia, Italia y Alemania. En el siglo XVII, momento de florecimiento de la Orden bajo el movimiento de reforma impulsado por el Concilio de Trento, los Maestros de la Orden se ocuparon de establecer su culto público. En ese momento se constató que en Francia, Italia, España y, sobre todo, Alemania su nombre se había inscrito en un gran número de martirologios.

            En 1826, el P. Velzi, Vicario General de la Orden, obtuvo de la Santa Sede el reconocimiento público y oficial del culto dado desde tiempo inmemorial a Jordán de Sajonia.

            Respecto a este retraso en la beatificación comenta el historiador Mortier: “…la Orden de Predicadores, siempre semejante a sí misma, haciendo mucho y diciéndolo poco, no se apresuró en absoluto a pedir a la Iglesia la exaltación pública del Maestro Jordán. Hasta el siglo pasado, en 1826, no recibió los honores de la beatificación”. Y sigue diciendo a continuación: “jamás la Orden de Predicadores tuvo un Maestro General a la vez más santo, más elocuente, más amable”[2].

 

[1] Cf. P. Mortier, Historire des Maitres Généraux de l’Ordre des Prêcheurs, t. 1, Paris 1903, p. 143.

[2] ID., p. 252.